lunes, 30 de abril de 2012

Alma del vino


"Una noche, el alma del vino cantó en las botellas:
"¡Hombre, hacia ti elevo, ¡oh! querido desheredado,
Bajo mi prisión de vidrio y mis lacres bermejos,
Una canción colmada de luz y de fraternidad!"
Las flores del mal. Charles Baudelaire. 1861


"Así voy a galopar toda la noche, impetuosa,
hasta que tu cabeza sea una piedra, y tu almohada un pequeño prado
que retumba, retumba.
¿O te traigo el sonido de los venenos?
Esto ahora es la lluvia, el gran silencio.
Y éste, su fruto: blanco de estaño, como el arsénico.
He sufrido la atrocidad de las puestas de sol.
Calcinados hasta la raíz
mis filamentos al rojo arden y se erizan como una mano de alambre.
Ahora me rompo en pedazos que vuelan como clavas.
Un viento de tal violencia
no soportará espectadores: Tengo que gritar.
Estoy habitada por un grito.
De noche aletea
buscando, con sus garras, algo para amar.
Me aterra esta cosa oscura
que duerme en mi;
Todo el día siento sus movimientos de felpa, su malicia.
Las nubes pasan y se dispersan.
¿Son esos los rostros del amor,  esos pálidos irrecuperables?
¿Por algo así se agita mi corazón ?
Soy incapaz de otro conocimiento.
¿Y esto qué es, este rostro
homicida estrangulado entre las ramas?
Sus ácidos ofídicos sisean.
Petrifica la voluntad. Estas son las faltas lentas y aisladas
que matan, matan, matan."
El Olmo. Sylvia Plath. 1963
La musa verde. Albert Maignan. 1895
Oleo sobre lienzo. Museo de Picardie d'Amiens


El espejo del baño es un trozo de cristal pegado a las baldosas de la pared.  La superficie reflectante ha sido carcomida por la humedad. Tiene una esquina rota.  Desde el espejo, mi reflejo mira con cansancio. El círculo oscuro alrededor del ojo ha migrado un poco hacia el pómulo. Los hematomas del cuello han pasado del violeta al verde amarillento.  La nariz un poco hinchada aún. Sábado en la noche. En el pasillo retumban los acordes de la música tropical. Los hombres del mar ríen y hacen sonar sus fichas de dominó.  Las enfermeras han subido a hacer bajar el volumen de la música un par de veces. Pronto, golpes en mi puerta. Un vaso de aguardiente. No quiero, pero trato de beber lo más que puedo mientras lo vierten en mi boca, se escapa por mis comisuras y se derrama un poco sobre mi pecho.  No. Ahora no puedo quedarme. Me gustaría pero tengo un compromiso.  Los pasillos desolados del hospital con su omnipresente resplandor fluorescente se hacen intolerables. Sin rumbo vago por las calles adormecidas de la ciudad.  De nuevo, la entrada sin marcar del bar. Pido una cerveza. Es amarga y no tengo intención de beberla, pero es lo más barato que se puede pedir.  El aire vibra con fragmentos de conversaciones ajenas que trato de reconstruir, entremezclados con música pasada de moda. Alegrías y desgracias de los desconocidos con sabor repetido. Una mano sobre mi hombro me trae de vuelta de mi divagación.  Un rostro familiar que sonríe. Busco en el pasado.  Es JL, a quien no he visto en años, desde el final de la secundaria.  Apreta mi mano enérgicamente y me invita a sentarme en su mesa.  Este es mi amigo M. Este su novio. Mucho gusto. Un placer.  M saluda con una sonrisa luminosa, de dientes cuidadosamente regulares.  Grandes ojos brillantes y expresivos. El tacto de su mano es extraordinariamente suave.  Su novio permanece abrazado a su espalda, como un koala asido de su madre, y a intervalos regulares mordisquea el cartílago de su oreja. Delgado. Pálido. Barba de tres días. Ojeras oscurecidas.  En la mesa, el licor desaparece de la botella rápidamente. JL me pone a tanto de las incidencias de su vida en los últimos años.  Terminó la universidad. Empezó su propio negocio de accesorios para señoras.  Continúa cultivando la apariencia de una heterosexualidad fingida ante su familia.   M trabajó en la capital, incursionando con poco éxito en roles menores para la televisión durante algún tiempo. Luego tuvo que  regresar, y dedicarse a dar clases de pasarela y modelaje a adolescentes mimadas.  El novio intenta sin muchas ganas adelantar una carrera universitaria en algo relacionado con la literatura.  Se besan despreocupadamente, haciendo oir los chasquidos húmedos de sus lenguas.  M se ha cansado, por fin del ambiente del bar y decide que es momento de ir a bailar a una discoteca.  Se sorprende al escuchar que nunca he estado en una. Han dicho que no es inconveniente que no tenga dinero. Que debo acompañarlos.  El automóvil de JL atraviesa la ciudad, y la abandona por la autopista que va hacia el norte.     


