martes, 16 de octubre de 2012

Cathartes aura regnans

"Entonces llovió. Y el cielo fue una sustancia gelatinosa y gris que aleteó a una cuarta de nuestras cabezas."
Isabel viendo llover en Macondo.  Gabriel García Márquez. 1968
Napalm.  Oswaldo Guayasamín. 1976
De la serie La edad de la Ira. 
Oleo sobre lienzo.  Galería Nacional de Praga

"voy
mirando, algunas veces,
al cielo
bajo,
que refleja
la luz de la sangre roja derramada,
avanzo
muy
penosamente, hundidos los brazos en espesa
sangre,
es
como una esperma roja represada,
mis pies
pisan sangre de hombres vivos
muertos,
cortados de repente, heridos súbitos,
niños
con el pequeño corazón volcado, voy
sumido en sangre
salida,
algunas veces
sube hasta los ojos y no me deja ver"
Crecida.  Blas de Otero.  Expresión y Reunión.  Alfaguara 1962

Autoretrato con uniforme.  Ernst Ludwig Kirchner  (1915) 
Oleo sobre lienzo. Allen memorial Art Museum. Oberlin (Ohio)

"Pero ¿qué me importa a mí tu honradez? ¿Qué me importa tu muerte? ¿Qué me importa a mí nada de nada? Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar"
Bodas de sangre. Federico García Lorca. 1931
El martirio agiganta a los hombres raiz.  Pedro Alcántara Herrán. (1966)
Grabado.  Museo de Arte Moderno La Tertulia, Cali.


En la pequeña tienda del pueblo no venden cigarrillos mentolados. Solamente tabaco rubio, sin filtro, de ínfima calidad.  Enciendo uno apoyado sobre un costado de la ambulancia, estacionada bajo el diminuto techo de lámina de zinc, toscamente improvisado junto a la entrada del hospital. La lluvia tamborilea incesante sobre el metal. Casi tres dias de lluvia continua, como si el cielo se hubiera roto.  Las espirales del humo se rompen rápidamente en la cortina de la lluvia.  El aire se llena de olor a moho y lodo recientemente removido. Compruebo, con sobresalto que en un rincón, junto la puerta trasera de la ambulancia, se encuentra la figura de un hombre que no estaba allí hace una fracción de segundo.  Sin haber hecho ningún ruido.  Como si se hubiera materializado de entre la niebla.  Joven y moreno. Pequeña estatura. Raído y empapado uniforme de camuflado. Enlodadas botas negras de caucho. Barba de varios días. Expresión indiferente. Vacía.
-Se necesitan sus servicios
-¿Una urgencia? Claro, siga adentro y que la enfermera tome sus datos.  Lo alcanzaré en un segundo.
-Aqui no.  Se necesita allá
Con el índice señala la direccion general en el turbio cielo hacia donde se levanta la cima de la montaña.
-Pero no puedo. Estoy solo yo. ¿Quien va a atender a la gente del pueblo si pasa algo?.
-No es un favor lo que le estamos pidiendo. Es una orden
Levantando un poco la falda de su chaqueta, deja ver la empuñadura de una pistola, que asoma bajo la cintura de su pantalón
-Que clase de emergencia es?
-Allá se le darán los detalles
-Pero como voy a saber que se va a necesitar?
-Lleve solo lo indispensable
-Voy a necesitar entrar por unas cosas primero.
-¿Esta maleta? La enfermera ya me la pasó.  Arranquemos pues.
El largo recorrido por la empinada ladera de la montaña, sin una sola palabra.  No ha dicho ni siquiera su nombre. Me ha ayudado un par de veces a salir de los tremedales de lodo donde me quedo atascado de cuando en cuando.  La densa vegetación del monte, la densa niebla, la lluvia incesante hacen imposible cualquier intento de orientación.  Solo se sabe que vamos hacia arriba. Siempre hacia arriba.  El monte decrece gradualmente ante la tenue atmósfera de las alturas. algunas plantas ralas y achaparradas. Densos cojines de esfagnos rezumantes de agua, sobre los que es difícil pisar sin caer. El punzante frío del páramo.  Luego de nuevo el descenso por el lado contrario de la montaña, sobre la abrupta pendiente. En un claro del monte, algo parecido a un asentamiento humano.  Algunos plásticos extendidos entre los árboles. Algunos chinchorros alineados en fila. Una especie de choza de tablones, guaduas y plásticos.  Un par de bancas hechas de árboles aserrados a lo largo. Una zanja de poca profunidad, cavada en la tierra.  Un hombre, igualmente de camuflado,  fuma un cigarro enorme a la entrada del campamento improvisado.

-Comandante, aqui le traigo su encargo.
-Ya era hora. Tendrían que haber llegado hace hora al menos.  Pensé que había tenido que quebrarlo en el camino.
-Ya sabe como es esta gente.  Hizo el recorrido mas en cuatro patas que en dos. 
El comandante estrecha mi mano con la suya, fría y viscosa. 
-Bienvenido. Este es el ejército del pueblo.
Hace un ensayo de sonrisa cortés que deja ver el espacio vacío donde estuvieron sus premolares.  Sus ojos pequeños, ocupados casi enteramente por sus iris oscuros, solo dejan ver algo de blanco cuando mira hacia los lados. Su voz se estremece con una vibración, como si fuera producida por un enjambre de grillos que viviesen en la cavidad vacía de su pecho. 
-Usted me dirá en que puedo ayudar.


Laberinto de carne.  Acrílico sobre cartón. 2012
-Es uno de nuestros efectivos. Tuvo un accidente. Con un explosivo. Necesitamos que usted lo opere. 
-¿Aqui?
-Si, aqui mismo.
-¿De que?
-Varias cosas.  Es mejor que entre y lo vea.
Un cuerpo pequeño se retuerce y queja en el suelo en medio de un charco de sangre.  Mortalmente pálido. Su mano derecha, envuelta en un vendaje sangriento. su ojo derecho, cubierto por un parche bajo el que se escurren pequeños hilillos de sangre.  Una pelusa de bigote se insinúa sobre su labio. Su piel marcada por el impacto de centenares de esquirlas.  Pide agua, con un hilo de voz.
-Empiece primero por la ingle, es donde está sangrando más.
-Pero si es apenas un niño
-Tiene dieciocho
-Como que dieciocho? si apenas le empieza la pubertad. 
-Lo que pasa es que es de constitucion pequeña.  A ver, dígale al doctor cuantos años tiene. Conteste pues
-No es necesario, si usted lo dice asi será.  Y como voy a operarlo sin anestesia?
-Tenemos esto
-Esto es de uso veterinario
-Pues sirve igual. 
-No. Es peligroso. La dosis necesaria para mantenerlo lo suficientemente quieto podría ser mortal.
-Entonces mejor tenga cuidado.
-Necesito alguien que me ayude.  Y canalizar una vena.
-Ya tiene una canalizada.
-Hay que ponerle liquidos por las dos. está perdiendo mucha sangre.  Donde esta mi maleta? Necesito el equipo de sutura.  Alguien puede decirme que fue lo que pasó?
-Estaba encargado de asegurar el perímetro.  Le explotó una mina. Fue un accidente.
-Pero que es esto? Alcánceme la pinza con garra.  Un tornillo?
-Un tornillo, si. Las minas llevan eso como metralla. Y clavos también.  Yo le saqué una docena o así antes de que usted llegara.  Y mierda. Se le pone para que se envenenen las heridas.  Ojalá haya traído hartos antibióticos.
-Afloje el torniquete.  Un poquito nada mas. Con cuidado. (un chorro de sangre tibia cruza sobre mi párpado) No, no más. Aprételo de nuevo. Rápido.  Suelte, yo me encargo.  Este hilo de sutura es demasiado grueso. No, no puedo apañarme con este. Es imposible.  No puede suturarse una arteria con esto.  Podría alguien limpiarme la cara, por favor?
Mas sangre. Tanta sangre.  Es difícil de creer que un cuerpo tan pequeño contenga tanta sangre. 
-No creo que pueda hacerse nada por la mano. No aquí al menos.  Si pudiéramos transladarlo al hospital de la capital...
-Imposible.  Va a tener que hacer lo que pueda pero aquí mismo.
-Entonces habrá que amputar. 
Las moscas sobrevuelan en círculos ambplios y estrechos, en todas las direcciones. 
-Pueden hacer algo para espantar todas estas moscas?
El procedimiento avanza, dolorosamente lento.  las moscas han cedido su lugar gradualmente a las mariposas nocturnas que enjambran alrededor de la lámpara de gasolina. La arteria radial se ha ligado, por fin.  El radio y la ulna han sido aserrados.  Los restos sangrientos de la mano han sido retirados. 
-Y el ojo? puede hacerse algo por el ojo?
-Me temo que no.  Hay que enuclear.  Si se deja, las defensas del cuerpo podrían atacarlo. Y dañar el ojo bueno también.
-No le encuentro el pulso.
-Está en paro.  Saque las ampollas de adrenalina. Están ahí, en el bolsillo de afuera. 
La caja torácica cruje con cada compresión, durante el masaje cardiaco. 
-No hay pulso todavía.
-Sabe dar resìracion artificial?
-No.
Los pulmones se expanden tímidamente con cada ventilación.  Su rostro sabe a vómito y sangre y lágrimas.
-Agarre la linterna. Está en este bolsillo.  Mirele la pupila del ojo bueno.
-Está abierta. Muy abierta.
-No se cierra con la luz?
-No
-Nada?
-Ni un poquito.

