miércoles, 30 de julio de 2014

Lo que queda sobre el cuerpo del desierto

"Comprenda que ni para él ni para nosotros, ni en la vida ni en la muerte, hay patria sin paz. Porque no se
puede llamar patria. ¿Verdad?, a esa tierra densa, privada de luz, donde seremos alimento de animales
ciegos."
El malentendido.  Albert Camus. 1944

"Y, cosa rara, en la mitad de la confusión se levantaban dos casuchas.  Estaban construidas con maderos inservibles y medio calcinados, con canecas vacías y rotas, con latas de diversos tamaños y colores, con hierros decrépitos.  Parecían, mas que levantadas por la mano del hombre, hechas al azar, formadas casualmente al arrojar los desperdicios de la ciudad, las sombras de las estructuras, los empaques de las maquinas y de los motores"
La rebelión de las ratas.  Fernando Soto Aparicio. 1962


Casa.  Rachel Whiteread
Vaciado en concreto. 1993

Marat. Vik Muñiz.
Composicion con materiales de desecho. Waste land.  2010


Es difícil establecer con claridad la ubicación una vez arrasados, allanados  y desaparecidos los referentes.  La mayor parte de la estación de autobuses está, sin embargo, aun en el mismo sitio.   Esto lo que queda de la valla de la escuela.  Esta la carcasa de lo que fue un teléfono publico.  La calzada de lo que era la calle habrá de ser esta, entonces, cruzada de grietas profundas.  En lugar de las antiguas casas, montañas de escombros apilados por las excavadoras, el amarillo de la arcilla desnuda del subsuelo y los parches de verde de la vegetación que brota a la par que numerosos albergues autoconstruídos, irregulares, de deficientes condiciones de habitabilidad.  Madera y plástico.  El antiguo emplazamiento de la casa debe estar cerca.  Es este, si, el peldaño inferior de la escalera de la entrada. Y este el muñón del poste de la luz.  Un golpe seco con un pedrusco recogido del suelo sobre la puerta improvisada.  Ojo que mira por una rendija. La sonrisa sorprendida de la Madre.

-Me dijeron que estaba aquí.
-Y aquí estoy, si. Pero entremos y se desayuna.
La tierra desnuda del suelo, cubierta a tramos por maderos irregulares. Una cama plegable de armazón metálica.

-¿Y esto? ¿Quien lo hizo? ¿Porque?
-Pues yo misma.  Su hermano mayor me ayudo a clavar los pilotes.  Porque no había mas remedio.
-Es un poco pesado vivir con ellos, claro, pero seria preferible a esto. Hubiera podido al menos quedarse en un  hotel. Le mandé dinero para lo que necesitara.

Los rayos de luz que se cuelan entre las tablas de las paredes rodean de aureolas diminutas las motas de polvo flotantes.

-No es por eso.  Es por los derechos del terreno.
-Para eso están los títulos de propiedad.
-Eso se fue con la casa.
-En la oficina de archivos públicos, quiero decir.

Afuera de la puerta trasera se sostiene en pie aun lo que fue el mesón de la cocina. En medio de dos ladrillos unos trozos de madera ardiendo hacen hervir la pequeña olla del café.

-Eso ya no existe tampoco.  Es por eso mismo.  Dicen que va a haber un censo. Que van a venir a ver quien encuentran como ocupantes y que a esos va a ser a quienes van a dar las casas. Porque van a dar casas, pero no aquí.  Los que vinieron con las maquinas a remover los escombros dijeron que el suelo esta agrietado y que no se va a poder volver a construir casas. No van a dar permiso. Las van a hacer a las afueras según dicen.
-No estoy seguro que valga la pena.  Es insalubre.
-Pero no hay de otra. Tampoco esta tan mal.  Por causa del barranco el bulldozer no pudo pasar bien por aquí.  El Baño del sótano sirve todavía.   Igual ni será por mucho tiempo tampoco. y ¿Como va todo allá?
-No del todo bien. Por eso he venido.  Y por verla a usted también, naturalmente.  Tengo que resolver algunos asuntos con respecto al seguro de salud.  O no voy a poder conservar el empleo.
-Ay, pues Dios mediante...

Deformación monocromática. Tinta sobre papel. 2011

La funcionaria del quinto piso ha recomendado que hable con el del segundo. El del segundo no atiende porque se ha tomado vacaciones pero la subsecretaria del vice director administrativo le cubre, aunque solo con cita previa por teléfono.   O podría esperar por si alguien no se presenta y se puede abrir un espacio. Sin compromiso, obviamente.
-En todo caso la documentación es bastante clara. Por parte de nosotros el procedimiento se hizo a cabalidad. Si la aseguradora de la otra ciudad se niega a aceptar la transferencia ya no entra en nuestra competencia.  El propio señor vice director revisó los papeles y opina lo mismo.

