martes, 31 de julio de 2012

Angelus Domini nuntiavit Mariæ

"Yo, el ardiente viento del desierto,
Me enfrío y tomo forma.
Dónde está el sol que puede deshacerme,
O el rayo que puede aniquilarme.
Mi ahora, una pétrea cabeza de esfinge,
Enojada con todos los cielos."
Dolor de mundo.  Else Lasker Schüler. 1933

"Anunciación de los Reyes
bien lunada y mal vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía"
San Gabriel. Romancero Gitano.  Federico García Lorca.1927
Reminiscencia arqueológica del Angelus de Millet.
Salvador Dalí. 1933
Oleo sobre lienzo. Museo Dalí, San Petersburgo


El calor de la tarde se disipa lentamente, mientras el sol rojo resbala despacio hacia el horizonte.  El viento agita la ropa que se seca sobre el tendedero. Sobre el muro, un cerco de botellas rotas adosadas al cemento, para impedir que los ladrones trepen por él.  Los cristales fragmentados brillan bajo los rayos oblicuos del sol, y entre ellos, estremecida, una mariposa del limonero. Sus escamas tambien relucen a la luz crepuscular con sus patrones de dispersión, tan intensamente amarillos. Más allá, desde la hondonada, se levanta el humo de los fogones improvisados, donde la gente de los tugurios cocina su alimento.  Se levanta también el olor acre a queroseno y ladrillo molido del basuco que fuman desde las sombras.  Al otro lado del muro crece un jazminero de noche. Nunca lo he visto, pero puede adivinarse su presencia cuando, poco a poco su fragancia rabiosamente dulce va cubriendo todas las demás.  Es posible imaginar nítidamente sus cabezuelas amarillentas exhalando el olor implacable que nos cerca cada noche. En este momento, en otros tiempos, la madre entonaría su estribillo vespertino:
-"El ángel del Señor anunció a María"
y yo le contestaría, automáticamente:
-"Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo."

Mariposa, perfume y tarde.  Gouache y acrílico sobre papel. 2012

La noche ha caído y la Madre se empeña trabajosamente en su lectura diaria de la Biblia.  Jamás leyo mucho, y los pocos días en la escuela, allá en su lejana infancia, le sirvieron para poco más que para distinguir las letras y los números.  Sin embargo, en este ejercicio parece haber encontrado algún grado de paz y algo como una reconciliación consigo misma.  Hace algún tiempo, una de las vecinas la introdujo al estudio bíblico.  Su propia madre, le enseñó a venerar el Libro como una especie de amuleto sagrado, que es poderoso pero no debe ser leído, por lo que jamás había leído nada de él, excepto por los pasajes intercalados en los sermones del cura.  De algún modo, su separación del Padre le ha ayudado a cuestionar sus creencias y supersticiones más profundas.  Hace más de un mes que no asiste a su infaltable misa dominical, y ha aprendido una cantidad importante de palabras nuevas. 

-Acerque una silla, y me lee lo que dice aquí.
-Puedo ir a traerle las gafas, creo que las ví en la cocina.
-No hace falta. Venga y me acompaña un rato.
El libro parece bastante usado. La Madre lo ha forrado cuidadosamente con plástico, y ha escrito anotaciones en sus márgenes con su letra cursiva, tan grande e irregular. 
-Desde aqui?
-Si, donde está la marca del lápiz.
-"¡Qué! ¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres,  ni ladrones, ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios.  Y, sin embargo, eso era lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios"
-Y que opina sobre esto?
-Que hay que evitar pecar, supongo.
Mira muy fijo, y habla despacio, tratando de dar más énfasis a sus palabras, su entrecejo levemente contraído.
-El reino de Dios va a venir pronto, y los que logren entrar en él van a ser felices eternamente.  No le gustaría poder llegar al reino de Dios?
-Si, Madre
(Silencio largo.) 
-Yo sé que es difícil, pero hay que hacer sacrificios. Todos tenemos que hacer sacrificios.
Golpes en la puerta interrumpen la conversación.  La Madre se levanta para abrir.
-Perdone, Madre, pero acabo de recoger la ropa del tendedero y hay que planchar los pañales del bebé.  Mientras tanto, atienda usted la visita.  Continuaremos en otro momento.