Los hombres recogieron al muerto, con la misma sábana sobre la que estaba tendido y lo sacaron afuera asiéndola de las esquinas.  Recojo el instrumental desperdigado y lo guardo en la maleta.  Todo lo cubre el insistente olor de la sangre. 

-Hice todo lo que pude. 
-Lo que pudo no alcanzó.
-Van a respetarme la vida?
-Todo depende
-De que?
-Hay otro servicio con el que necesitamos que nos colabore
-Si está a mi alcance...
Se acerca más de lo necesario para una conversación casual.  En la superficie negra y vidriosa de sus ojos pequeños, me veo a mí mismo, como en un espejo.
-Seguro que sí.  Le hemos hecho el estudio de inteligencia.  A todo el que entra a esta región se le hace.  Sabemos de su mamita, allá en la casa junto a la estacion de buses, en la capital.  Sabemos también que frecuenta ciertos lugares. Lugares solo para caballeros, por decirlo así.  Lugares de mala reputación.
-Pero que tiene que ver todo esto con nada?
-Verá usted, el finadito que usted no pudo salvar, además de ser un buen combatiente, tenía otra función muy importante.  Era nuestra cantimplora.
-¿A que se refiere con eso?
-Pues, que pasaba de mano en mano, como una cantimplora.  Usted entenderá que esta es una parte muy aislada del mundo, y los hombres tenemos necesidades.  Hemos pedido a la linea de mando que nos mande muchachas, pero las muchachas por aquí escasean, y son difíciles de reclutar. Así que tenemos que arreglarnos con lo que resulta.  Antes se podía mandar a los hombres al pueblo de civil, para que fueran donde las putas, pero ahora el pueblo está muy vigilado.
-¿Y yo que tengo que ver?
-Pues usted que ya tiene experiencia en el tema, no le importará colaborarle a los muchachos un poco antes de que se vaya. 
-¿Colaborar con que?
-Usted sabe. No necesita hacerse el guevón.
El metal del cañón de la pistola, al deslizarse por mi mejilla se siente vivo, como una serpiente exepcionalmente fría. 
-Tengo alguna alternativa?
-No si sabe lo que le conviene. Hay que mantener alta la moral de la tropa.

Los hombres mojados se congregan, con sus uniformes mojados, enlodados, enmohecidos.  Sorprende que sobre ellos no crezcan las setas venenosas, ni los líquenes, ni los musgos, ni florezcan las bromelias que florecen en las oquedades de cada árbol de este monte. 

-Al menos podrían lavarse un poco, primero?
-Aquí nos bañamos cuando se cumplen dos condiciones: Una que el enemigo esté lejos y el combate afloje. Y dos: que encontremos un río. Y hace bastante que no se cumplen. En todo caso, a callarse, que se nos tira la fantasía.  Mas bien siga chupando. 

Los cinturones se desabrochan y las hebillas golpean contra el suelo. 

-Vení pues que ya te toca
-No, yo no voy, que yo no soy marica.
-Ni yo tampoco.  Pero aprovechá que quien sabe hasta cuando.  Acá el truco es decirse a uno mismo "esto es una mujer" y ya.  Y además este sí la sabe chupar.  Y el culo le aprieta rico. Mucho mejor que una mujer, que cuando se calienta y se lubrica, se abre tanto que no se siente nada.  Aquí si se puede uno regar a gusto.

La lluvia se filtra a raudales por entre los plásticos que sirven como techo.  Los hombres empiezan a roncar, envueltos en sus chinchorros. 
-Le colocamos la cadena?
.No, para que.  Igual si se va a ir solo en plena noche el monte se lo come.  Déjelo ahí y mañana temprano sale con él para el pueblo.  Nosotros desmontamos esto y nos encontramos en las otras coordenadas. 
-Y el muñeco?
-En la chonta que no se usó.  No es sino cavar mas hondo y ahi lo enterramos.   Pero mañana nos ocupamos de eso.

El viento furioso de la tormenta levanta las lonas mal atadas a los tablones de la pared.  Al otro lado, la oscuridad completa de la noche se rasga por la furia de los relámpagos, que revelan el rostro del pequeño muchacho muerto, boca arriba, de frente a la lluvia que lava su rostro sin amortajar.

Humanity (parte I). Ennio Morricone. 1982
Banda sonora de The Thing (John Carpenter). Varèse Sarabande


Concierto No.1 op. 10 "La tempesta di Mare" en Fa Mayor,

Banda sonora de Dark Water.   (Walter Salles. 2005)


martes, 21 de agosto de 2012

Ego redibo, tu nunquam

Quinto ciclo.
Círculo de olvido

"Primera generación que no aprendió a dibujar con los labios los vocablos mirando el móvil contorno de la boca materna; primera niñez sin ávidas preguntas; primera adolescencia que no balbuceó las palabras del amor, ni guió al ensueño con las riendas del lenguaje, ni declamó su inconformidad en los sótanos y en las buhardillas de los conspiradores que tienen el corazón puro, el alma tierna e inquieto el entendimiento; ni buscó a Dios im­precando a las estrellas.
Seres de consentimiento previo, criaturas de agrega­ción, entes de subordinación: una yerta e incontenible proliferación de zoófitos blancuzcos que asediaba con su erizada rigidez toda vida que quisiera ser libre.
Marchaban sin saber siquiera a quién seguían, ni a quién precedían, ni a dónde iban, ni de dónde venían. Co­mo los puntos de una línea sin fin, como los números que se engendran a sí mismos infinita e inútilmente, como el tiempo si el tiempo no tuviera testigos, como voltea el es­pacio sobre sí mismo en la ignorancia de lo que contiene.
A su paso ciego, sordo, mudo, no habría murallas que oponer, ni diques que levantar. Sólo la muerte... la muer­te en que el río de los números se convirtiese en catarata y la catarata en ese polvillo de nada que alimenta a la eternidad.
Era pavorosa su marcha de la nada a la nada!"
El gran Burundún Burundá ha muerto. Jorge Zalamea. 1952.

“Dejan la humildad y la sumisión, como si se quitaran la ruana, y descubren su salvajismo y su insolencia como si quedaran en cueros, con el cuchillo a la cintura. Los mansos se vuelven fieras, los tristes jocundos, los taciturnos exaltados, las ovejas lobos. Un sino implacable arrastra al hombre por sus pasos contados, primero a la impertinencia, más tarde a la violencia y finalmente al asesinato. Un velo turbio y rojizo le oscurece las pupilas, un demonio interior le sopla al oído palabras procaces y desentierra del corazón una camada de pasiones mezquinas que se desenroscan y alzan la cabeza viscosa…”
El Cristo de espaldas. Eduardo Caballero Calderón. 1952


Que se la llevaron!. Francisco de Goya y Lucientes
No. 8 de la serie Los Caprichos
Grabado. 1797-99. Museo del Grabado de Goya

-"Igualmente la presente sirve el propósito de notificación legal sobre su asignación a la plaza de médico rural en dicho municipio, para el cumplimiento del Servicio Social Obligatorio, de acuerdo con los requerimientos de la Ley 50 de 1981, el cual deberá ser prestado por todas aquellas personas con formación tecnológica o universitaria en todo el territorio nacional, de acuerdo con los niveles establecidos en el artículo 25 del Decreto Ley 80 de 1980."
-Eso es todo?
-Eso es todo
-Pero no dice cuanto tiempo
-Doce meses. Eso me han dicho.
-Pero van a pagarle
-Se supone que sí
-Ay, eso es tan lejos
-No es tan lejos. Puedo venir a verla cuando tenga un día libre. Hay muchos que han mandado al otro lado del país.
-Tiene que cuidarse mucho, mi hijo.  Ese lugar es peligroso.
-Lo haré, no se preocupe.