Vigésimo segunda geometría estelar- Vértigo. Acrílico sobre cartón. 2011

La discoteca es una especie de bodega industrial acondicionada para tal efecto. Un paralelepípedo blanco y encalado.  La vibración de sus disonancias de tonos graves hace vibrar el suelo bajo mis pies y el aire dentro de mis pulmones.  Una multitud atesta la pista de baile.  El rápido ritmo les sacude al unísono. Las luces estroboscópicas iluminan con sus destellos cegadores. la masa humana palpita y se contrae como una gigantesca medusa multicolor.  Pronto nos incorpora la muchedumbre sudorosa.  JL baila con los ojos cerrados, oscilando con el tempo prestissimo de la percusión. M y el novio pronto desaparecen en el lavabo de caballeros.  Me siento perdido en medio del mar de gente.  De pronto, regresan y me circundan en un abrazo compartido.  Un beso de tres.  Sus labios son dolorosamente amargos.  Mis labios se adormecen.  Cuatro manos en mi cuerpo.  Punzada en los oídos.  La máquina de humo cubre todo con su atmósfera sofocante. Debo tomar aire. Busco una salida.  A lo lejos, las luces de la ciudad.  En el firmamento oscuro, mil estrellas cabalgando en rayos de luna.  Larga espera. Finalmente, son las tres.  Llega la hora de cierre.  JL y un hombre que se tambalea, se besan recostados sobre el capó del auto.  De vuelta, a las afueras de la ciudad, llegamos a casa de M.  Una bolsa con alguna especie de material vegetal picado. Papel de fumar.  Un cigarrillo encendido que pasa de mano en mano.  El humo apesta a uñas quemadas.  Cuatro bocas que ríen.  Sin embargo no tengo ganas de reir. Desnudo, sobre la mesa del comedor, cuatro bocas beben tequila de mi ombligo.  Ocho ojos que miran con su euforia artificial.  Ocho manos que dibujan mi cuerpo con líneas blancas, para después inhalarlas a través de un billete apretadamente enrrollado.  Ocho manos que me aprietan torpemente.  Finalmente, el sueño les sobreviene.  Busco un lavabo para limpiarme.  La puerta está abierta. La división acrílica de la ducha se ha roto. El desnudo cuerpo blanco de M, extendido en el suelo, cubierto de sugilaciones y marcas de dientes, antiguas y recientes.  Ronca despacio e irregularmente.  A través de su boca abierta, se ve su lengua temblar ligeramente. De lo profundo, habla sin hablar con una voz que no es su voz:
-Vigila.
 Sus párpados entreabiertos dejan ver sus pupilas enormemente dilatadas.  El abismo de sus negras pupilas. Más allá, la esencia que vigila el vacío detrás de todas las cosas.  
-Vigila.  Suscitarán de nuevo a las criaturas en contra nuestra.  Recuerda. Sólo serán libres sobre nuestra última tumba.
-Vigilaremos. Recordaremos.
Su boca regurgita alcohol. Le doy vuelta sobre su lado izquierdo para evitar que se ahogue en su propio vómito.  Abro la puerta del balcón.  Sobre el horizonte, despunta esplendoroso  el amanecer nuevo.  La niebla se desliza perezosa sobre las colinas sembradas en cafetos rabiosamente verdes,  sobre rigurosas isohipsas


"un huracán de palabras en la ronda a tabernas,
orfeón cotidiano, entóname tu plan.
salpica la sangre, de espuela enloquece.
si no hay paraíso, ¿dónde revientas?
es cierto:
camino de exceso, fuente de saber.
un plato de desprecio ahoga el veneno.
mientras dure el dinero y dure el empeño
ladrillo a ladrillo quedan años después.
Quemamos con malas artes el espíritu del vino
y no va a regresar.
no va a regresar"
El camino del exceso. Heroes del silencio.






