Me enfrío y tomo forma.
Dónde está el sol que puede deshacerme,
O el rayo que puede aniquilarme.
Mi ahora, una pétrea cabeza de esfinge,
Enojada con todos los cielos."
Dolor de mundo. Else Lasker Schüler. 1933
"Anunciación de los Reyes
bien lunada y mal vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía"
San Gabriel. Romancero Gitano. Federico García Lorca.1927
"Anunciación de los Reyes
bien lunada y mal vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía"
San Gabriel. Romancero Gitano. Federico García Lorca.1927
Reminiscencia arqueológica del Angelus de Millet.
Salvador Dalí. 1933
Oleo sobre lienzo. Museo Dalí, San Petersburgo
El calor de la tarde se disipa lentamente, mientras el sol rojo resbala despacio hacia el horizonte. El viento agita la ropa que se seca sobre el tendedero. Sobre el muro, un cerco de botellas rotas adosadas al cemento, para impedir que los ladrones trepen por él. Los cristales fragmentados brillan bajo los rayos oblicuos del sol, y entre ellos, estremecida, una mariposa del limonero. Sus escamas tambien relucen a la luz crepuscular con sus patrones de dispersión, tan intensamente amarillos. Más allá, desde la hondonada, se levanta el humo de los fogones improvisados, donde la gente de los tugurios cocina su alimento. Se levanta también el olor acre a queroseno y ladrillo molido del basuco que fuman desde las sombras. Al otro lado del muro crece un jazminero de noche. Nunca lo he visto, pero puede adivinarse su presencia cuando, poco a poco su fragancia rabiosamente dulce va cubriendo todas las demás. Es posible imaginar nítidamente sus cabezuelas amarillentas exhalando el olor implacable que nos cerca cada noche. En este momento, en otros tiempos, la madre entonaría su estribillo vespertino:
-"El ángel del Señor anunció a María"
y yo le contestaría, automáticamente:
-"Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo."
Mariposa, perfume y tarde. Gouache y acrílico sobre papel. 2012
La noche ha caído y la Madre se empeña trabajosamente en su lectura diaria de la Biblia. Jamás leyo mucho, y los pocos días en la escuela, allá en su lejana infancia, le sirvieron para poco más que para distinguir las letras y los números. Sin embargo, en este ejercicio parece haber encontrado algún grado de paz y algo como una reconciliación consigo misma. Hace algún tiempo, una de las vecinas la introdujo al estudio bíblico. Su propia madre, le enseñó a venerar el Libro como una especie de amuleto sagrado, que es poderoso pero no debe ser leído, por lo que jamás había leído nada de él, excepto por los pasajes intercalados en los sermones del cura. De algún modo, su separación del Padre le ha ayudado a cuestionar sus creencias y supersticiones más profundas. Hace más de un mes que no asiste a su infaltable misa dominical, y ha aprendido una cantidad importante de palabras nuevas.
-Acerque una silla, y me lee lo que dice aquí.
-Puedo ir a traerle las gafas, creo que las ví en la cocina.
-No hace falta. Venga y me acompaña un rato.
El libro parece bastante usado. La Madre lo ha forrado cuidadosamente con plástico, y ha escrito anotaciones en sus márgenes con su letra cursiva, tan grande e irregular.
-Desde aqui?
-Si, donde está la marca del lápiz.
-"¡Qué! ¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones, ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios. Y, sin embargo, eso era lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios"
-Y que opina sobre esto?
-Que hay que evitar pecar, supongo.
Mira muy fijo, y habla despacio, tratando de dar más énfasis a sus palabras, su entrecejo levemente contraído.
-El reino de Dios va a venir pronto, y los que logren entrar en él van a ser felices eternamente. No le gustaría poder llegar al reino de Dios?
-Si, Madre
(Silencio largo.)
-Yo sé que es difícil, pero hay que hacer sacrificios. Todos tenemos que hacer sacrificios.
Golpes en la puerta interrumpen la conversación. La Madre se levanta para abrir.
-Perdone, Madre, pero acabo de recoger la ropa del tendedero y hay que planchar los pañales del bebé. Mientras tanto, atienda usted la visita. Continuaremos en otro momento.