La habitación del sótano tiene curiosas propiedades de caja de resonancia.  La vieja tabla de planchar se despliega con un crujido de metal oxidado.  Sobre las tablas de madera del piso superior, pasos acompasados. Hay que atomizar un poco de agua sobre la tela, para evitar que se dañe.  Voces indistintas que saludan.
-Y él...todavía está aquí?
-Todavía, si. ¿Donde mas iba a estar?
-Usted sabe que Papá no está de acuerdo
 La plancha sisea levemente al contacto con la tela blanca, desprendiendo una nubecilla minúscula de vapor. Un doblez en triángulo. Uno en cuadrado.
-¿Y como quiere que sigamos viniendo como antes? Hay que pensar en los niños.
-¿Pero que tiene que ver eso?
-Es un mal ejemplo para los niños. 
-Si, pero si entre todos lo ayudáramos, yo sé que podría cambiar... De todas formas a cualquier momento va a llegar la carta que está esperando para poder empezar el año rural, donde le dicen a que pueblo tiene que ir. Así que solo va a ser por unos días.

La noche avanza despacio.  El tictac del reloj de pared de la sala de estar parece tan fuerte en medio de este silencio, interrumpido únicamente por los lejanos claxones de los autobuses.  La Madre ya se ha encargado del biberón de medianoche para el bebé.  Desde que la semana anterior recibió llamada del extranjero, en la que Hermana Mayor le anunciaba que había sobrevivido la travesía por el desierto del norte, había vuelto a poder conciliar el sueño.  Entonces, en la quietud de la tercera vigilia, de nuevo golpes en la puerta.

Las luces se encienden.  El niño llora.  En la entrada, Tercera Hermana. Una maleta a la espalda.  Un hilillo de sangre que cae de su labio partido. 

-Ese hombre.  Mire lo que le hizo.  Yo se lo dije que no le convenía como marido.
-Sí, Mamá. 
-Borracho otra vez?
-Sí, aunque me había prometido que ya no iba a beber más.
-Hay que llevarla al hospital.
-No. El hospital no. Allá hacen preguntas. Y llaman la policía. 
-Por eso, mejor que la llamen.
-Yo no quiero mas problemas. Además el está aquí. El sabe como coser a la gente.
-Pues que le vamos a hacer. Mire, hijo, lo que pueda hacer por ella
-Pero no tengo instrumentos. Ni anestesia.
-Por la anestesia no se preocupe. Yo me aguanto.
-Se le podría infectar. Le podría quedar una cicatriz fea
-No importa. Haga lo que pueda.
-Tráigame entonces el alcohol, Madre. Y algo de hielo.  Esparadrapo, si tiene. Y pregúntele a la costurera de la esquina si tiene una aguja de coser nueva, y también hilo de nylon, del delgado.

Tercera Hermana se ha calmado al fin, dando pequeños sorbos a la infusión que le ha preparado la Madre. Habla sobre su reciente matrimonio y sobre como se habían casado despues de conocerse por tan poco tiempo.  Se ha disculpado por no haberme invitado a su matrimonio. Le he dicho que comprendo. Busca en su bolso y me muestra la foto de su matrimonio.  El hombre, de mirada dura, enfundado en un traje alquilado que le queda demasiado grande, la toma de la cintura. Ella se ve tan alegre y optimista, sosteniendo su ramo de flores artificiales. 

Se duerme hacia el amanecer, temerosa de que el hombre venga a buscarla.  El transcurso del día hace que su rostro se hinche aún más que la noche anterior, en tonos diferentes de violeta. 
-Y cuando se conocieron?
-Hace tres meses, nada mas. 
-Y por que se casó entonces?
-Estaba muy enamorada.
-Y el ya sabe?
-Que cosa?
-Lo de su embarazo.
-Pero yo no estoy embarazada.
-Mamá me lo dijo
-Cuando?
-Anoche.  Dice que lo ha visto en su cara
-Pero nada mas es un atraso. No me he hecho una prueba todavía.
-Usted sabe que ella nunca se equivoca en esas cosas. 

La Madre entra, con aspecto grave y preocupado, y me llama aparte:
-Vaya hasta la plaza, y me trae Caléndulas, para hacerle un emplasto a su hermana. Y trate de demorarse un poco. Su papá viene para acá. 