Los pasos, como en otras veces, me han traído de nuevo, sin pensar ante el edificio blanco habitado por las memorias de E.  Pero ya no existe el edificio blanco.  Solo un campo de yerbas altas que despuntan sobre el muro precario de cartón yeso que delimita el área donde una vez estuvo.

-Entonces, ¿No se pudo arreglar nada, hijo?
-Nada. No señora.
-Y ahora...
-Tendré que regresar allá. Recoger mis cosas. Finiquitar los asuntos. Y luego volveré y buscaré algo aquí mismo. Y veremos como puede arreglarse todo este asunto

La gran ciudad se mantiene cambiante, y sin embargo siempre idéntica a si misma, con su cielo de vidrio esmerilado y su ininterrumpida lluvia de hollín, imperceptible sobre todas las cabezas.
 
-Es una lástima.  Aquí todos lo apreciamos, pero ya sabe usted.  No puede hacerse nada contra las políticas de la empresa.
-Si, por supuesto.  Temas legales. Es de esperarse.
-Ya sabrá que el tipo de contratación que tenemos no da lugar a liquidación de cesantías.
-Estoy enterado, si. En el contrato aparece.
-Bueno, pues si llega a resolverse algo de ese asunto, no dude en buscarnos.
-Muchas gracias.

Los contenidos de las gavetas del escritorio caben en una bolsa de compra.  Un par de apretones de manos de despedida.  A la salida, la mujer de la recepción extiende un sobre estampado de corazones.

-Para usted

A su interior una tarjeta de felicitación con dibujos de criaturas antopo-zoomórficas sonrientes, brillantes de partículas de papel metalizado y salpicadas con una docena de firmas, incluyendo los trazos energicos, redondos y un poco demasiado grandes, que dibujan el nombre de Martín.

-Es de parte de todos y muchas gracias.   Lástima que se tenga que ir.  Y por aquí a la orden en todo caso. Un abrazo.  El dejo de un olor a fruta en su cabello. Fresa artificial, probablemente.

El altavoz de la terminal indica que es momento de abordar el autobús.  Puerta cinco.  Ultimo asiento. 44 pasillo. El autobús adormece con el vaivén oscilante de las curvas de la carretera.  Ya ha quedado muy atrás el resplandor naranja que dibuja sobre el cielo el área metropolitana.  El chofer ha apagado el radio por fin y los pasajeros duermen. El hombre del lado de la ventanilla parece dormir también, cubierto con una pequeña frazada, pero su rodilla se frota insistente con la mía. A través de las cortinas cerradas, solo el resplandor ocasional de las farolas de los autos que cruzan en dirección contraria y una noche sin luna.  Un poco después, el roce de su meñique y luego la palma de su mano abierta que busca mi mano y la dirige despacio a su entrepierna. Tibia y sólida. El cierre se abre con un crujido casi imperceptible.  Un movimiento rápido y preciso y su mano sobre mi nuca me oculta, de pronto, bajo su frazada.   Minutos largos. Su mano dirige el movimiento.  Arriba y abajo. Arriba y abajo.  Cada vez menos arriba pero mas abajo.  Una ultima bocanada de aire.  Luego su orgasmo, largo y silencioso. Luego duerme de verdad.   Después de varias horas atravesando la noche, el autobús  ha quedado detenido con un gruñido seco, inmediata mente después de remontar el paso de la cordillera.  Una nube blanca de vapor ascendiendo de su rejilla frontal.  Desde el promontorio junto a la cuneta, el panorama de la ciudad dormida es un mosaico de parches de luz, donde sigue la vida su curso usual y oscuridades desprovistas de civilización. El amanecer despunta despacio manchando el cielo de tonos indefinibles.  El hombre se acerca, entablando conversación trivial, que se responden con frases formulaicas, guardadas de otras conversaciones triviales.  Ofrece un cigarrillo del paquete que guarda en el bolsillo de su camisa.

-¿Y a que viene por aquí? ¿Trabajo o paseo?
-Vuelvo aquí para ver despertar el día sobre esta tierra, dura y desgarrada.

"uno vuelve siempre 
a los viejos sitios
donde amó la vida,
y entonces comprende
como están de ausentes
las cosas queridas"
Canción de las simples cosas.  Chavela Vargas. 2006. Cupaima. RCA
(Cesar Isella. 1969)