Jean Dominique Bauby. Le Scaphandre et le Papillon. 1997
Fantasma. Vaciado en yeso. Rachel Whiteread. 1990
Galería Nacional de Artes. Washington D.C
"Ahora los sueños de esta vida deben terminar, y así mismo los que los sueñan. Por más de treinta años han mentido a sus propias almas. Por más de treinta años han negado su propio destino."
Fotograma de Lorry Ayers como Alessa Gillespie. Silent Hill. 2006. Christophe Gans. Tristar Pictures
La Señora F. es la ocupante el último cuarto a la izquierda. Es su día 140 en este hospital. Tiene 35 años y hace 7, por una inusual reacción alérgica a un medicamento, quedó completamente paralizada, ciega y casi sorda. Su capacidad de sentir dolor y su intelecto, sin embargo, permanecieron completamente indemnes. Fué traída por las hondas e infectadas escaras que plagaron la mitad posterior de todo su cuerpo. En su momento, asistí al cirujano en el largo proceso de retirar sus tejidos muertos. Sus días y sus noches, siempre iguales para ella, se funden en un continuo solo interrumpido por el doloroso ritual diario de las curaciones. A pesar de que aún puede hablar, raras veces lo hace. Algunas maldiciones para las enfermeras que cambian sus vendajes. Algunos monólogos en voz baja. Algunas canciones para dormirse a sí misma. Su familia no está. Nunca he visto un familiar suyo. Este ha sido el lugar que han encontrado para poder olvidarse de ella. Un lugar para olvidar es tan bueno como cualquier otro, supongo. Ya he sido cambiado de servicio. No tendría porqué seguir viviendo aquí. Sin embargo, sigo viniendo. En su mente, la imaginación y la memoria mantienen vivo su dolor. Su dolor es denso y terrible. Casi que palpable físicamente. Hemos repasado largamente sus recuerdos y sus pérdidas. Escapó de su casa a los trece, siguiendo a un hombre que acababa de conocer, de quién se enamoró perdidamente. Indiferencia y maltrato. Un hijo. Después abandono. Duro trabajo en los talleres de explotación. Sirviendo mesas. Cualquier trabajo. Un hombre mayor a quien no amaba en realidad, pero le dió por primera vez estabilidad económica. Una casa en el extrarradio. Planear con cariño el nacimiento de su segunda hija. Felicidad. Luego el desastre. Desesperación y rabia. Una docena de hospitales. Impotencia. Indiferencia. Su marido, consiguiendo nueva mujer. Su hijo haciéndose hombre en su ausencia. Su hija conociendo como madre a una extraña. "Cuando estaba viva me gustaban las rosas", me ha dicho. He traído oculta en el bolsillo la corola de una, recientemente abierta en el jardín contiguo al patio trasero del hospital. No puede verla, pero puede oler su perfume. Ríe. Por algún motivo ríe y corre un par de lágrimas de sus ojos apagados.
Espacio interior con flor. Marcador permanente y acrílico sobre cartón. 2008
La muchacha se queja. Su rostro se contrae por el dolor. Era su primer hijo. No había descubierto que iba a tener un hijo hasta que ya se encontraba avanzada la gestación. Todavía estaba asistiendo a clases de la escuela secundaria. Sólo faltaba un poco más de un mes para el parto. Ya había pensado en un nombre. Hace un par de semanas que no sentía sus movimientos. No dijo nada, sin embargo. Con el pasar de los días pensó en ir al hospital. La ecografía obstétrica muestra ausencia de actividad cardiaca y superposición de las estructuras de la bóveda craneal. El feto ha muerto y sus propias enzimas lo digieren poco a poco. La infusión intravenosa de oxitocina avanza según lo programado. Dosis crecientes por tres días consecutivos. Si no se producen cambios significativos en la dilatación del cuello uterino, se procederá con la cesárea. Es el tercer día. No ha dormido, ni se le ha dado nada de comer. Finalmente la dilatación cervical empieza a mostrar avances. La media noche ha pasado y la madrugada avanza. El obstetra regresará en la mañana. El médico de turno y las enfermeras duermen. Han indicado que no es necesario despertarlos. Ya que está muerto, podré encargarme solo. Parto en presentación de nalgas. Es más pequeño de lo que se esperaría para este punto del embarazo. Descenso y encaje. La piel se desprende en jirones. Orientación y acomodación. Líquido turbio que fluye. Rotación interna. Pequeñas piernas cubiertas de grandes grietas. Desprendimiento de los hombros. El frágil tejido se hunde bajo la presión de los dedos. Extracción del polo cefálico. El cuello es insuficiente para soportar la maniobra. Se ha extraído el niño. La cabeza, sin embargo ha quedado alojada en el canal del parto. Sale con la ayuda del fórceps. El alumbramiento de la placenta oscurecida, unos minutos después. La muchacha se ha dormido, vencida al fin por la fatiga. Todo debe enviarse al laboratorio de patología para su estudio. Hay que rotular la bolsa. En mi mano, al empacar, la pequeña cabeza. Las diminutas hendiduras oscuras de sus ojos. Un estremecimiento.