miércoles, 18 de abril de 2012

Altum silentium


"Mi corazón es un reloj triste
que late sin hacer ruido.
Mi madre tenía alas de oro
que no encontraron un mundo.
Escuchad, me busca mi madre,
sus dedos son luminosos y sus pies, sueños que
caminan.
Y suaves vientos con soplo azul
entibian mi sueño.
Siempre en las noches
cuyos días llevaban la corona de mi madre.
Y de la luna bebo vino silencioso
cuando la noche viene solitaria.
Mis canciones trajeron el azul del verano
y regresaron sombrías a casa.
Has escarnecido a mis labios
y hablas con ellos.
Pero extiendo mis manos buscando las tuyas
pues mi amor es un niño y quiere jugar.
Tomé a uno de vosotros y luego al segundo
y lo besé,
Pero mis miradas se mantuvieron dirigidas hacia
atrás
hacia mi alma.
Me he vuelto pobre
en vuestra mendicante obra de caridad.
Y no supe nada de estar enferma
y estoy enferma de vosotros,
Y nada es más insidioso que la enfermedad
que quiebra los pies a la vida, 
roba la luz al camino del sepulcro
y calumnia a la muerte.
Pero mi ojo
es la cumbre del tiempo,
su brillo besa
el borde de Dios.
Y os quiero decir aun más,
antes que se vuelva oscuro entre nosotros.
Si eres el más joven de vosotros
entonces debes saber lo más antiguo de mí.
En tu alma jugarán -de aquí en adelante-
todos los mundos.
Y la noche se quejará
al día.
Yo soy el jeroglífico
que yace bajo la creación.
Y me hago semejante a vosotros
a causa de la nostalgia por el ser humano.
Rasgo la mirada eterna de mis ojos,
la luz vencedora de mis labios -
Conoces a un cautivo más difícil,
a un hechicero más malvado que yo.
Y mis brazos, que quieren elevarse,
se hunden..."

Mi canción silenciosa. Else Lasker-Schüller.  Gesammelte Gedichte (1917).

Alegoría del triunfo de Venus. (detalle)
Oleo sobre lienzo. Galería Nacional de Londres

La pediatra es alta y rubia.  Si no fuera porque siempre parece recien haberse levantado tras una larga noche de insomnio sería probablemente muy hermosa.  Llega a las diez al ala de pediatría en el servicio de urgencias a autorizar el translado a hospitalización de los pacientes mas graves. Escucha distraídamente mi resumen sobre su estado mientras se recoge el cabello en un moño sostenido con un lápiz.  Firma las órdenes medicas. Algunos minutos despues ya se ha ido. Entonces de nuevo la consulta de urgencia. Decenas de pequeñuelos con idéntico resfriado.  Decenas con idéntico virus estomacal.  Mantenga despejadas las fosas nasales con suero salino.  Vigile la respiración.  Administre líquidos frecuentemente. Administre Sales de rehidratación oral después de cada deposición. Prepare sólo con agua hervida. Lave las manos frecuentemente. Vigile los signos de deshidratatación. No suspenda la lactancia materna.  Cada seis horas. Quiere decir cuatro veces al dia.  Cinco centímetros cúbicos. Se mide con una jeringa. No olvide retirar la aguja primero. Recuerde agitar bien el inhalador. Debe pasar primero a la caja a facturar. El hombre avanza nerviosamente por los pasillos. Ropa sucia. Barba de una semana. Ojos excesivamente abiertos.  Se aleja haciendo retumbar sus pasos por el pasillo, bajo la luz punzante de los tubos fluorescentes. 


