martes, 15 de mayo de 2012

Sed de sed

"Mi vida y mi pensamiento luchan desesperadamente por arrancar el manto de impureza de mi corazón, pero mi cuerpo, lleno de sangre y de calor, se arroja sobre las llamaradas geniales de la pasión... la pasión es en mí algo que me da muerte y me da vida al mismo tiempo: muerte al cuerpo y vida al espíritu... Yo amo las pasiones y las detesto, porque mi espíritu es doble... mi voluntad está muerta y por eso soy un náufrago en la pendiente escabrosa del amor... ¡Cuándo terminará mi calvario carnal! Todos los días mi cuerpo es más fuego y mi alma más alta. ¿Cuándo alcanzaré felicidad y amor de verdad? ¿Cuándo seré limpio de amor trágico y de corazón? ¿Cuándo amaré a lo que me ama?"
Federico García Lorca. Impresiones y paisajes. 1918

Baño turco y autorretrato.  Charles Demuth.
Oleo sobre lienzo. 1918. Museo Thyssen

"-Puedes oírme?
-Si
-Por que devoras a la gente?
-No a la gente. A los cerebros
-Sólo los cerebros?
-Sí
-Por que?
-Por el dolor!
-Que hay con el dolor?
-El dolor de la muerte
-Duele estar muerto?
-Puedo sentir como me pudro
-Devorar cerebros... Como te hace sentir?
-Es lo único que aliviará este horrible sufrimiento"
The return of the living dead. Dan O´Bannon. 1985

Fotograma de Max Schrek como el Conde Orlok.
Nosferatu, el vampiro. F.W Murnau. 1922

El bosque húmedo de niebla, pletórico de arrayanes en flor, flanqueando la carretera plagada de maquinaria, pasa veloz ante mis ojos a través del cristal semicerrado de la ventanilla.  El gran valle. Los altos picos azules.  Una cumbre nevada. Un pueblo diminuto aferrado a los lejanos flancos de la cordillera.  El bosque de pinos sembrado por la compañía papelera me alcanza con su fuerte olor a resina,  batallando con el olor del asfalto reciente, que los obreros se afanan en extender sobre el pavimento.   JL, al volante del auto de su madre, canta al son de una canción de moda que resuena en el pasacintas. M y su novio, en el asiento trasero, tratan de introducir sus lenguas en la garganta del otro más allá de lo que parece físicamente posible, para separarse solo al aproximarnos a la solitaria caseta de peaje, con un humedo sonido de ventosa.  La empleada, adormilada, recibe el pago y hace subir perezosamente la barra que bloquea el paso. Bajo su uniforme, el abultado abdomen de una maternidad inminente.  Mas allá, los extensos prados, habitados únicamente por las vacas que rumian bajo el tímido sol de la tarde, y las absurdas fachadas de los hoteles de carretera.  La ciudad del noreste es una imagen cuasi-especular de la nuestra. Un poco  más grande, quizá, y con la diferencia  importante de que cuenta con una sauna.  Es allí hacia donde nos dirigimos. Es bueno para sudar y eliminar toxinas y relajarse, han dicho.  Vieja casona.  Entrada al lado de la vitrina de un almacén de electrodomésticos, sin aviso alguno. Portón de madera, de pintura celeste, desconchada. Largas escaleras hacia el segundo piso. Viajar en auto siempre me da náuseas. Oxidada reja de hierro. Un par de golpes. Un hombre sale a dar la bienvenida. Hace girar la llave en el pesado candado y retira la cadena. Adelante, por favor.  Piso de desvaídas baldosas cerámicas amarillas con patrones geométricos. El hombre del mostrador toma nuestros datos y nos entrega la llave para el casillero. El suyo es el número veinte. Macetas con plantas de plástico.  Que disfrute su estancia. Sólo una toalla para amarrar alrededor de la cintura.  La idea de estar tan desnudo ante los ojos de tanta gente me oprime el estómago y hace que mis náuseas empeoren. Es tarde, sin embargo, para arrepentirse.  Hombres de diversos tonos y formas cruzan, despreocupados, en todas las direcciones. Errando por los pasillos.  Conversando por las esquinas.  Viendo pornografía en los televisores de los cuartos. Gimiendo tras los delgados tabiques. Fumando en el patio trasero. El lugar parece haber sido una casa familiar. las ventanas a la calle han sido clausuradas con láminas de contrachapado.  El cuarto de vapor parece haber sido alguna vez la habitación principal. Las habitaciones menores han sido subdivididas en cubículos y laberintos.  Una vez hemos terminado el recorrido de reconocimiento por las instalaciones, mis acompañantes me indican que es recomendable ducharse antes y despues de entrar a la sauna húmeda o a la seca, para estimular la circulación. Al salir de la ducha, han desaparecido de vista.

