lunes, 21 de noviembre de 2011

Extasis

"Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite"
Teresa de Cepeda y Ahumada.  Vida de Santa Teresa.  Capítulo XXIX. 1559


San Sebastián.  Fred Holland Day. Platinotipia. 1906

Ha llegado la cosecha, como todos los años.  Las cerezas del café se acumulan en una montaña roja. El despulpado de los frutos se extiende por horas. Empiezo la recolección de los residuos en el ardiente calor de la media tarde.  El olor dulce de la sangre de los frutos triturados me ahoga.  En medio del campo, orino de pié junto al gran eucalipto.  La luz esplendorosa del sol, me muestra la presencia de los primeros vellos púbicos, apenas apuntando. El cuerpo madura más rápidamente de lo planeado. Esperaba un par de años aún, antes de esta transición.   Normalmente, ya habría terminado para esta hora, pero la tierra ha sido generosa este año, y aún quedan muchos cestos por cargar. De pronto, el sonido del agua que corre.   Por la hendidura de salida de la máquina, a través de un pequeño espacio a la izquierda de su gran cilindro giratorio, lo he visto. Mi corazón se oprime. Me ha sorprendido de nuevo la hora del baño de Tercer Hermano.  

Extasis místico.  Bolígrafo sobre papel.  2009

Ahora, a escasos metros, lo puedo ver mucho más nítidamente.  El agua deslizándose por su pecho.   Remolinos de vello alrededor de los pezones y bajando, por la linea central de su abdomen marcado. Su torax se expande rítmicamente, con su respiración agitada.  De nuevo, el Hambre me sostiene firmemente anclado al suelo. Quisiera volver el rostro, pero no puedo.  Su masculinidad, erecta, surcada de venas dilatadas.  Una gota brillante de fluído en la punta.  Se masturba furiosamente.  Involuntariamente, mi mano busca, imita sus movimientos. El placer invade todos los circuitos de la consciencia, en oleadas.  Ha dejado de masturbarse de pronto. Un par de pasos en mi dirección. Se ha plantado de frente a mí. Erguido, con los pies separados.  Creo que me ha visto.  Quiero correr. Inútil.  Tal vez me señalará con el dedo, se vestirá corriendo y saldrá a buscarme para darme una paliza.  Tal vez se lo diga al Padre.  No podría sobrellevar tanta verguenza.   En lugar de ello, con cuidado, se acaricia los testículos largamente, despacio, como quien hace rotar en su palma un par de esferas baoding. Su sexo, perfectamente turgente. El glande visiblemente enrojecido.   El placer se ha convertido en una gran esfera de luz que explota dentro de mí, llenándome por completo, en oscilaciones intermitentes.  Así, caigo de rodillas entre las húmedas y  rojas cáscaras trituradas. En mis oídos, zumba el palpitar furioso del corazón. 
"El placer es un alivio, y el orgasmo un abismo"
Días de borrasca (vísperas de resplandores)
Heroes del Silencio. Avalancha. 1995. EMI

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