Ocho.  Marcador sobre papel. 2005

Agua y sombra.  Tinta sobre papel. 2009


Corrosión. 
-Ha visto Ud., Teresa? Es la quinta vez que ese señor pasa frente a esta puerta en la última hora. 
-Es un enfermo mental.  Lo tienen en urgencias de adultos desde la madrugada.  Debería estar sedado a estas alturas, pero el interno de psiquiatría no ha pasado a verlo en todo el día.  Ya sabe como son estos costeños...
La enfermera regresa a la ronda de medicamentos y continúo con el examen del enésimo pequeño del día.  Recostado en el regazo de su madre, sus pequeñas costillas oscilan al vaivén de  su respiración acelerada, hundiéndose con cada inspiración.  El fonendoscopio transmite desde su pecho el canto de mil burbujas que se rompen  al unísono.  Entonces el consultorio se llena de olor a miedo y a sudor y a rabia.  La mujer que sostiene al pequeño palidece.  Una presencia tras de mí.  Al volverme, veo los ojos enrojecidos del hombre. Un segundo después, un destello. Dolor agudo. Un puñetazo directo al centro del rostro. Mis gafas se han roto. Sabor a sangre.  Caído en el suelo, de frente al tubo fluorescente que brilla furiosamente. El hombre sobre mí.  Su rodilla oprime mi abdomen.  Sus manos aprietan tenazmente mi garganta. 
-La abominación tiene que morir.
-Quien es ésta temeraria criatura que no teme a mirar detrás del velo de nuestra apariencia?.
Dilatadas pupilas. Saliva seca acumulada en la comisura de su boca.
-La voz de ocho me ha prevenido. Es el único modo de estar a salvo.
-Jamás tendrías que haber escuchado a los destinos. Sólo te añadirán a su cosecha de carne.
Sus uñas, irregulares y mordidas se clavan en la piel.
-Silencio! Cómo es que habla a mi alma aunque la voz se haya sofocado? Siento cómo entra en mi mente.
-Ya estábamos en tu mente. Siempre estuvimos en tu mente. Siempre.
Los niños lloran al unísono. Pasos de mujeres que corren en estampida. Al fondo, los chillidos agudos de la enfermera.
-Qué es? Por qué es?
-No calles tus gritos.  El viento nocturno siempre tiene espacio para llevar un grito más.
Instante de profundo silencio que parece extenderse hacia el infinito. El vigilante de la entrada principal llega por fin.  Un golpe de su porra y el hombre se derrumba sobre mí.  Luego lo ruedan hacia un lado. Teresa me ayuda a incorporarme. La nariz sangra.  Trato de pedir un pañuelo pero la tos me lo impide.  Alguien ha traido una bombona de oxígeno y me acerca la máscara de caucho.  Poco a poco la voz regresa.  La larga figura de V. se dibuja en el marco de la puerta.
-Es mi culpa. Tendría que haber venido antes.
-No te preocupes. son cosas que pasan.
-Hay algo que pueda hacer para compensarte?
-Preferiría que no pases por mi cuarto esta noche. O tus amigos. Ahora necesito descansar un poco.
"Me estoy llevando el río
debo saciar la sed de mi adivino
estoy corriendo mucho
un pez me grita y yo nunca lo escucho
y desaparecer es lo que me aconsejan
huir de ti, salirme de tu senda
pero tome tu piel, quede imantado a eso
como los bosques imantan el silencio"
Chaco. 1995. Gigolo Productions.

"En algún lugar
entre el sagrado silencio y el sueño,
cuando me convertí en el sol,
hice brillar luz
en el corazón del hombre"
Toxicity.  System of a Down.
Toxicity 2001. American Recordings.

viernes, 6 de abril de 2012

Nunc et in hora mortis

"No es el fin de nuestro cuerpo físico lo que debe preocuparnos.  Mas bién, nuestra preocupación debería ser vivir mientras estamos vivos. Liberar nuestro ser interior de la muerte espiritual que viene de vivir detrás de una fachada diseñada para conformarnos a las definiciones de otros acerca de lo que somos y quienes somos. 
Necesitamos enseñar a la siguiente generación que son responsables por sus propias vidas.  El don mas grade de la humanidad, el libre albedrío, es también su mayor maldición. Podemos elegir entre tomar decisiones nacidas en el amor o nacidas en el miedo" 
Sobre la muerte y los moribundos.  Elisabeth Kubler-Ross  1969
El beso de la muerte.  Jaume Barba - Joan Fontbernat. 1930
Escultura en mármol. Cementerio de Poblenou (Barcelona)

