Federico García Lorca. Impresiones y paisajes. 1918
Baño turco y autorretrato. Charles Demuth.
Oleo sobre lienzo. 1918. Museo Thyssen
"-Puedes oírme?-Si
-Por que devoras a la gente?
-No a la gente. A los cerebros
-Sólo los cerebros?
-Sí
-Por que?
-Por el dolor!
-Que hay con el dolor?
-El dolor de la muerte
-Duele estar muerto?
-Puedo sentir como me pudro
-Devorar cerebros... Como te hace sentir?
-Es lo único que aliviará este horrible sufrimiento"
The return of the living dead. Dan O´Bannon. 1985
Fotograma de Max Schrek como el Conde Orlok.
Nosferatu, el vampiro. F.W Murnau. 1922
Bruma de otro lugar. Acrílico sobre cartón. 2002
El vapor del cuarto húmedo es tan denso que casi podría apartarse con las manos. De las blancas baldosas del techo, cae intermitente una lluvia de gruesas gotas de agua caliente. Los hombres se adivinan entre la semipenumbra como unas formas difusas e inciertas, con las piernas excesivamente abiertas. En el extremo más alejado del cuarto, algunas ramas de eucalipto se cuecen en el agua hirviente de una poceta, que arroja chorros de vapor a largos intervalos. El hombre más próximo se acomoda la toalla sobre la entrepierna. Mira fijo y sonríe. El calor se hace sofocante. El vapor oprime el pecho. Los párpados queman. Cuesta respirar. Al fin el aire exterior. El chorro helado de la ducha hace contraer todos los músculos en un único espasmo. La sauna seca parece tener una temperatura más tolerable. Al cerrarse la puerta, la estancia queda en en oscuridad completa. El penetrante olor compuesto por el sudor de los cuerpos de innumerables desconocidos, probablemente a lo largo de varios años, es a la vez repulsivo y atrayente y despierta en mí algo parecido al hambre. En algún lugar una especie de estufa silba como un ganso furioso. A tientas trato de buscar un lugar libre en el banco de madera. En la oscuridad, el ruido desacompasado de muchas respiraciones diferentes. Un lugar donde sentarse, al fin. A la izquierda de mi rodilla, los vellos de una pierna ajena hacen un leve contacto con los de la mía. Inmóvil, siento como se acerca un poco mas y su piel hace contacto con mi piel. Se frota un poco. Luego, una mano sobre mi muslo. El contacto de su palma es húmedo y caliente. Se desliza hacia arriba cuidadosamente, despacio. Me animo, por fin a colocar mi mano sobre su rodilla. Un poco mas arriba, su muslo, que se siente firme y cubierto de vello áspero. Luego su sexo, completamente duro, que pulsa en sincronía con los latidos de su corazón. De alguna manera, sin darme cuenta, me encuentro de rodillas ante el hombre, a quien no he visto, y a quien probablemente no llege a ver nunca. De alguna manera, su masculinidad se encuentra alojada en lo más profundo de mi garganta. Aguanto la respiración durante un largo tiempo. Su respiración agitada y sus gónadas que se contraen en la palma de mi mano me dicen que su clímax se encuentra cercano. Otra presencia anónima se ha acercado, apretándose contra el primero, presto a tomar su sitio, empujándome con sus manos, siempre mas hondo. Inevitablemente, las contracciones del orgasmo llegan. Destellos breves de la vida de un desconocido. Su semilla sabe a sal y a historia personal. Pronto se marcha y el segundo ocupa su lugar, asistido por un tercero. El sentido del tiempo se pierde. La noción de la distancia se desvanece. Los sentidos se embotan y son reemplazados por algo similar a la ebriedad. Manos que acarician. dedos que pellizcan y hurgan. Dientes que muerden. Las gotas ardientes de sudor que caen en mis ojos, eventualmente dejan de sentirse. El cansancio del cuerpo, a su vez tambien desaparece. Los tributos de sus orgasmos, tan iguales, pero tan diferentes, parecen fundirse en un único continuum. En algún momento, una voz desde la entrada que llama. Poco a poco mi propio cuerpo se va haciendo mas concreto y noto que a mis músculos engarrotados les cuesta trabajo incorporarme. han estado buscándome. Dicen que es hora de partir. Me parece haber llegado hace tan poco, sin embargo ya pronto será la hora del cierre. Debemos regresar. Al vestirme noto cuan cansado me encuentro en realidad. Estoy fatigado pero aún no se sacia el hambre. Aún tengo sed por más.
"En la oscuridad, tus manos que acarician mi cintura;
mi cuerpo que, desnudo, es cosa tuya;
tu aliento que me quema de pasión.
En la oscuridad, tus brazos que me aprietan como locos;
y, luego, este rendirse poco a poco,
latiendo por mis venas tu canción.
Sigue amor, sigue así: besándome con rabia, marcándome la piel.
Sigue amor, soy feliz y no me importa nada beberte de una vez."
En la oscuridad. Amparo Grisales
Seducción. 1993. EMI