La destrozada carretera serpentea entre las montañas en giros imposibles de tirabuzón.  El bus se estremece y todas sus partes metálicas gimen al unísono.  El cristal de la ventana vibra con un zumbido de abeja.  La mujer en el asiento del lado trata infructuosamente de consolar a su niño, que no quiere recibir el seno.  Es muy joven. Tiene la palidez amarilla de las recien paridas. El mundo gira y las fuerzas de aceleración rotacional juegan con mi laberinto. Ojalá le hubiera hecho caso a la Madre y hubiera traído más bolsas para el mareo.   El pueblo ocupa una hondonada pequeña escondida en la ladera de la gran cordillera que mira al occidente, perpetuamente inundado por las nubes que reptan al nivel del suelo, repletas de la humedad que viene desde el lejanísimo mar.  Dos calles alargadas (tres en su parte mas ancha) bordeadas de pequeñas casas blancas de bahareque. Pintoresco. Sería bonito, incluso de no ser porque apesta a miedo.

Aceras vacías. A lo lejos, un anciano renquea bajo un haz de leña.  Un perro enflaquecido duerme sobre la calzada de la calle principal, sin automóviles que lo perturben, al calor tímido de un sol que alumbra desde el otro lado de las nubes, sin acertarse a saber desde que dirección viene su luz.  Debí haberle preguntado al chofer hacia que lado ir.  No importa tanto. Es un pueblo pequeño y no tardaría mucho en recorrerlo de un cabo al otro, de cualquier forma.  La maleta no es pesada, igualmente.   Un hombre descamisado pule tablones de madera a la entrada de una vieja casa.   
-Buenas.  ¿El hospital?
El hombre se incorpora, pone a un lado la garlopa y mira con curiosidad mientras con un trapo se seca la piel morena, brillante de sudor.
-Aquí a la vuelta nomás.
-Muy amable
El suelo esta cubierto de pequeñas espirales de madera arrancadas a los tablones, que impregnan el ambiente de acidos resínicos y terpenoides
-Usted no es de por aca
-No señor
-Y que lo trae por aqui?
A la sombra del banco de trabajo, un paralelepípedo rectangular de madera, en proceso de armado.
-Trabajo
-O sea que es el medico nuevo?
Más allá de la puerta abierta de la entrada, otros cajones similares se alinean apoyados contra la pared encalada
-Así es
-A Dios gracias, ya iba siendo hora
Entonces comprendo. Un ataúd es lo que construye.
-Por que lo dice? No hay un médico en el hospital?
-Hace mas de un mes que no. 
Hasta ahora noto el letrero descolorido pintado a mano sobre el marco de la puerta: "Funeraria el Espíritu Santo".

El hospital no es difícil de distinguir al ser un poco mas ancho y alto que el resto de las casas del pueblo.  El timbre resuena como la estridulación de una cigarra particularmente furiosa. La enfermera responde soñolienta a la puerta. 
-Es para una urgencia? Porque no tenemos cupos para consulta.
-No, vengo por lo del trabajo
Por un momento rebusca las gafas de leer en sus bolsillos y lee la carta que le extiendo, moviendo un poco los labios.
-Siquiera, porque ya estábamos sin saber que hacer.
-Y que pasó con el otro médico?
-Un dia ya no vino. Así, sin avisar.  Claro que ya sabíamos que estaba aburrido hacía tiempo
-Por que?
-Atrasos en el sueldo, mas que todo.  Y el asunto de esa gente.
-Que gente?
-Pues la gente armada.  Usted sabe. pero bueno, venga y le muestro todo. Esta es la sala de procedimientos.  Aquí en este estante guardamos el material de sutura. Este es el carro de paro.  La maquina de electrocardiogramas esta buena, pero no nos han vuelto a mandar papel.   Esta es la sala de observación.  Esa es la de hospitalización. La viejita de allá la tengo nebulizando pero no esta hospitalizada ni nada. Es que sufre de asma pero la toma que sirve del oxígeno es la que está ahi.  La consulta externa se hace por el otro lado, hay que salir y volver a entrar por la puerta de enseguida.  Tengo que avisarle a la niña que nos ayuda con el archivo para que vuelva a programar citas.  En el cuarto de la esquina tenemos la mesa de atender partos. Y en esta piecita de aca es donde se puede quedar.  El televisor sirve, pero hay que tenerle mañita para moverle la antena.  Ahí debajo de la cama está la maleta de viaje.
-Y es que se hacen visitas domiciliarias?
-No, claro que no.  No se debe dejar el hospital solo, sin médico. 
-Entonces
-Es que a veces ellos vienen.  Cuando tienen heridos o cosas así.  Se llevan los combates para mas arriba, para distraer al ejército y entonces vienen.
-Y si no quiero ir?
-Ay como se le ocurre eso.  No ve que vienen con armas?
-Y que hay aqui?
-Pues unos medicamentos, y jeringas y un paquete esterilizado de instrumentos, y suturas y otras cosas necesarias.  Pero no se preocupe que llevamos muchos días que no vienen. Es nada mas por si acaso.  Por cierto, hay una señora que vive por aquí cerca, que vende la alimentación. El otro médico tenía una contrata con ella. Si quiere le digo que venga para que cuadren.
-Sería bueno si. Muchas gracias.
-Lo dejo entonces para que desempaque.  Ahorita que llegue la gente para la consulta le aviso.

Por la unica ventana del cuarto, el panorama de algunos cultivos ralos que en tiempos mejores fueron cafetos, aferrados a una ladera. Mas arriba, el bosque verde profundo salpicado por el cenizo de los yarumos, que se disuelve poco a poco en el blanco gris de las nubes.  Mas allá, el lugar incierto desde donde las detonaciones de artillería reverberan a lo largo de la hondonada de la montaña. 

Una pequeña muchedumbre espera a la puerta.  Hagan una fila. Vamos a repartir las fichas. los que no alcancen, repartimos más mañana a las siete. Los que vienen al control de crecimiento y desarrollo o a control prenatal, se apuntan alli con la enfermera.  No, no sabemos si van a mandar odontólogo.

La larga jornada termina por fin.  Atardece y el televisor solo capta estática  en todas las direcciones de sus antenas.  De nuevo el chirrido terrible del timbre. Una urgencia, tal vez.  La enfermera habla con una mujer. Lloran y se cubren el rostro con las manos.
-Y quien la encontró?
-Los areneros de mas abajo del puente. ellos la sacaron del río.
-Dios bendito.  Y que vamos a hacer ahora?
-Nos tocará a nosotras mirar que hacer, mija.
-Ay, doctor, que bueno que está aquí. Necesitamos que nos colabore.  Mire, esta es Mariela, la que hace el turno de la noche.  Este es el doctor nuevo.
-Mucho gusto
-Igualmente.  Es que es una amiga de nosotros.  Estaba desaparecida, pero ya apareció.  Muerta.
-Ya le hicieron el levantamiento y la traen para acá. Ya sabemos que es casi de noche y esas cosas es mejor hacerlas a la luz del día, pero si pudiera hacerle la necropsia de una vez, podríamos empezar a velarla para poder enterrarla mañana.
-Usted entiende que en el río los difuntos se descomponen muy rápido.
-Pero sin la orden judicial no puedo.
-No se preocupe, que yo voy a la estación de policía a ver si la mandan rápido. Mientras tanto puede ir adelantando.
-Está bien. Pero necesito a alguien que me ayude.
-Antes había un señor que se ofrecía de ayudante de necropsias, por lo que el médico le quisiera dar, pero ya hace tiempo que se tuvo que ir del pueblo.
-Entonces va a tener que ayudarme una de ustedes.
-Ay, por Dios.   Yo no soy capaz.  Vaya usted, mija y yo la cubro aqui, mientras tanto.
-Traiga con que apuntar.  Y un metro, hace falta un metro. Y tubos para muestras.
Oficio de difuntos.  Tinta sobre papel. 2006

La sala de necropsias consta de una enramada adyacente al cementerio, rodeada por una reja oxidada, entre cuyos barrotes se adivina el brillo de decenas de ojos que escudriñan.  Los curiosos del pueblo se han congregado para ver el procedimiento.  Una bombilla electrica colgada del techo, que se balancea con el viento es la única iluminación.

Numero de dictamen medico-legal de necropsia:
-Deje en blanco esa parte. Luego miramos en el archivo a ver que numero toca.

Examen Externo
Descripción Cadáver
Mujer adulta, edad aparente 20 años aproximadamente. De aspecto cuidado. Se recibe sin prendas de vestir. Con múltiples señales de trauma. Marcas de ligatura sobre cuello, muñecas y tobillos.
-Asi que era amiga de ustedes
-Era hija de la Mereja. Yo estuve cuando ella nació. Nosotras éramos amigas de toda la vida con la Mereja, desde muchachas.

Fenómenos Cadavéricos
Frío, rigidez generalizada, con livideces que desaparecen a la digitopresión.
-Y la madre? ya le avisaron?
-Ella esta perdida también. hace muchos días.  Esta niña se había ido a buscarla.  Los bandidos le mandaron razón que ellos la tenían pero que solo se la entregaban a ella en persona.
Talla: 1.55m. Peso aproximado: 43 kilos. Contextura: delgada. Raza: mestiza.
-Y por que se la llevaron?
-Por porfiada. Nosotros le dijimos.  Esa gente no la quería por allá.  Ella era la que iba a las veredas a vacunar a los niños montaña arriba.  No era enfermera, pero de joven había hecho el curso para promotora de salud.  Se lo dejaron dicho, que no siguiera yendo.  Pero ella que iba de todas formas, que llevaba 20 años haciendo la ruta, que la gente la conocía, que no iban a dejar que le pasara nada, que no estaba haciendo nada malo.   