La plaza de mercado, como siempre tan atestada, y llena de voces, con su espectáculo atroz de animales abiertos en canal y sus montoncitos de verduras sobre los andenes. Hago despacio el camino de regreso con una bolsita de plástico llena de corolas doradas. Tercera Hermana, asomada a la ventana, llora un poco, en silencio.  El Padre ya se ha ido. Los Hermanos estuvieron, también.  Han ido a buscar al hombre, para escarmentarlo.  El Padre ha decidido que puede quedarse una semana o dos, hasta que se ponga buena.  Luego tendrá que regresar con el  marido.  No es conveniente que críe sola un hijo.  Los hijos necesitan de un papá y una mamá.  Ha dicho que no tema, que despues de lo de hoy el hombre no volverá a intentar nada en su contra.

"Apareciste una noche fría
con olor a tabaco sucio y a ginebra,
el miedo ya me recorría mientras cruzaba
los deditos tras la puerta.
tu carita de niño guapo se la ha ido
comiendo el tiempo por tus venas
y tu inseguridad machista se refleja
cada día en mis lagrimitas"
Malo.  Bebe
Pafuera telarañas. 2004. EMI
   

lunes, 9 de julio de 2012

Vox faucibus haesit

"Creo que nunca más volveremos a vernos,
La mañana esconde su ojo ante mí.
He estado demasiado tiempo arrodillada
Ante tu silencio crepuscular.
Oh, nuestros labios ansían juegos
Florecientes nos hubiéramos besado bajo las grandes estrellas.
Velos fúnebres envuelven
Los elementos del cielo resplandecientes de oro"


Creo que nunca volveremos a vernos. Else Lasker-Schüller. Styx. 1902


Unfortunate moment of misunderstanding.  Jim Fiscus
Fotografía.  2009.  MProject gallery

Las visitas de V han sido mas frecuentes durante los últimos dias.  Ha embarazado a su mujer, pero las cosas no han ido bien. Ha tenido hemorragias. La han relevado de sus turnos. Le han ordenado reposo en cama. Le han prohibido tener relaciones sexuales.  V ha llegado de nuevo a mi cuarto, un poco antes del caer la noche.  Ha dejado una bolsa de plástico en la mesita de noche mientras empieza a desnudarse.
-Que es?
-Galletas de soda, para ella.  Es lo único que le quita las náuseas de la mañana.  Coma una, si quiere. Ya abrí el paquete.
Contrario a su costumbre, de únicamente bajarse los pantalones y penetrarme inmediatamente, V. se desviste. Despacio. Completamente. Con cuidado va doblando sus prendas a medida que las retira de su cuerpo y las deposita sin prisa sobre la silla.  Mientras lo observo,  sin darme cuenta, estoy mordisqueando la esquina de una galleta, salpicada de sal.   Finalmente, se ha tendido en la cama. Aunque no hay ventanas en el cuarto, el tragaluz en lo alto de la pared deja entrar un poco de la última luz dorada de la tarde, que hace resplandecer su cuerpo, largo y moreno.  El aire caliente se hace denso con el olor de su cuerpo. Escucho su voz, preguntandome porque no me he desnudado aún.  Mi mano recorre el contorno firme de su muslo.  De nuevo la sensación familiar de su sexo alojándose más allá de la garganta, donde no permite la respiración.  La sensible piel del saco escrotal se contrae automáticamente, con el contacto de mi lengua. V respira agitadamente.  Un poco mas abajo, un  poco mas allá de lo que nunca me ha dejado llegar, y sus piernas se separan y se levantan para darme espacio.  Gime cuando la punta de mi lengua trata de entrar. El agujero, húmedo, se contrae y dilata sucesivamente. Un gruñido vibra desde el fondo de su pecho. Me incorporo entre sus piernas, y frente a frente veo en su rostro la expresión del deseo.  Comprendo. Su  respiración agitada. Su mano que, asiendo mi sexo lo ubica para alinearse mejor. Un movimiento gradual y de pronto estoy dentro. Tan cálido. Tan placentero.  Jamás había penetrado a nadie antes.  V pide más. Mas fuerte. Mas rápido. Su erección tan sólida, rozando mi abdomen. Una gota de sudor corre por su mejilla.  Respira entrecortadamente, con la boca abierta.  En su interior, algo semiblando, probablemente su próstata, se endurece perceptiblemente. Sus músculos se contraen en espasmos periódicos. No puedo detener mi orgasmo, tan intenso como nunca antes, casi intolerable.  Cuando la crisis cede, noto que mis labios están buscando los suyos.  Entonces, su expresión cambia, como al volver de un sueño y, rápidamente me esquiva.
-Ya se me hizo tarde.  Me tengo que ir.
Un instante en el baño para limpiarse. Otro para vestirse apresuradamente.  En mi garganta unas palabras atoradas.  Quisiera decirle que lo extrañaré cuando regrese a su ciudad a la orilla del mar, pero en realidad somos muy poco mas que extraños.  Apenas sabemos nada del otro. Sólo nuestros cuerpos.  Sé que para él soy sólo una válvula de escape, un poco mejor que su mano derecha.  Unicamente un entorno seguro donde mostrar una parte de sí que no le muestra a nadie, ni reconoce siquiera ante sí mismo. Ya se ha ido.  El cuarto permanece saturado de su presencia.  La humedad de su orgasmo todavía sobre mi estómago.