La habitación del sótano tiene curiosas propiedades de caja de resonancia. La vieja tabla de planchar se despliega con un crujido de metal oxidado. Sobre las tablas de madera del piso superior, pasos acompasados. Hay que atomizar un poco de agua sobre la tela, para evitar que se dañe. Voces indistintas que saludan.
-Y él...todavía está aquí?
-Todavía, si. ¿Donde mas iba a estar?
-Usted sabe que Papá no está de acuerdo
La plancha sisea levemente al contacto con la tela blanca, desprendiendo una nubecilla minúscula de vapor. Un doblez en triángulo. Uno en cuadrado.
-¿Y como quiere que sigamos viniendo como antes? Hay que pensar en los niños.
-¿Pero que tiene que ver eso?
-Es un mal ejemplo para los niños.
-Si, pero si entre todos lo ayudáramos, yo sé que podría cambiar... De todas formas a cualquier momento va a llegar la carta que está esperando para poder empezar el año rural, donde le dicen a que pueblo tiene que ir. Así que solo va a ser por unos días.
La noche avanza despacio. El tictac del reloj de pared de la sala de estar parece tan fuerte en medio de este silencio, interrumpido únicamente por los lejanos claxones de los autobuses. La Madre ya se ha encargado del biberón de medianoche para el bebé. Desde que la semana anterior recibió llamada del extranjero, en la que Hermana Mayor le anunciaba que había sobrevivido la travesía por el desierto del norte, había vuelto a poder conciliar el sueño. Entonces, en la quietud de la tercera vigilia, de nuevo golpes en la puerta.
Las luces se encienden. El niño llora. En la entrada, Tercera Hermana. Una maleta a la espalda. Un hilillo de sangre que cae de su labio partido.
-Ese hombre. Mire lo que le hizo. Yo se lo dije que no le convenía como marido.
-Sí, Mamá.
-Borracho otra vez?
-Sí, aunque me había prometido que ya no iba a beber más.
-Hay que llevarla al hospital.
-No. El hospital no. Allá hacen preguntas. Y llaman la policía.
-Por eso, mejor que la llamen.
-Yo no quiero mas problemas. Además el está aquí. El sabe como coser a la gente.
-Pues que le vamos a hacer. Mire, hijo, lo que pueda hacer por ella
-Pero no tengo instrumentos. Ni anestesia.
-Por la anestesia no se preocupe. Yo me aguanto.
-Se le podría infectar. Le podría quedar una cicatriz fea
-No importa. Haga lo que pueda.
-Tráigame entonces el alcohol, Madre. Y algo de hielo. Esparadrapo, si tiene. Y pregúntele a la costurera de la esquina si tiene una aguja de coser nueva, y también hilo de nylon, del delgado.
Tercera Hermana se ha calmado al fin, dando pequeños sorbos a la infusión que le ha preparado la Madre. Habla sobre su reciente matrimonio y sobre como se habían casado despues de conocerse por tan poco tiempo. Se ha disculpado por no haberme invitado a su matrimonio. Le he dicho que comprendo. Busca en su bolso y me muestra la foto de su matrimonio. El hombre, de mirada dura, enfundado en un traje alquilado que le queda demasiado grande, la toma de la cintura. Ella se ve tan alegre y optimista, sosteniendo su ramo de flores artificiales.
Se duerme hacia el amanecer, temerosa de que el hombre venga a buscarla. El transcurso del día hace que su rostro se hinche aún más que la noche anterior, en tonos diferentes de violeta.
-Y cuando se conocieron?
-Hace tres meses, nada mas.
-Y por que se casó entonces?
-Estaba muy enamorada.
-Y el ya sabe?
-Que cosa?
-Lo de su embarazo.
-Pero yo no estoy embarazada.
-Mamá me lo dijo
-Cuando?
-Anoche. Dice que lo ha visto en su cara
-Pero nada mas es un atraso. No me he hecho una prueba todavía.
-Usted sabe que ella nunca se equivoca en esas cosas.