Cabeza: Cuero Cabelludo
-Sosténgame el metro aqui, por favor
Herida circular de 2 x 2cm en región occipital izquierda de bordes regulares invertidos, a 6 cm del vertex y 3 cm de la linea media compatible con orificio de entrada de proyectil de arma de fuego.  Area de tatuaje por pólvora de 5x5 cm compatible con impacto a distancia menor a 60cms.  Herida irregular de 5x7 cm en region frontal derecha con exposición ósea y masa encefálica, compatible con orificio de salida. Trayecto de atras a adelante, de izquierda a derecha.
-Y que no podía dejar el trabajo porque la muchacha acababa de pasar el examen para entrar a la universidad. Estaba tan orgullosa de la niña.  Y la niña era así como ella, también.  Yo se lo dije que no fuera, que esa gente nunca devuelve a nadie vivo.  Se comentaba que ellos ya le habían hecho juicio. Nadie sale inocente de esos juicios que ellos hacen, tampoco. Y la sentencia siempre es de pena de muerte. Pero ella que no y que no. Que iba a conseguir la plata que le estaban pidiendo a como diera lugar y que ellos se la iban a devolver. 

Cara
Herida de 5 x 1.5 cm en región ciliar derecha, abrasión en área de 5 x 4 que compromete región malar y mejilla derecha. Herida de 3 x 2 cm en mejilla izquierda, herida en la punta de la nariz. Se palpa fractura a nivel de huesos propios de nariz. Abrasiones lineales de 2 y 1.5 cm a nivel de dorso de nariz. Herida en labio superior de 3x1 cm, herida de 2 x 1 cm en labio inferior.
-Yo creo que a esta pobre la mataron por el papá del niño.  Tenía un niño pequeño. El papá fue un policía de la estación de aquí.  Cuando se supo lo del embarazo lo transfirieron lejos. O él pidió el translado.  Nunca volvió a preocuparse por ellos.  Pero seguro creyeron que la Mereja no iba allá arriba a trabajar sino a vigilarles llos movimientos. Y que la niña era el enlace con la policía. 

Boca
Dentadura natural, completa, en buen estado.
Torax: sin alteraciones.
Abdomen: Herida de 30 x 2cm desde apendice xifoides hasta sinfisis del pubis sobre la linea media,  comprometiendo planos musculares y cavidad peritoneal.  Se observan cuerpos extraños (piedras) en cavidad abdominal.  Descripción detallada en el examen interno.
-Usted cree que estaba viva cuando le hicieron esto?
-No, ya estaba muerta
-Como se sabe?
-La herida no tiene sangre.  Cuando la persona esta viva la herida tiene sangre en los bordes. Así como en esta otra.  Esta sí se la hicieron en vida. Seguramente la cargaron de piedras para que el cadáver no florara en el agua.   Mas bien alcánceme los aplicadores.
-Y esos para que son?
-Para el frotis vaginal. Para el dictamen sexológico.
-Usted cree que la violaron?
-Quien sabe. Con la muestra, en el laboratorio salen de dudas. Tape bien los tubos y los rotula. Uno seco y uno con solución salina.  Ahora  seguimos con el examen interno.  Pero  no tenemos un bisturí al menos?
-Esto es lo único que hay.  Toca con este machete recortado, y esta segueta

La pequeña sala de estar de la casa apenas tiene espacio para el cajón de madera sin pulir y algunas sillas de plástico.  La mayor parte de la gente, espera afuera de la puerta, tratando de seguir los rezos. 
-De tierra me formaste y me revestiste de carne; Señor, Redentor mío, resucítame en el último día
-Y no alcanzó al menos para un velón?
-No, mija. Lo de la recolecta apenas alcanzó para pararle al cura.  A Dios gracias que el de la funeraria nos regaló este cajón. 
-Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro del Señor?
-Al menos pongamos entonces velas de las pequeñas. 
-El café de repartir a la gente ya se acabó y no tengo más.  Toca que traiga el de su casa. 
-Entonces la muerte y el hades devolverán los muertos, y la muerte y el hades serán arrojados al lago de fuego
-Siquiera hubiera unas flores
-No importa. Sea como sea al menos va a tenr su velorio, y su entierro y su misa.  No como la mamá que quien sabe donde la habrán enterrado
-O si la habrán enterrado al menos.
-Sé que mi Redentor vive y que en el último día yo resucitaré de la tierra; y en mi carne veré a Dios, mi salvador
-Y el niño?
-A Dios gracias que todavía no entiende de estas cosas. La tendera lo tiene, ella se lo dejó para que se lo cuidara antes de irse.
-Los que están en el sepulcro oirán la voz del Hijo de Dios. Los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal a una resurrección de condena
-Y se va a quedar con el?
-Quien sabe.  Dice que los de la policía nos tienen que dar razón del paradero del papá, para que él se encargue

"No andemos más a quemarropa,
Que no nos sienta llenos de mal.
Ya se nos rebosó la copa
De tanta furia irracional.
Balas rezadas, fierro, veneno.
Muertos de causa no natural.
Cuentos de horror:
Yo los condeno.
Así ni modo el nobel de paz.
No más, no más
De darle a ese gatillo.
No más, no más.
Paren de disparar.
¿De donde tanta sangre fría?
Siempre tentados con el más allá
A quemarropa.  Aterciopelados.
1995. La pipa de la paz.  Sony Music


"Su cuerpo, desnudo en las afueras.
Trece puñaladas, mutilada"
¿Quien mató a la Gomela?- Aterciopelados.
1993. Con el corazón en la mano.  Sony Music.

martes, 31 de julio de 2012

Angelus Domini nuntiavit Mariæ

"Yo, el ardiente viento del desierto,
Me enfrío y tomo forma.
Dónde está el sol que puede deshacerme,
O el rayo que puede aniquilarme.
Mi ahora, una pétrea cabeza de esfinge,
Enojada con todos los cielos."
Dolor de mundo.  Else Lasker Schüler. 1933

"Anunciación de los Reyes
bien lunada y mal vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía"
San Gabriel. Romancero Gitano.  Federico García Lorca.1927
Reminiscencia arqueológica del Angelus de Millet.
Salvador Dalí. 1933
Oleo sobre lienzo. Museo Dalí, San Petersburgo


El calor de la tarde se disipa lentamente, mientras el sol rojo resbala despacio hacia el horizonte.  El viento agita la ropa que se seca sobre el tendedero. Sobre el muro, un cerco de botellas rotas adosadas al cemento, para impedir que los ladrones trepen por él.  Los cristales fragmentados brillan bajo los rayos oblicuos del sol, y entre ellos, estremecida, una mariposa del limonero. Sus escamas tambien relucen a la luz crepuscular con sus patrones de dispersión, tan intensamente amarillos. Más allá, desde la hondonada, se levanta el humo de los fogones improvisados, donde la gente de los tugurios cocina su alimento.  Se levanta también el olor acre a queroseno y ladrillo molido del basuco que fuman desde las sombras.  Al otro lado del muro crece un jazminero de noche. Nunca lo he visto, pero puede adivinarse su presencia cuando, poco a poco su fragancia rabiosamente dulce va cubriendo todas las demás.  Es posible imaginar nítidamente sus cabezuelas amarillentas exhalando el olor implacable que nos cerca cada noche. En este momento, en otros tiempos, la madre entonaría su estribillo vespertino:
-"El ángel del Señor anunció a María"
y yo le contestaría, automáticamente:
-"Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo."

Mariposa, perfume y tarde.  Gouache y acrílico sobre papel. 2012

La noche ha caído y la Madre se empeña trabajosamente en su lectura diaria de la Biblia.  Jamás leyo mucho, y los pocos días en la escuela, allá en su lejana infancia, le sirvieron para poco más que para distinguir las letras y los números.  Sin embargo, en este ejercicio parece haber encontrado algún grado de paz y algo como una reconciliación consigo misma.  Hace algún tiempo, una de las vecinas la introdujo al estudio bíblico.  Su propia madre, le enseñó a venerar el Libro como una especie de amuleto sagrado, que es poderoso pero no debe ser leído, por lo que jamás había leído nada de él, excepto por los pasajes intercalados en los sermones del cura.  De algún modo, su separación del Padre le ha ayudado a cuestionar sus creencias y supersticiones más profundas.  Hace más de un mes que no asiste a su infaltable misa dominical, y ha aprendido una cantidad importante de palabras nuevas. 