Crustulum Monstrum.  Tinta sobre papel. 2012

Despierto, un poco antes de la primera luz.  La ducha fría me ayuda a desprenderme del olor de V. El pasillo esta vacío aún. En el amanecer silencioso, se oye casi imperceptible el llanto de una mujer desde uno de los cuartos cercanos.  Probablemente es ella.  La voz de V murmura algo ininteligible por lo bajo, en tono de reconvención.  Es ella, definitivamente.  Mi turno espera.  Hay pacientes que valorar para las cirugías de la mañana.  El anestesiólogo llegará pronto a firmar las notas.

Procedimiento número uno: Ortopedia.  Reemplazo total de cadera.   Tipo de anestesia: Raquídea
Procedimiento número dos: Cirugía general. Colecistectomía laparoscópica.  Tipo de anestesia: General. 
Procedimiento número tres: Suspendido temporalmente por solicitud de Gineco-obstetricia para procedimiento de urgencia.  Legrado por aborto espontáneo incompleto. Edad gestacional estimada: 12 semanas. 

Sobre la mesa de cirugía, La mujer de V.  Triste y ausente.  El anestesiólogo recita sus órdenes de medicamentos para la inducción, mientras conecto los instrumentos de monitoreo.  Ha decidido que al ser un procedimiento corto no es necesario intubar.  Ha conectado la válvula de halotano a la máscara de ventilación y me ha ordenado ventilarla manualmente.  Luego se va para adelantar el siguiente procedimiento en el quirófano dos.  La mujer es pálida, blanquísima.   Bajo la piel de su cuello las venas se colorean levemente de azul. A pesar de hacer presión con la máscara, el gas se escapa un poco por los instersticios, con su inquietante olor de dulce metálico.  En sus sueños, un lejano día, el primer año de universidad, cuando tuvo que pasar por lo mismo, aunque voluntariamente, por un descuido con su novio de entonces.  Ahora, sin embargo, es diferente.  Se había aferrado a su incipiente maternidad, e incluso había visto en ella la posibilidad de reencuentro con V, con quien las cosas se habían hecho tan distantes.  El rostro que habría tenido la criatura no nacida, si las cosas hubiesen sido de otra forma, se le aparece a través de una densa bruma. 

El largo día ha terminado.  Ha sido el último turno.  La ceremonia de graduación será en un par de semanas.  Debo recoger mis cosas, aunque no hay mucho que recoger. Ya pronto vendrán los nuevos internos, a ocupar el lugar de los que nos vamos.  Las puertas de la mayoría de los cuartos están abiertas, y los cuartos vacíos.  Incluso el de V.  Se ha ido sin decir adiós. Es mejor así. 

Llego de nuevo a la antigua casa de la Hermana Mayor.  La Madre me ha pedido que regrese a su lado, ahora que ha quedado sola.  Golpeo la puerta y al abrir me recibe con un abrazo, como en los viejos tiempos.  En la sala de estar, Hermano Mayor, que se encuentra de visita.  Parece sorprendido de verme allí.  Un apretón de manos, breve.  En la mesita, el café, recién servido.   Un plato de las tortas fritas de harina de trigo, que la Madre acostumbra servir a las visitas.  Un minuto de silencio. 
-Vaya y descarga su maleta, mi hijo, y viene a tomar el café con nosotros.  Está desocupado el cuarto de abajo.
Al regresar, un hilillo de vapor aún se levanta de la taza de café a medio beber.  Sobre la servilleta, una torta con dos mordidas. 
-Tómese su café antes de que enfríe, mientras le preparo algo de comer.  Su hermano tuvo que irse. Se acordó de una diligencia urgente...  

 
4′33″John Cage.  1952


Dream House. John Debney. 2011