Amanece y la acera afuera de las rejas del viejo hospital se convierte en un mercadillo. En un par de horas empieza la hora de visitas y los visitantes toman su lugar en la larga fila. Una pequeña carreta de madera con frutas exhibidas en endebles pirámides.  Otra carreta en la que se despliegan dulces caseros ordenados en pilas. Alfandoques de maní.  Cuadritos rosados de palomitas de maíz caramelizadas. Masas de hilachas de coco conglomeradas por la melaza.  El olor de la panela llena el aire.  Y el anis. Y el gengibre.  Las abejas vuelan alrededor de la mujer de los dulces, como un halo móvil y dorado.  Una muchacha de color de cobre sostiene un fajo de periódicos bajo el brazo y  anuncia las noticias del día.  El viejo que vende café avanza trabajosamente con su carrito lleno de termos.  Un café, por favor. Negro.  Azúcar no, gracias.  El café es aguado y sabe a plástico,  al igual que el de la cafetería del hospital, pero es en cambio mucho más barato.  Enciendo un cigarrillo y el humo se eleva en espirales hacia el inusualmente azul cielo de la mañana.  No queda mucho tiempo. Pronto acabará mi receso y en mi bolsillo espera el listado de pacientes que tienen solicitada valoración  psiquiátrica. No es una lista corta.  Habría preferido haber seguido como asistente en la oficina del forense.  Al menos allí no era tan fuerte el olor a vómito  y sufimiento que impregna todos los rincones del hospital.  la programación de actividades exige por ahora que actúe como asistente del psiquiatra en turno. Entonces noto que una conversación se eleva entre el laberinto de cien voces.
-Nunca.
Una mujer mayor, vestida de negro. En su rostro se leen largas noches sin sueño.  Increpa a un hombre que se retuerce las manos con desesperación.
-Ni siquiera habría sabido que estaba enfermo si no la hubiera llamado para decirle que estaba aquí.
-La visita es sólo para la familia
-Yo fuí su única familia todos estos años que ustedes no quisieron saber nada de él
Los párpados hinchados y los ojos inyectados del hombre hablan de muchas lágrimas. 
-Pero es por su culpa que se muere...
El receso termina.  La ronda espera. Algunos esquizofrénicos en la sala de urgencias. Medicación suspendida. Trabas burocráticas. Demasiado pobres para comprar.  Ya no quiso tomarla. Escapó de la casa. No le dieron cita para control. No tiene familia. La familia no sabe que es lo que tomó. Lo trajo la policía.  Tenía orden de ingreso para el hospital mental pero no hay camas disponibles...

El Psiquiatra no va a venir. Sólo algunas órdenes por teléfono, recibidas desde el cubículo de la operadora del conmutador.  Sedación para los agresivos.  No se dejan sedar sin dar batalla, sin embargo.  Un colchón esgrimido por un par de enfermeras será suficiente para acorralarlos contra una esquina. Luego a inyectarlos a viva fuerza.  Cuidado con las uñas y los dientes.  Sólo queda pendiente un par de consultas en hospitalización de medicina interna, en el último piso.   Paciente Y.  28 años.  Pneumocistosis. Infección por el Virus de inmunodeficiencia humana estadío C.  (Enfermedades oportunistas asociadas).  Infección intestinal diseminada. Síndrome de desgaste.  No tiene seguridad social, ni oportunidades para conseguir los medicamentos necesarios.  La enfermera de piso lo vió tratando de abrir la ventana.
-Dice que quiere saltar para terminar con todo. 
-Y la familia?
-La madre está siempre ahí.  Aprovechó mientras iba a su casa por ropa limpia.
Al acercarme al cuarto, el monótono murmullo de las plegarias.
-Ruega Señora, por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte...
Seis camas en el cuarto, y una docena de mujeres alrededor de una de ellas
-Están rezando el rosario.  Habrá que esperar a que terminen. 
-Y de donde sale toda esta gente?
-La señora ha reclutado acompañantes de todos los enfermos del piso
El cuarto apesta a incienso y velas encendidas. 
-Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos...
Se retiran al fín.  El hombre, visiblemente caquéctico. Opacos ojos tristes.  La madre se presenta. La reconozco como la mujer de negro de la discusión en la entrada. 
-Es una valoración psiquiátrica.  Sería mucho mejor si nos dejara en privado por un momento.
En la oxidada mesilla de noche, un ícono de plástico de la Inmaculada con una lucecita interior, conectado al tomacorriente,  desprende un resplandor anaranjado.
-Le he dicho que no quiero morir bajo ese resplandor que no me deja dormir todas las noches.  Ella dice que le tengo rechazo a la imagen porque estoy endiablado.
-Me cuentan que ha tenido ganas de saltar por la ventana
-Ya no queda nada para mí en este mundo.  Sufro físicamente y estoy solo.
-Pero su madre está con usted.
-Todo el tiempo con sus rezos.  Estaría contento con que me abrazara y me dijera que me quiere. Y me dejara hablar de las cosas que temo.
-Y que es lo que más teme?
-Hay alguien importante para mí. Alguien que no ha venido. Tengo miedo de morir sin volver a verlo.
La madre espera en el pasillo.  De cerca se vé mas pálida y demacrada.
-Su hijo está pasando por un momento difícil.  En este momento, más que nunca necesita su apoyo.
-Ya por su cuerpo no puede hacerse nada.  Pero con la ayuda de Dios salvaremos su alma.
-Tal vez se animaría un poco si vieniera más gente a visitarlo. Tal vez sus amigos..
-Sus amigos son unos pecadores. Si vinieran aquí mandarían su alma al infierno.  No se arrepentiría.  Necesita arrepentirse para ir al cielo.
El psiquiatra por el teléfono ha ordenado una formulación de antidepresivo.  Un sedante para el problema de sueño en la noche.  Se hace la nota correspondiente en la historia clínica.