-Acerque una silla, y me lee lo que dice aquí.
-Puedo ir a traerle las gafas, creo que las ví en la cocina.
-No hace falta. Venga y me acompaña un rato.
El libro parece bastante usado. La Madre lo ha forrado cuidadosamente con plástico, y ha escrito anotaciones en sus márgenes con su letra cursiva, tan grande e irregular. 
-Desde aqui?
-Si, donde está la marca del lápiz.
-"¡Qué! ¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres,  ni ladrones, ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios.  Y, sin embargo, eso era lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios"
-Y que opina sobre esto?
-Que hay que evitar pecar, supongo.
Mira muy fijo, y habla despacio, tratando de dar más énfasis a sus palabras, su entrecejo levemente contraído.
-El reino de Dios va a venir pronto, y los que logren entrar en él van a ser felices eternamente.  No le gustaría poder llegar al reino de Dios?
-Si, Madre
(Silencio largo.) 
-Yo sé que es difícil, pero hay que hacer sacrificios. Todos tenemos que hacer sacrificios.
Golpes en la puerta interrumpen la conversación.  La Madre se levanta para abrir.
-Perdone, Madre, pero acabo de recoger la ropa del tendedero y hay que planchar los pañales del bebé.  Mientras tanto, atienda usted la visita.  Continuaremos en otro momento.

La habitación del sótano tiene curiosas propiedades de caja de resonancia.  La vieja tabla de planchar se despliega con un crujido de metal oxidado.  Sobre las tablas de madera del piso superior, pasos acompasados. Hay que atomizar un poco de agua sobre la tela, para evitar que se dañe.  Voces indistintas que saludan.
-Y él...todavía está aquí?
-Todavía, si. ¿Donde mas iba a estar?
-Usted sabe que Papá no está de acuerdo
 La plancha sisea levemente al contacto con la tela blanca, desprendiendo una nubecilla minúscula de vapor. Un doblez en triángulo. Uno en cuadrado.
-¿Y como quiere que sigamos viniendo como antes? Hay que pensar en los niños.
-¿Pero que tiene que ver eso?
-Es un mal ejemplo para los niños. 
-Si, pero si entre todos lo ayudáramos, yo sé que podría cambiar... De todas formas a cualquier momento va a llegar la carta que está esperando para poder empezar el año rural, donde le dicen a que pueblo tiene que ir. Así que solo va a ser por unos días.

La noche avanza despacio.  El tictac del reloj de pared de la sala de estar parece tan fuerte en medio de este silencio, interrumpido únicamente por los lejanos claxones de los autobuses.  La Madre ya se ha encargado del biberón de medianoche para el bebé.  Desde que la semana anterior recibió llamada del extranjero, en la que Hermana Mayor le anunciaba que había sobrevivido la travesía por el desierto del norte, había vuelto a poder conciliar el sueño.  Entonces, en la quietud de la tercera vigilia, de nuevo golpes en la puerta.

Las luces se encienden.  El niño llora.  En la entrada, Tercera Hermana. Una maleta a la espalda.  Un hilillo de sangre que cae de su labio partido. 

-Ese hombre.  Mire lo que le hizo.  Yo se lo dije que no le convenía como marido.
-Sí, Mamá. 
-Borracho otra vez?
-Sí, aunque me había prometido que ya no iba a beber más.
-Hay que llevarla al hospital.
-No. El hospital no. Allá hacen preguntas. Y llaman la policía. 
-Por eso, mejor que la llamen.
-Yo no quiero mas problemas. Además el está aquí. El sabe como coser a la gente.
-Pues que le vamos a hacer. Mire, hijo, lo que pueda hacer por ella
-Pero no tengo instrumentos. Ni anestesia.
-Por la anestesia no se preocupe. Yo me aguanto.
-Se le podría infectar. Le podría quedar una cicatriz fea
-No importa. Haga lo que pueda.
-Tráigame entonces el alcohol, Madre. Y algo de hielo.  Esparadrapo, si tiene. Y pregúntele a la costurera de la esquina si tiene una aguja de coser nueva, y también hilo de nylon, del delgado.

Tercera Hermana se ha calmado al fin, dando pequeños sorbos a la infusión que le ha preparado la Madre. Habla sobre su reciente matrimonio y sobre como se habían casado despues de conocerse por tan poco tiempo.  Se ha disculpado por no haberme invitado a su matrimonio. Le he dicho que comprendo. Busca en su bolso y me muestra la foto de su matrimonio.  El hombre, de mirada dura, enfundado en un traje alquilado que le queda demasiado grande, la toma de la cintura. Ella se ve tan alegre y optimista, sosteniendo su ramo de flores artificiales. 

Se duerme hacia el amanecer, temerosa de que el hombre venga a buscarla.  El transcurso del día hace que su rostro se hinche aún más que la noche anterior, en tonos diferentes de violeta. 
-Y cuando se conocieron?
-Hace tres meses, nada mas. 
-Y por que se casó entonces?
-Estaba muy enamorada.
-Y el ya sabe?
-Que cosa?
-Lo de su embarazo.
-Pero yo no estoy embarazada.
-Mamá me lo dijo
-Cuando?
-Anoche.  Dice que lo ha visto en su cara
-Pero nada mas es un atraso. No me he hecho una prueba todavía.
-Usted sabe que ella nunca se equivoca en esas cosas. 

La Madre entra, con aspecto grave y preocupado, y me llama aparte:
-Vaya hasta la plaza, y me trae Caléndulas, para hacerle un emplasto a su hermana. Y trate de demorarse un poco. Su papá viene para acá. 

La plaza de mercado, como siempre tan atestada, y llena de voces, con su espectáculo atroz de animales abiertos en canal y sus montoncitos de verduras sobre los andenes. Hago despacio el camino de regreso con una bolsita de plástico llena de corolas doradas. Tercera Hermana, asomada a la ventana, llora un poco, en silencio.  El Padre ya se ha ido. Los Hermanos estuvieron, también.  Han ido a buscar al hombre, para escarmentarlo.  El Padre ha decidido que puede quedarse una semana o dos, hasta que se ponga buena.  Luego tendrá que regresar con el  marido.  No es conveniente que críe sola un hijo.  Los hijos necesitan de un papá y una mamá.  Ha dicho que no tema, que despues de lo de hoy el hombre no volverá a intentar nada en su contra.

"Apareciste una noche fría
con olor a tabaco sucio y a ginebra,
el miedo ya me recorría mientras cruzaba
los deditos tras la puerta.
tu carita de niño guapo se la ha ido
comiendo el tiempo por tus venas
y tu inseguridad machista se refleja
cada día en mis lagrimitas"
Malo.  Bebe
Pafuera telarañas. 2004. EMI
   

lunes, 9 de julio de 2012

Vox faucibus haesit

"Creo que nunca más volveremos a vernos,
La mañana esconde su ojo ante mí.
He estado demasiado tiempo arrodillada
Ante tu silencio crepuscular.
Oh, nuestros labios ansían juegos
Florecientes nos hubiéramos besado bajo las grandes estrellas.
Velos fúnebres envuelven
Los elementos del cielo resplandecientes de oro"


Creo que nunca volveremos a vernos. Else Lasker-Schüller. Styx. 1902


Unfortunate moment of misunderstanding.  Jim Fiscus
Fotografía.  2009.  MProject gallery

