martes, 21 de febrero de 2012

Noche en el bar

"No los hallé ya otra vez -tan luego perdidos...
los ojos poéticos, el pálido
rostro ... en el anochecer de la calle ...
No los hallé ya más -conquistados sólo por casualidad,
que así con ligereza dejé"

Días de 1903. Constantino Cavafis.  1918

"Ahí está el vapor que no puedo tocar.
¿Donde están tus opiáceos, tus nauseosas cápsulas?
¡Si pudiese sangrar, o dormir!
Si mi boca pudiese casarse con una herida como ésta,
o con tus licores, escurriéndose hacia mí, en esta cápsula de vidrio
apagada y silenciosa,
pero descolorida. Descolorida. "
Amapolas en julio. Sylvia Plath.  1960.
Noctámbulos.  Edward Hopper. 1942
Oleo sobre lienzo. Instituto de Arte de Chicago.

La Señora Rosalba y yo tenemos un proyecto que presentar juntos.  Nos hemos reunido un par de veces.  Ha venido a estudiar en esta universidad desde el otro lado del país. Su familia le ha conseguido un bonito apartamento cercano al campus.  No se llama así, pero así lo llaman todos, aunque no en su presencia.  Siempre bien afeitado. Figura un poco gruesa. Expresión afable.  Atuendos bien coordinados, cuidadosamente planchados.  Siempre un suéter sobre los hombros. Gafas de marco dorado sostenidas del cuello con una cadenilla.  Postura de retrato victoriano. Modales glamurosos de corte señorial.  Mientras transcribo el texto en limpio, sentado frente a su computador, mira distraídamente por la ventana mientras toma sorbos de su taza de Café.  Pregunta si he estado alguna vez en un bar gay.  Me ruborizo y tras una larga pausa le contesto que no.  Me dice que no hay de que avergonzarse.  Que aunque a él no se le note y nadie en la universidad lo sepa, es gay y visita regularmente este tipo de lugares, especialmente en la capital.  Que es absolutamente necesario que conozca el antro local a la mayor brevedad, ahora que ya tengo edad para ir. 

El taxi nos lleva hacia el centro de la ciudad.  Unas escaleras que bajan a un sótano sin nombre, señalado únicamente por una banderita multicolor.  Penumbra. Una barra larga. Butacos de madera rústica. Iluminación tímida de tubos fluorescentes de color.  Latas vacías de cerveza de variadas marcas y colores adornan los estantes alrededor del espejo de la pared. Viejos posters enmarcados de hombres ligeros de ropa. Un señor mayor detrás de la barra, de cabellos completamente blancos. La Señora Rosalba lo saluda con familiaridad y hace las presentaciones correspondientes. Mucho gusto.  Es un placer.  Sólo venden cerveza y aguardiente, pero como deferencia especial nos ha preparado cubas, con el detalle coqueto de una rodaja de limón adornando el borde del vaso. En la mesa del fondo, unos señores de mediana edad se besan apasionadamente.  La concurrencia canta al unísono con las divas del pop de décadas idas.  El lugar es como una burbuja. Una discontinuidad de la normativa donde la gente viene a ser sí mismos por algunos momentos.  Mi acompañante se ha ido a íntercambiar cortesías con los conocidos.  El hombre de la barra me acerca otra cuba.   Muchas gracias, pero no. No puedo pagarle.  Me explica que es cortesía de el caballero de allá. Dice que es el pintor A. Sus obras se exponen en galerías de la capital. Incluso en el extranjero. Nunca lo había visto en persona, pero he visto piezas suyas y son de una belleza conmoverdora.  La rectoría de la universidad exhibe una en el vestíbulo.  Levanta su botella de cerveza en mi dirección y saluda con una inclinación de la cabeza.  Un momento después se acerca.  Extiende su mano, blanca y suave. Sonríe con una sonrisa franca. Dice que le parezco muy joven para ser doctor. Le digo que sólo soy un estudiante. Mira con curiosidad y a intervalos garabatea en su libreta con un bolígrafo.  Trato de sostener su mirada por un momento. Inútil. Miro a la pared y trato de mantener la compostura.  Me extiende una hoja de papel. Un boceto. Soy yo. Se levanta y extiende unos billetes al hombre de la barra. Estrecha su mano con entusiasmo.  Le encarga otra cuba para mí.  Balbuceo las gracias en voz baja.  Nos damos la mano y, sonriendo me da una palmadita en el hombro. Se ha ido. Ojalá le hubiese dicho algo. 
Cielo nocturno. Acrílico sobre cartón. 2007

