Circulo de silencio
Cielo y Agua. Maurits Cornelius Escher. Litografía. 1942
"acuosas nieblas bajan
tupidas como redes
cuyos dueños reposan,
traduciéndose en vidrio
lúcido mientras flotan
las torres del castillo
hacia mí hiriendo el rostro
del silencio. Ascienden
sus miembros poderosos
y álgidos, pelo grave
más que mármol, y cantan
de un mundo más amable
que ninguno. Estos cantos,
hermanas, sobrepasan
al oído gastado
que aquí, en el campo, escucha
bajo el orden impuesto"
Sylvia Plath. El Coloso. 1960
Representación gráfica de la Función Zeta de Riemann en el plano complejo
Jan Homann. 2007
El Padre y la Madre han decidido volver a su pueblo natal, a establecerse de nuevo en los remotos cerros donde se conocieron por primera vez. No puedo ir con ellos. Debo quedarme con mis estudios que apenas empiezan. He quedado varado con Hermana Mayor y su marido. Han decidido acogerme en su hogar. Una pequeña casa, suspendida de las laderas del perímetro de la ciudad. Me han hecho espacio en su sótano. se respira esporas y humedad. Una ventanita en la pared del fondo, insuficiente para asomar la cabeza, donde suelo pasar las horas, con la nariz pegada al vidrio. El cielo nocturno de la ciudad está despojado de las estrellas que siempre poblaron las noches del campo. Mas allá del cristal, el fondo del barranco. Diminutos ranchos de plástico y madera donde viven los desposeídos. Al otro lado, al tope de la ladera opuesta, un lote de parqueo. Los choferes suelen parquear sus vehiculos, apearse y orinar de pie contra la reja. Muchas veces, cuando notan que los observo terminan por masturbarse. A veces, incluso dicen adiós con la mano. Terror geométrico. Carboncillo sobre papel. 2009
El timbre repica. En la puerta, un hombre joven, flaco, de aspecto un tanto desvalido. Chaqueta de paño planchada cuidadosamente, demasiado grande para su cuerpo. Vieja corbata de aspecto raído. Su piel muestra las marcas de largas horas a la intemperie. Sonrisa ancha y franca. Extiende su mano para saludar, cubierta de los callos que deja el trabajo manual. Desea saber mi opinión acerca de el sufrimiento que aflige a la humanidad. Le digo que la humanidad no conoce aún el sufrimiento. Dice que el deterioro de las condiciones imperantes es un signo del fin inminente del sistema mundial, como fue predicho hace siglos, en el libro del tiempo del fin. Que la Divinidad ha concedido a los hombres, un tiempo para demostrar su capacidad para dirigir su propio destino, y que cuando esta incapacidad se haga completamente evidente, retomará de nuevo el Reino de este mundo y aniquilará el espíritu del caos, otorgando a los malvados el castigo de la no-existencia, destruyendo todos los sistemas corruptos, y reinstituyendo en la tierra la belleza y armonía del Paraíso. Con emoción señala las líneas en el libro con su índice, mientras sus ojos se iluminan: "El mismo estara con ellos. Y enjugará sus lágrimas. Y no habrá mas angustia ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado." Sus ideas difieren bastante de lo que nos contaron el Padre y la Madre, y de lo que escuchamos en la misa dominical, en las que escuchamos sobre los tormentos del infierno y la vida eterna en el cielo. El Padre estaría sumamente contrariado si escuchara esto. He pedido permiso a Hermana Mayor para asistir a una de las conferencias del hombre. Ella ha considerado impropio dejarme ir por mi cuenta y me acompaña. Un pequeño salón de sillas de plástico. Sin imágenes. Sin Adornos. Un grupo de gente de aspecto pobre, en su mejor ropa de domingo que se esfuerzan en un debate sobre exégesis bíblica sobre el primer capítulo del Evangelio de Juan, donde, trabajosamente y por turnos, todos intentan aportar su opinión. En el principio era la palabra. Y la palabra estaba con Dios. Y la palabra era divina. La falta de artículo definido indica que a pesar de tener una naturaleza divina, la palabra en si misma no es Dios. Contradice la doctrina de la trinidad. Posibles orígenes paganos en la Trimurti. Hermana ha solicitado audiencia con los encargados. Les ha pedido ayuda para curar mi peculiaridad. (Es así desde pequeño. Los curas no pudieron hacer nada). Han hablado conmigo. me han recordado que la Divinidad me ama sin importar mis pecados. Sin embargo, los pecados son igualmente malos aunque se lleven en el corazón y no se lleven a la realidad. Me han dado folletos y revistas para leer. Me han regalado una biblia nueva, con subrayados y notas al margen. "¡Qué! ¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones, ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios. Y, sin embargo, eso era lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios." (sexto capítulo de la primera carta a los Corintios). Curioso fraseo del texto, con un estilo gramatical menos arcaico que la biblia de la mesita de noche de la Madre. Los folletos explican que el sexo es una bendición otorgada por la divinidad, pero no es para todos. Compara la situación de los homosexuales con la de los cónyuges de personas crónicamente enfermas que no pueden cumplir sus deberes maritales: Se sabe que tienen impulso sexual pero deben aprender a vivir prescindiendo del sexo por completo (excepción hecha de los que pueden desarrollar algún grado de respuesta heterosexual, que tiene permitido casarse con una mujer una vez han dado muestras suficientes de rehabilitación). Hay una sugerencias sobre cosas que se puede hacer para combatir el deseo sexual: Ejercicio físico. Estudiar la Biblia. Enseñar a otros. Mantenerse ocupado en actividades espirituales. Pedir fuerzas al poder superior. Seleccionar unicamente amistades cristianas. Identificar situaciones potencialmente excitantes para evitarlas a tiempo. Una larga lista de etcéteras.
"El reino de este mundo
ha llegado a ser el reino de nuestro Dios
y de su Cristo
y El reinará por siempre y para siempre"
(Apocalipsis 11, 15)
El Mesías. HW56. Aleluya. Georg Friedrich Händel. 1741
Andre Rieu, la orquesta Johann Strauss y el coro Harlem Gospel Choir. 2004