Las visitas de V han sido mas frecuentes durante los últimos dias.  Ha embarazado a su mujer, pero las cosas no han ido bien. Ha tenido hemorragias. La han relevado de sus turnos. Le han ordenado reposo en cama. Le han prohibido tener relaciones sexuales.  V ha llegado de nuevo a mi cuarto, un poco antes del caer la noche.  Ha dejado una bolsa de plástico en la mesita de noche mientras empieza a desnudarse.
-Que es?
-Galletas de soda, para ella.  Es lo único que le quita las náuseas de la mañana.  Coma una, si quiere. Ya abrí el paquete.
Contrario a su costumbre, de únicamente bajarse los pantalones y penetrarme inmediatamente, V. se desviste. Despacio. Completamente. Con cuidado va doblando sus prendas a medida que las retira de su cuerpo y las deposita sin prisa sobre la silla.  Mientras lo observo,  sin darme cuenta, estoy mordisqueando la esquina de una galleta, salpicada de sal.   Finalmente, se ha tendido en la cama. Aunque no hay ventanas en el cuarto, el tragaluz en lo alto de la pared deja entrar un poco de la última luz dorada de la tarde, que hace resplandecer su cuerpo, largo y moreno.  El aire caliente se hace denso con el olor de su cuerpo. Escucho su voz, preguntandome porque no me he desnudado aún.  Mi mano recorre el contorno firme de su muslo.  De nuevo la sensación familiar de su sexo alojándose más allá de la garganta, donde no permite la respiración.  La sensible piel del saco escrotal se contrae automáticamente, con el contacto de mi lengua. V respira agitadamente.  Un poco mas abajo, un  poco mas allá de lo que nunca me ha dejado llegar, y sus piernas se separan y se levantan para darme espacio.  Gime cuando la punta de mi lengua trata de entrar. El agujero, húmedo, se contrae y dilata sucesivamente. Un gruñido vibra desde el fondo de su pecho. Me incorporo entre sus piernas, y frente a frente veo en su rostro la expresión del deseo.  Comprendo. Su  respiración agitada. Su mano que, asiendo mi sexo lo ubica para alinearse mejor. Un movimiento gradual y de pronto estoy dentro. Tan cálido. Tan placentero.  Jamás había penetrado a nadie antes.  V pide más. Mas fuerte. Mas rápido. Su erección tan sólida, rozando mi abdomen. Una gota de sudor corre por su mejilla.  Respira entrecortadamente, con la boca abierta.  En su interior, algo semiblando, probablemente su próstata, se endurece perceptiblemente. Sus músculos se contraen en espasmos periódicos. No puedo detener mi orgasmo, tan intenso como nunca antes, casi intolerable.  Cuando la crisis cede, noto que mis labios están buscando los suyos.  Entonces, su expresión cambia, como al volver de un sueño y, rápidamente me esquiva.
-Ya se me hizo tarde.  Me tengo que ir.
Un instante en el baño para limpiarse. Otro para vestirse apresuradamente.  En mi garganta unas palabras atoradas.  Quisiera decirle que lo extrañaré cuando regrese a su ciudad a la orilla del mar, pero en realidad somos muy poco mas que extraños.  Apenas sabemos nada del otro. Sólo nuestros cuerpos.  Sé que para él soy sólo una válvula de escape, un poco mejor que su mano derecha.  Unicamente un entorno seguro donde mostrar una parte de sí que no le muestra a nadie, ni reconoce siquiera ante sí mismo. Ya se ha ido.  El cuarto permanece saturado de su presencia.  La humedad de su orgasmo todavía sobre mi estómago.



Crustulum Monstrum.  Tinta sobre papel. 2012

Despierto, un poco antes de la primera luz.  La ducha fría me ayuda a desprenderme del olor de V. El pasillo esta vacío aún. En el amanecer silencioso, se oye casi imperceptible el llanto de una mujer desde uno de los cuartos cercanos.  Probablemente es ella.  La voz de V murmura algo ininteligible por lo bajo, en tono de reconvención.  Es ella, definitivamente.  Mi turno espera.  Hay pacientes que valorar para las cirugías de la mañana.  El anestesiólogo llegará pronto a firmar las notas.

Procedimiento número uno: Ortopedia.  Reemplazo total de cadera.   Tipo de anestesia: Raquídea
Procedimiento número dos: Cirugía general. Colecistectomía laparoscópica.  Tipo de anestesia: General. 
Procedimiento número tres: Suspendido temporalmente por solicitud de Gineco-obstetricia para procedimiento de urgencia.  Legrado por aborto espontáneo incompleto. Edad gestacional estimada: 12 semanas. 

Sobre la mesa de cirugía, La mujer de V.  Triste y ausente.  El anestesiólogo recita sus órdenes de medicamentos para la inducción, mientras conecto los instrumentos de monitoreo.  Ha decidido que al ser un procedimiento corto no es necesario intubar.  Ha conectado la válvula de halotano a la máscara de ventilación y me ha ordenado ventilarla manualmente.  Luego se va para adelantar el siguiente procedimiento en el quirófano dos.  La mujer es pálida, blanquísima.   Bajo la piel de su cuello las venas se colorean levemente de azul. A pesar de hacer presión con la máscara, el gas se escapa un poco por los instersticios, con su inquietante olor de dulce metálico.  En sus sueños, un lejano día, el primer año de universidad, cuando tuvo que pasar por lo mismo, aunque voluntariamente, por un descuido con su novio de entonces.  Ahora, sin embargo, es diferente.  Se había aferrado a su incipiente maternidad, e incluso había visto en ella la posibilidad de reencuentro con V, con quien las cosas se habían hecho tan distantes.  El rostro que habría tenido la criatura no nacida, si las cosas hubiesen sido de otra forma, se le aparece a través de una densa bruma. 

El largo día ha terminado.  Ha sido el último turno.  La ceremonia de graduación será en un par de semanas.  Debo recoger mis cosas, aunque no hay mucho que recoger. Ya pronto vendrán los nuevos internos, a ocupar el lugar de los que nos vamos.  Las puertas de la mayoría de los cuartos están abiertas, y los cuartos vacíos.  Incluso el de V.  Se ha ido sin decir adiós. Es mejor así. 

Llego de nuevo a la antigua casa de la Hermana Mayor.  La Madre me ha pedido que regrese a su lado, ahora que ha quedado sola.  Golpeo la puerta y al abrir me recibe con un abrazo, como en los viejos tiempos.  En la sala de estar, Hermano Mayor, que se encuentra de visita.  Parece sorprendido de verme allí.  Un apretón de manos, breve.  En la mesita, el café, recién servido.   Un plato de las tortas fritas de harina de trigo, que la Madre acostumbra servir a las visitas.  Un minuto de silencio. 
-Vaya y descarga su maleta, mi hijo, y viene a tomar el café con nosotros.  Está desocupado el cuarto de abajo.
Al regresar, un hilillo de vapor aún se levanta de la taza de café a medio beber.  Sobre la servilleta, una torta con dos mordidas. 
-Tómese su café antes de que enfríe, mientras le preparo algo de comer.  Su hermano tuvo que irse. Se acordó de una diligencia urgente...  

 
4′33″John Cage.  1952


Dream House. John Debney. 2011

sábado, 16 de junio de 2012

Rosa de papel

"Las rosas de papel no son verdad
y queman
lo mismo que una frente pensativa
o el tacto de una lámina de hielo.
Las rosas de papel son, en verdad,
demasiado encendidas para el pecho"
Las personas del verbo. Jaime Gil de Biedma. 1982


Beloved.  Camille Allen
Escultura de polímero y mohair. 2005  

La larga noche ha terminado otra vez. Pesada, como siempre, con el dolor de los que sufren.  Se han hecho los procedimientos. Se ha pasado la ronda. Se ha diligenciado la papelería correspondiente. Un momento a solas. El viejo televisor en la vacía sala de estar, sintonizado en el único canal que es visible a través de la estática, transmite un documental sobre el lejano oriente.  La cultura japonesa recibió históricamente fuertes influencias de la cultura china. Los ojos pesan. Podemos así observar estas xilografías en madera, típicas de finales del periodo Edo y principios del período Meiji, tambien conocidas como Ukiyo-e. Al apretar la punta de los dedos contra los párpados cerrados, un destello luminoso.  La substancia resinosa exudada por dichos insectos se emplea en la elaboración de laqueados polícromos. Una punzada en la espalda. Estos plegados de papel buscan imitar el mundo natural, como se puede observar en esta pieza creada por Toshikazu Kawasaki: La rosa Kawasaki. La narradora continúa su monótona disertación pero la imagen de la rosa persiste. La rosa es un milagro de simetría casi orgánica. Una nube de pétalos en delicadísimo papel de arroz, que parece flotar ingrávida en un mar de negrura.  La belleza de la rosa es casi intolerable. De pronto, el chirrido discordante del altavoz, tan difícil de descifrar. Todos los médicos internos en post-turno favor presentarse en la oficina del coordinador.

Una docena de rostros pálidos se agolpan en el cubículo de la coordinación.
-Ya se habrán enterado que tenemos un caso de transposición de grandes vasos en la unidad de recién nacidos. Un caso interesante, sin duda. Pocas veces visto. Sin embargo morirá dentro de poco a no ser que se opere pronto.  La  Clínica de cardiología infantil en la capital ha acordado recibirlo. El ejército había prometido ayudar con el translado aéreo, pero se han echado atrás en el último momento, así que lo llevaremos por tierra. Uno de ustedes irá, no puedo sacar a uno de los que están de turno, se necesitan en consulta.  No, no puedo autorizar el translado de la ambulancia principal.  Tendrán que ir en la vieja.  La madre? no hemos podido ubicarla.  Apenas tuvo fuerzas de ponerse en pié despues del parto, se fué y no sabemos de su paradero.  Si, necesita ventilación mecánica.  No se pueden llevar el ventilador pediátrico porque tenemos uno solo.  Habrá que ventilarlo manualmente durante todo el translado.  A ver. Cada uno diga un número.  El ocho es el afortunado.  Busque a la enfermera de turno para remisiones, ella lo va a acompañar.  Y dígale al conductor que vaya despacio y con cuidado. Si se le sale el tubo va a tener que volverlo a intubar en la carretera y no va a querer que eso pase. 