Monstruos en el sueño de la razón.
Acrílico sobre cartón. 2011
La nueva mañana trae de nuevo un cielo sin nubes.  Los vendedores poco a poco organizan sus ventas en la acera. Los primeros visitantes llegan como siempre a tomar su puesto en la fila.  Entonces aparece de nuevo el hombre.  Habla con el portero. Luego se sienta en el andén, con expresión desolada.
-Usted viene para ver a Y.
-Quien es usted?
-Uno de sus médicos.  El le ha mencionado. Es necesario que lo vea lo más pronto posible.
-No me dejan entrar porque dicen que no soy familia. Su madre no ha querido dejarme entrar con ella tampoco.
Baja la mirada y rueda una lágrima por su mejilla sin afeitar. 
-Esta tarde.  Seis en punto
-Pero no hay visitas en la tarde...
-A esa hora ella irá a la misa en la capilla.  Yo me encargaré.
El cielo se consume con el fuego rojo de la tarde.  El hombre espera.
-Este es un paciente que viene conmigo de consulta externa.  Lo llevo para un caso clínico.
La terraza del hospital muestra el panorama de la ciudad iluminada por el arrebol.
-Debe esperar aquí. No es bueno que aparezca en el cuarto.  Los otros enfermos podrían contarle a ella. Se daría cuenta de inmediato que era usted.  Habría quejas e investigaciones.  No salga al pasillo.  Las enfermeras podrían hacerlo salir. 
En el cuarto, el enfermo se adormece bajo el omnipresente resplandor del icono. 
-Vamos a ir a un examen. Por favor ayudeme a pasarlo a la silla de ruedas
-Que tipo de examen? Nadie me dijo de un examen. 
-Un examen de rutina. No se preocupe. No es nada doloroso. 
-Sería mejor que esperáramos a que venga mamá.
-Tenemos que ir ya o perderemos la cita.
La puerta de la terraza cruje. La silla de ruedas se atasca un poco contra el marco demasiado estrecho. 
-Para que hemos venido aquí?
 Los ojos apagados del enfermo se encienden.  Sus pupilas se dilatan y una sonrisa aparece.  El hombre le abraza y cubre su rostro de besos y lágrimas. 
-Hay poco tiempo.  La misa terminará en veinte minutos. 
Apoyo una silla contra la puerta y finjo leer una historia clínica mientras echo una mirada de cuando en cuando al pasillo por si viene alguien.  Sus voces suenan indistintas.  Como una catarata de palabras.  Por un barrote de la baranda un caracolillo baja en su lenta reptación, alargando sus pequeños tentáculos sensoriales.  El sol esplendoroso hace brillar la impecable espiral logarítmica de su caparazón.


"Soñó
una foto virtual
de su amor enlutado.
El está
condenado a morir
por amar demasiado. "
Blanca Mujer.  Robi Draco Rosa
Vagabundo. 1996. Sony Latin