La Madre entra, con aspecto grave y preocupado, y me llama aparte:
-Vaya hasta la plaza, y me trae Caléndulas, para hacerle un emplasto a su hermana. Y trate de demorarse un poco. Su papá viene para acá.
La plaza de mercado, como siempre tan atestada, y llena de voces, con su espectáculo atroz de animales abiertos en canal y sus montoncitos de verduras sobre los andenes. Hago despacio el camino de regreso con una bolsita de plástico llena de corolas doradas. Tercera Hermana, asomada a la ventana, llora un poco, en silencio. El Padre ya se ha ido. Los Hermanos estuvieron, también. Han ido a buscar al hombre, para escarmentarlo. El Padre ha decidido que puede quedarse una semana o dos, hasta que se ponga buena. Luego tendrá que regresar con el marido. No es conveniente que críe sola un hijo. Los hijos necesitan de un papá y una mamá. Ha dicho que no tema, que despues de lo de hoy el hombre no volverá a intentar nada en su contra.
"Apareciste una noche fría
con olor a tabaco sucio y a ginebra,
el miedo ya me recorría mientras cruzaba
los deditos tras la puerta.
tu carita de niño guapo se la ha ido
comiendo el tiempo por tus venas
y tu inseguridad machista se refleja
cada día en mis lagrimitas"
con olor a tabaco sucio y a ginebra,
el miedo ya me recorría mientras cruzaba
los deditos tras la puerta.
tu carita de niño guapo se la ha ido
comiendo el tiempo por tus venas
y tu inseguridad machista se refleja
cada día en mis lagrimitas"
Malo. Bebe.
Pafuera telarañas. 2004. EMI
Interesantísimo el paseo de hoy por estas experiencias sensoriales y afectivas, como un poema multidimensional. Me sorprende eso que cuentas de los cristales rotos encima de los muros de las casas. Yo lo he visto también por acá en casas antiguas, y pensaba que era una cosa como muy local, pero ya veo que ese sistema antirrobos es internacional. Me llama también la atención el difícil papel de la Madre, que es como la auténtica columna vertebral de la familia. Los ama a todos profundamente, desea el bien de todos, pero tiene que ejercer ese amor en medio de la presión de los prejuicios, los orgullos, la honra, el qué dirán, y el así tiene que ser, que actúan como elementos disgregadores. Y luego está el alcohol que, por su poder deshinibidor, suele sacar el demonio que algunos llevan escondido. El poder de los prejuicios es también terrible. Me vino al recuerdo que, hace unos años, mientras jugaba haciendo dibujos con un sobrino mío de cuatro añitos, me dijo que su padre (el marido de mi hermana) le había dicho que no quería que jugara conmigo. Quizás tendría miedo que yo le contagiara algo... Y yo, por supuesto, no le hice puñetero caso. Me encanta también tu "Mariposa, perfume y tarde", se podría decir que entre sus bellos colores se pueden percibir los aromas florales. Y me gusta mucho también esa canción de Bebe, es todo un himno contra la violencia familiar (que yo tanto padecí de niño, pero esa es otra historia...). Muchos besos y un fuerte abrazo, guapetón :-)
ResponderEliminarQuerido Roberto: Es curioso pero yo pensaba lo mismo sobre este primitivo sistema antirrobo. Supongo que el ingenio popular es universal, asi como lo es esa curiosa creencia de que lo gay se pega, como si fuera la gripe. En verdad el papel de la Madre es muy difícil dentro de esta ecuación tan compleja. Me alegra mucho que te haya gustado la ilustración. Lamento mucho que hayas tenido que sufrir también el flagelo terrible de la violencia familiar, que a pesar de tanta campaña y tanta concientización sigue siendo casi que omnipresente. Besos y abrazos
EliminarMe ha fascinado el pasaje en que la Madre manda al hijo a por caléndulas, una flor con doble cara, alegre y ornamental y curadora de golpes, como la historia que nos estás contando.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estimadisimo Argax: nunca había reparado en ello, pero tienes mucha razón. las flores se parecen mucho a las letras en que no solo sirven de adorno sino que tambien curan. y en que cada quien tiene que florecer donde le toco ser plantado. muchas gracias por tu comentraio. abrazos
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