Evangelina espera ya en la ambulancia.  Parece un poco mayor para tener que seguir trabajando aún. Tiene ojos que sonríen, aunque parecen cansados, y cuando coincidimos en los turnos de noche comparte con nosotros el arroz con huevo que cocina en la hornilla eléctrica que tiene escondida en el vestidor de enfermeras.  La ambulancia es apenas una furgoneta pequeña, pintada de blanco con algunos distintivos y con los cristales de las ventanas cegados con película adhesiva blanca.   Adentro apenas cabe la incubadora neonatal, y nosotros, encorvados y plegados alrededor de ella.  El techo ridículamente bajo impide sentarse derecho.  El recién nacido, tan azul. Tan pequeño. Tan incomprensiblemente frágil. Con la punta de los dedos debe apretarse levemente el caucho del dispositivo de ventilación. Más fuerza reventaría sus pulmones inmaduros. Hay que tener cuidado. Una ventilación cada cinco segundos.  No puede verse hacia el exterior, excepto por una pequeña hendidura en el margen de uno de los cristales, donde se ha levantado la película plástica. La ambulancia se inclina, levantando su nariz en un ascenso sostenido, lo que indica que hemos llegado a la vertiente occidental de la gran cordillera. Mil curvas a la derecha y mil contracurvas a la izquierda.  La vieja ambulancia traquetea como si fuera a desarmarse. Con el pasar de las horas, se levanta el frío penetrante de las cumbres del páramo. A intervalos regulares, Evangelina busca en su bandeja de jeringas preparadas los medicamentos que administrar para mantenerlo sedado, y los inyecta con paciencia infinita por el lateral del equipo de goteo. Sabe que será un desastre si el catéter llega a obstruírse.   A duras penas pudieron encontrar una sola vena del tamaño suficiente.  El lento y prolongado ascenso empieza a convertirse en descenso, y el  frío en calor asfixiante. Bajo el ardiente calor del medio día, el metal de la carrocería quema al tocar el techo.  El sudor empapa la espalda, que se pega a la ropa. Afuera, el ruido de muchas aguas. Por la esquina de la ventana se ve un retazo minúsculo del gran río de la Magdalena.   Al caer la noche, el ascenso a la gran meseta.  La media noche encuentra a Evangelina cabeceando y luchando contra el sueño.  Se duerme, por fin, alli sentada, con los brazos cruzados sobre el pecho. Pasa de las tres de la madrugada. Es hora de la medicación.  Sus ojos se mueven, veloces bajo sus párpados.
-Despierta. Se pasa la hora de la dosis.
Sus ojos se abren de repente, confusa.  Por un instante me mira y su rostro se estremece con una expresión aterrorizada. Su boca se abre como para gritar. Vacila. Entonces parece regresar a la realidad, frotándose los párpados. Relee la hoja de órdenes medicas y reordena su alijo de jeringas.
-Que pasa?
-Nada
-Nada?
-Solamente un mal sueño.
-Cuenta
-Nada, bobadas.
-Que?
-Soñaba que estaba aquí. Y también el bebé. Pero usted no estaba, y en su lugar había algo.
-Algo como que?
-No sé. Algo como un monstruo. O dos, tal vez
-Curioso.
-Por que? Todo el mundo tiene pesadillas a veces. Usted no?
-Nunca he tenido una. Ni un sueño en general, que pueda recordar.

 
Pesadilla y cansancio. lapiz sobre papel. 2008

Falta poco para el amanecer. El olor a ceniza y carbón mojado indica que entraremos pronto en la vasta ciudad.  Por la rendija de la ventana aparecen poco a poco sus luces.  La ambulancia atraviesa en silencio avenidas desiertas flanqueadas por innumerables bodegas industriales idénticas, grises, de aspecto desolado, envueltas en niebla. Finalmente, la clínica. la barra de la entrada se levanta con un chirrido de metal oxidado. Luego, el dispendioso proceso de bajar la incubadora tratando de que se mueva lo menos posible.  Los músculos engarrotados no lo hacen fácil.  Por fin afuera, se hace dificil enderezarse y extender el cuello.  El vigilante de la entrada revisa los documentos y nos deja pasar. Deben ir a cuidado intensivo.  Se toma el ascensor doblando a la izquierda al fondo de ese pasillo.  Largos pasillos blancos, vacíos. Misma agresiva luz fluorescente de todos los hospitales. El ascensor se estremece con un temblor leve al subir despacio hacia el tercer piso.  Alguien que nos reciba esta remisión, por favor.  Tienen que hablar con el pediatra.   No tarda, esperen aqui.  A que horas la última dosis? A las tres y media. Fírmeme por favor el recibido.    De nuevo, en la ambulancia, aunque esta vez nos podemos sentar adelante, en la cabina.  Veo que me preocupé en vano de que el conductor pudiese acelerar demasiado durante el translado.  A toda velocidad apenas sobrepasa los treinta kilómetros por hora.  Ojalá pudiéramos ver la ciudad desde algun punto elevado para saber como es, pero debemos regresar inmediatamente según nos fue ordenado.  Al menos podré ver el paisaje de regreso.  Las luces de la ciudad van quedando atras y desde el descenso de la gran meseta se divisa el resplandor de cien pueblitos distantes, bajo el amanecer incipiente.  No recuerdo haber pasado por estas abruptas paredes de granito. Ni por este túnel. Ni por este puente.  A estas alturas, deben estar en la mesa de operaciones, ya.  Ojalá pueda hacerse algo. Entonces veo de nuevo la figura de la rosa de papel, girando en mi memoria.   La base ha de ser un papel cuadrado, como lo requiere la tradición, pero parce una forma imposible de plegar a partir de un cuadrado.  En mi mente, se pliega y se despliega, sin encontrar una explicación lógica.  La gran cordillera parece mucho mas enorme ahora que se ve a la distancia, coronada de nubes.  Al otro lado, la pequeña ciudad, iluminada por el rojo dela tarde.  Evangelina se queja de su espalda. En el firmamento la luna recien nacida, delgada como una pestaña blanca.  Al fin de regreso.  En la reja exterior, una figura se reclina contemplando la fachada deslucida del hospital.  Algo familiar.  El viejo vestido de ir a misa los domingos de la Madre.  Déjeme bajar aqui.  Es ella, efectivamente.  No nos hemos visto hace veinte lunas nuevas. Parece sorprendida de verme.  Parece que hubieran pasado muchos años sobre ella.  Ha encanecido. Está mucho más delgada. Se adivinan en su rostro largas noches sin sueño. Por un momento que parece interminablemente largo, vacila sin saber que decirme, al igual que yo.   Finalmente, rompo el silencio. 
-Bendición, mamá.
-Que Dios lo bendiga, mi hijo.
Un beso en la frente. Un abrazo.  Me parece haber regresado de la escuela después de un dia inusualmente largo.   De repente, en medio del abrazo, el imaginario cuadrado de papel se pliega en una espiral doble, sobre sí mismo, en la respuesta que buscaba.  La Madre llora en silencio.  Entonces me doy cuenta que me abraza con un solo brazo, porque con el otro carga un bebé dormido. 
-Y este niño?
-De su hermana, la mayor.  Ahora lo cuido yo. Ella me recibió desde que las cosas se hicieron difíciles con su papá.  El decía que yo tenia la culpa...  No vale la pena hablar de eso ahora.   Este viernes será un mes desde que ella se fué.  No tenía vida desde que el hombre se fué a buscar trabajo en el extranjero.  Yo se lo dije que no.  Su marido se lo prohibió.  Dijo que era muy peligroso para ella. Que mejor se quedara para cuidar el niño. No hubo manera de convencerla. Terminados los cuarenta días del parto, se fué de todas maneras.  No sé de donde consiguió la plata.  Hace dos semanas llamó por última vez, antes de cruzar el río. Pobrecita ella, que ni sabe nadar.  Dijo que no podría comunicarse por dos o tres días. Que tenía que pasar por un desierto a pié.  No hemos sabido nada mas. 

"Ningún sol brilla sobre mi
ningún seno me dio su leche.
En mi garganta un tubo
y en mi vientre ningún ombligo"
Mutter. Rammstein
Mutter. 2001. Motor records.