-A que has venido de nuevo?
-No debes volver con la mujer
-No hacemos mal a nadie, sólo ocupamos su tiempo muerto. Está sola, como nosotros.
-La mujer pertenece a Los Destinos. Se alimentan de su dolor purísimo. No debes relevarla del peso de sus recuerdos.
"Ya no sé a quién pertenezco,
oh desolada rivera
de mi estado infeliz.
Como quien no ve más el cielo,
cuando el corazón se oscurece,
como quíen contempla
la noche eterna,
voy a la deriva.
Sálvame"
La notte etterna. Emma Shapplin. Etterna. 2002. Ark Records
Blackmount siempre que te leemos sentimos algo, es lo bueno que otorgan tus palabras.
ResponderEliminarEn esta ocasión hemos sentido una atracción por la oda que haces al dolor, a ese regusto por estar en la peor situación posible, porque con cada palabra aumenta el dolor.
Ese sentimiento de que nunca es suficiente, que bañarse en su propia crapulencia si bien no ayuda lo necesita es una reacción humana.
Como siempre genial. Un saludo
Estimados Go y Bri: No era en principio una oda o apología al dolor lo que planeaba hacer con este relato, pero una vez terminado veo que en realidad puede interpretarse de esa manera. Me alegro mucho que la narración no les haya dejado indiferentes. Un abrazo
ResponderEliminarLa historia de la mujer paralizada es tremenda, terrible. Llegan muy hondo esas palabras suyas: "Cuando estaba viva me gustaban las rosas". Sin duda vivía en una especie de limbo entre la vida y la muerte en el que todo era dolor y resignación, como esa flor que parece atrapada entre la negritud del dolor de la ilustración. Y la operación de extracción del feto muerto, casi descompuesto, es realmente impactante, nunca había leído o escuchado una cosa así. El diálogo final es muy enigmático, deja mucho que pensar. Y esos niños que no nacen, ¿a qué mundo pueden pertenecer?. Bueno, y gracias a los enlaces que vas intercalando en el texto también vamos aprendiendo muchos conceptos desconocidos los que somos profanos en la materia, y resulta enriquecedor. Besos y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEstimado Roberto: Es una vez mas para mí motivo de alegría tu visita, y que el contenido te haya tocado emocionalmente de alguna forma. Me alegra también que encuentres informativos los enlaces. Vivir es aprender. Un abrazo
ResponderEliminarPasaste por mi blog y te devuelvo la visita y lo que veo me gusta. Volveré...
ResponderEliminarEstimado JFL: Me alegra mucho que te haya gustado lo que viste. Esperaré tus visitas. Un abrazo
EliminarOtras dos escenas (el anterior post y este) que siguen en la linea que tanto me gusta de tus escritos.
ResponderEliminarOtra cosa que me gusta de tu manera de escribir: posiciona al lector de forma que asiste sin preparación a lo que se cuenta, él mismo tiene que tomar una postura, le exige.
Un abrazo
Estimado Argax: Muchas gracias por comentarios tan elogiosos. Siempre es un placer recibir tu visita. Efectivamente, creo que el escribir sólo aporta la mitad del proceso. El resto viene con la reaccion que tiene en el lector, si la tiene, y en la posición que toma éste ante el mensaje. Un abrazo
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