Bruma de otro lugar.  Acrílico sobre cartón. 2002

El vapor del cuarto húmedo es tan denso que casi podría apartarse con las manos. De las blancas baldosas del techo, cae intermitente una lluvia de gruesas gotas de agua caliente.  Los hombres se adivinan entre la semipenumbra como unas formas difusas e inciertas, con las piernas excesivamente abiertas.   En el extremo más alejado del cuarto, algunas ramas de eucalipto se cuecen en el agua hirviente de una poceta, que arroja chorros de vapor a largos intervalos.  El hombre más próximo se acomoda la toalla sobre la entrepierna. Mira fijo y sonríe.  El calor se hace sofocante.  El vapor oprime el pecho.  Los párpados queman. Cuesta respirar.  Al fin el aire exterior. El chorro helado de la ducha hace contraer todos los músculos en un único espasmo.  La sauna seca parece tener una temperatura más tolerable.  Al cerrarse la puerta, la estancia queda en en oscuridad completa. El penetrante olor compuesto por el sudor de los cuerpos de innumerables desconocidos, probablemente a lo largo de varios años, es a la vez repulsivo y atrayente y despierta en mí algo parecido al hambre.  En algún lugar una especie de estufa silba como un ganso furioso.  A tientas trato de buscar un lugar libre en el banco de madera.  En la oscuridad, el ruido desacompasado de muchas respiraciones diferentes.  Un lugar donde sentarse, al fin.  A la izquierda de mi rodilla, los vellos de una pierna ajena hacen un leve contacto con los de la mía.  Inmóvil, siento como se acerca un poco mas y su piel hace contacto con mi piel. Se frota un poco.  Luego, una mano sobre mi muslo. El contacto de su palma es húmedo y caliente. Se desliza hacia arriba cuidadosamente, despacio. Me animo, por fin a colocar mi mano sobre su rodilla.  Un poco mas arriba, su muslo, que se siente firme y cubierto de vello áspero.  Luego su sexo, completamente duro, que pulsa en sincronía con los latidos de su corazón.  De alguna manera, sin darme cuenta,  me encuentro de rodillas ante el hombre, a quien no he visto, y a quien probablemente no llege a ver nunca.  De alguna manera, su masculinidad se encuentra alojada en lo más profundo de mi garganta.  Aguanto la respiración durante un largo tiempo.  Su respiración agitada y sus gónadas que se contraen en la palma de mi mano me dicen que su clímax se encuentra cercano.  Otra presencia anónima se ha acercado, apretándose contra el primero, presto a tomar su sitio, empujándome con sus manos, siempre mas hondo.  Inevitablemente, las contracciones del orgasmo llegan.  Destellos breves de la vida de un desconocido. Su semilla sabe a sal y a historia personal. Pronto se marcha y el segundo ocupa su lugar, asistido por un tercero. El sentido del tiempo se pierde. La noción de la distancia se desvanece. Los sentidos se embotan y son reemplazados por algo similar a la ebriedad. Manos que acarician. dedos que pellizcan y hurgan. Dientes que muerden.  Las gotas ardientes de sudor que caen en mis ojos, eventualmente dejan de sentirse.  El cansancio del cuerpo, a su vez tambien desaparece.  Los tributos de sus orgasmos, tan iguales, pero tan diferentes, parecen fundirse en un único continuum. En algún momento, una voz desde la entrada que llama. Poco a poco mi propio cuerpo se va haciendo mas concreto y noto que a mis músculos engarrotados les cuesta trabajo incorporarme.  han estado buscándome.  Dicen que es hora de partir.  Me parece haber llegado hace tan poco, sin embargo ya pronto será la hora del cierre.  Debemos regresar.  Al vestirme noto cuan cansado me encuentro en realidad. Estoy fatigado pero aún no se sacia el hambre. Aún tengo sed por más. 


 
"En la oscuridad, tus manos que acarician mi cintura;
mi cuerpo que, desnudo, es cosa tuya;
tu aliento que me quema de pasión.
En la oscuridad, tus brazos que me aprietan como locos;
y, luego, este rendirse poco a poco,
latiendo por mis venas tu canción.
Sigue amor, sigue así: besándome con rabia, marcándome la piel.
Sigue amor, soy feliz y no me importa nada beberte de una vez."
En la oscuridad. Amparo Grisales
Seducción. 1993. EMI