"Madre me enseñó bien
me dijo, cuando yo era joven
hijo: tu vida es como un libro abierto,
no la cierres hasta que no hayas terminado"
Mama said. Metallica
Load. 1996.  Elektra records


 
"Cuando era una niña pequeña
pregunté a mi madre que habría de ser:
¿sería linda?  ¿sería rica?
y esto es lo que me dijo:
Que sera, sera.
Lo que tenga que ser, ha de ser
No nos corresponde conocer el futuro.
Lo que ha de ser ha de ser"
Que sera, sera.  Doris Day
Jay Livingston y Ray Evans.
The man who knew too much. Alfred Hitchcock. 1956  

martes, 15 de mayo de 2012

Sed de sed

"Mi vida y mi pensamiento luchan desesperadamente por arrancar el manto de impureza de mi corazón, pero mi cuerpo, lleno de sangre y de calor, se arroja sobre las llamaradas geniales de la pasión... la pasión es en mí algo que me da muerte y me da vida al mismo tiempo: muerte al cuerpo y vida al espíritu... Yo amo las pasiones y las detesto, porque mi espíritu es doble... mi voluntad está muerta y por eso soy un náufrago en la pendiente escabrosa del amor... ¡Cuándo terminará mi calvario carnal! Todos los días mi cuerpo es más fuego y mi alma más alta. ¿Cuándo alcanzaré felicidad y amor de verdad? ¿Cuándo seré limpio de amor trágico y de corazón? ¿Cuándo amaré a lo que me ama?"
Federico García Lorca. Impresiones y paisajes. 1918

Baño turco y autorretrato.  Charles Demuth.
Oleo sobre lienzo. 1918. Museo Thyssen

"-Puedes oírme?
-Si
-Por que devoras a la gente?
-No a la gente. A los cerebros
-Sólo los cerebros?
-Sí
-Por que?
-Por el dolor!
-Que hay con el dolor?
-El dolor de la muerte
-Duele estar muerto?
-Puedo sentir como me pudro
-Devorar cerebros... Como te hace sentir?
-Es lo único que aliviará este horrible sufrimiento"
The return of the living dead. Dan O´Bannon. 1985

Fotograma de Max Schrek como el Conde Orlok.
Nosferatu, el vampiro. F.W Murnau. 1922

El bosque húmedo de niebla, pletórico de arrayanes en flor, flanqueando la carretera plagada de maquinaria, pasa veloz ante mis ojos a través del cristal semicerrado de la ventanilla.  El gran valle. Los altos picos azules.  Una cumbre nevada. Un pueblo diminuto aferrado a los lejanos flancos de la cordillera.  El bosque de pinos sembrado por la compañía papelera me alcanza con su fuerte olor a resina,  batallando con el olor del asfalto reciente, que los obreros se afanan en extender sobre el pavimento.   JL, al volante del auto de su madre, canta al son de una canción de moda que resuena en el pasacintas. M y su novio, en el asiento trasero, tratan de introducir sus lenguas en la garganta del otro más allá de lo que parece físicamente posible, para separarse solo al aproximarnos a la solitaria caseta de peaje, con un humedo sonido de ventosa.  La empleada, adormilada, recibe el pago y hace subir perezosamente la barra que bloquea el paso. Bajo su uniforme, el abultado abdomen de una maternidad inminente.  Mas allá, los extensos prados, habitados únicamente por las vacas que rumian bajo el tímido sol de la tarde, y las absurdas fachadas de los hoteles de carretera.  La ciudad del noreste es una imagen cuasi-especular de la nuestra. Un poco  más grande, quizá, y con la diferencia  importante de que cuenta con una sauna.  Es allí hacia donde nos dirigimos. Es bueno para sudar y eliminar toxinas y relajarse, han dicho.  Vieja casona.  Entrada al lado de la vitrina de un almacén de electrodomésticos, sin aviso alguno. Portón de madera, de pintura celeste, desconchada. Largas escaleras hacia el segundo piso. Viajar en auto siempre me da náuseas. Oxidada reja de hierro. Un par de golpes. Un hombre sale a dar la bienvenida. Hace girar la llave en el pesado candado y retira la cadena. Adelante, por favor.  Piso de desvaídas baldosas cerámicas amarillas con patrones geométricos. El hombre del mostrador toma nuestros datos y nos entrega la llave para el casillero. El suyo es el número veinte. Macetas con plantas de plástico.  Que disfrute su estancia. Sólo una toalla para amarrar alrededor de la cintura.  La idea de estar tan desnudo ante los ojos de tanta gente me oprime el estómago y hace que mis náuseas empeoren. Es tarde, sin embargo, para arrepentirse.  Hombres de diversos tonos y formas cruzan, despreocupados, en todas las direcciones. Errando por los pasillos.  Conversando por las esquinas.  Viendo pornografía en los televisores de los cuartos. Gimiendo tras los delgados tabiques. Fumando en el patio trasero. El lugar parece haber sido una casa familiar. las ventanas a la calle han sido clausuradas con láminas de contrachapado.  El cuarto de vapor parece haber sido alguna vez la habitación principal. Las habitaciones menores han sido subdivididas en cubículos y laberintos.  Una vez hemos terminado el recorrido de reconocimiento por las instalaciones, mis acompañantes me indican que es recomendable ducharse antes y despues de entrar a la sauna húmeda o a la seca, para estimular la circulación. Al salir de la ducha, han desaparecido de vista.

Bruma de otro lugar.  Acrílico sobre cartón. 2002

El vapor del cuarto húmedo es tan denso que casi podría apartarse con las manos. De las blancas baldosas del techo, cae intermitente una lluvia de gruesas gotas de agua caliente.  Los hombres se adivinan entre la semipenumbra como unas formas difusas e inciertas, con las piernas excesivamente abiertas.   En el extremo más alejado del cuarto, algunas ramas de eucalipto se cuecen en el agua hirviente de una poceta, que arroja chorros de vapor a largos intervalos.  El hombre más próximo se acomoda la toalla sobre la entrepierna. Mira fijo y sonríe.  El calor se hace sofocante.  El vapor oprime el pecho.  Los párpados queman. Cuesta respirar.  Al fin el aire exterior. El chorro helado de la ducha hace contraer todos los músculos en un único espasmo.  La sauna seca parece tener una temperatura más tolerable.  Al cerrarse la puerta, la estancia queda en en oscuridad completa. El penetrante olor compuesto por el sudor de los cuerpos de innumerables desconocidos, probablemente a lo largo de varios años, es a la vez repulsivo y atrayente y despierta en mí algo parecido al hambre.  En algún lugar una especie de estufa silba como un ganso furioso.  A tientas trato de buscar un lugar libre en el banco de madera.  En la oscuridad, el ruido desacompasado de muchas respiraciones diferentes.  Un lugar donde sentarse, al fin.  A la izquierda de mi rodilla, los vellos de una pierna ajena hacen un leve contacto con los de la mía.  Inmóvil, siento como se acerca un poco mas y su piel hace contacto con mi piel. Se frota un poco.  Luego, una mano sobre mi muslo. El contacto de su palma es húmedo y caliente. Se desliza hacia arriba cuidadosamente, despacio. Me animo, por fin a colocar mi mano sobre su rodilla.  Un poco mas arriba, su muslo, que se siente firme y cubierto de vello áspero.  Luego su sexo, completamente duro, que pulsa en sincronía con los latidos de su corazón.  De alguna manera, sin darme cuenta,  me encuentro de rodillas ante el hombre, a quien no he visto, y a quien probablemente no llege a ver nunca.  De alguna manera, su masculinidad se encuentra alojada en lo más profundo de mi garganta.  Aguanto la respiración durante un largo tiempo.  Su respiración agitada y sus gónadas que se contraen en la palma de mi mano me dicen que su clímax se encuentra cercano.  Otra presencia anónima se ha acercado, apretándose contra el primero, presto a tomar su sitio, empujándome con sus manos, siempre mas hondo.  Inevitablemente, las contracciones del orgasmo llegan.  Destellos breves de la vida de un desconocido. Su semilla sabe a sal y a historia personal. Pronto se marcha y el segundo ocupa su lugar, asistido por un tercero. El sentido del tiempo se pierde. La noción de la distancia se desvanece. Los sentidos se embotan y son reemplazados por algo similar a la ebriedad. Manos que acarician. dedos que pellizcan y hurgan. Dientes que muerden.  Las gotas ardientes de sudor que caen en mis ojos, eventualmente dejan de sentirse.  El cansancio del cuerpo, a su vez tambien desaparece.  Los tributos de sus orgasmos, tan iguales, pero tan diferentes, parecen fundirse en un único continuum. En algún momento, una voz desde la entrada que llama. Poco a poco mi propio cuerpo se va haciendo mas concreto y noto que a mis músculos engarrotados les cuesta trabajo incorporarme.  han estado buscándome.  Dicen que es hora de partir.  Me parece haber llegado hace tan poco, sin embargo ya pronto será la hora del cierre.  Debemos regresar.  Al vestirme noto cuan cansado me encuentro en realidad. Estoy fatigado pero aún no se sacia el hambre. Aún tengo sed por más. 


 
"En la oscuridad, tus manos que acarician mi cintura;
mi cuerpo que, desnudo, es cosa tuya;
tu aliento que me quema de pasión.
En la oscuridad, tus brazos que me aprietan como locos;
y, luego, este rendirse poco a poco,
latiendo por mis venas tu canción.
Sigue amor, sigue así: besándome con rabia, marcándome la piel.
Sigue amor, soy feliz y no me importa nada beberte de una vez."
En la oscuridad. Amparo Grisales
Seducción. 1993. EMI