La Señora Rosalba tarda mucho en volver. Ha encontrado un pretendiente. Se besan y acarician con afán.  Finalmente regresa. Tendré que regresar solo, porque van en una dirección diferente.  No tengo inconvenientes.  Son las tres. La hora del cierre. Me despido y al subir por la escalera noto que me es difícil conservar el equilibrio.  No estoy acostumbrado al alcohol y me cuesta trabajo caminar derecho.  Camino por las calles vacías mientras pienso en lo que pudo haber sido. El viento de la madrugada sopla, gélido.  Náusea.  Me recuesto de una baranda. Al otro lado, una profunda negrura.  Trato de ordenar mis pensamientos. Es el puente elevado, a la salida de la ciudad.  He derivado lejos de mi camino. Debo regresar.  Muy lejos, hacia el fondo, el ondulante mar de las bambusas. Bajo su dosel apretado, un río invisible se adivina correr.  El río canta su canción oscura, hipnóticamente.  Habla de un hombre de pié ante estas mismas barandas, hace muchas lunas.  Vivió buenas épocas. Familia acomodada. Casa bonita. Carrera universitaria.  Entonces, una espiral descendente de drogas y alcohol. Muchos tratamientos de rehabilitación inconclusos. La expulsión del hogar. Luego, errar sin rumbo de ciudad en ciudad.  Innumerables noches a la intemperie. Vender para consumir.  Finalmente, la cárcel.  Aunque los hombres nunca le interesaron sexualmente, allí aprendió a dejarse penetrar por las monedas necesarias para comprar la dosis de bazuco. De nuevo en las calles, su cuerpo decayendo visiblemente. La policía, llevándole inconsciente al hospital. El Sida abonó el camino y la tuberculosis le consume, insidiosa. Más lentamente de lo que desearía.  No tiene el interés ni las fuerzas para asistir al tratamiento subvencionado por el estado.  Necesita desesperadamente olvidar. A sus pies, un perrillo asilvestrado que recogión de las calles y crió desde cachorro.  Su único contacto con el mundo.  Su último afecto. Siempre tuvo cuidado, al comprar sus dosis, de dejar algo de lo mendigado para conseguirle algo de comer. Cuando falte, nadie lo alimentaría. Nadie lo mantendría caliente durante las noches. Con un solo movimiento, lo arroja sobre la baranda.  Sostiene la respiración por algunos instantes y escucha atentamente esperando percibir algún ruido. Nada. Sólo el silbar del viento.  Con gran esfuerzo trepa sobre la baranda y se deja caer. Nadie lo ha visto.   Ahora las bambusas amortajan sus huesos blancos con sus raíces nudosas.

Una brillante luz rompe repentinamente la ensoñación.  Son las farolas de una patrulla. Que hace ud. ahi?.  Trato de murmurar algunas disculpas. Sólo me sentí mal por un momento y quise descansar aquí.  Sólo escuchaba el murmullo del río.  El interior de la patrulla apesta a alcohol y sangre.  Un par de hombres, maniatados y contusos se miran entre sí con furia e intercambian maldiciones.  El centro de detención es una derruida construcción rectangular rodeada por oxidados enrejados. 
-Estos vienen por escándalo en vía pública y lesiones personales.
-Y éste?
-Un borracho que iba a saltar del puente.
-No iba a saltar. Sólo tenía un mareo pasajero.
-Nadie le está preguntando. Requísenlos bien. Recuerden quitarles los cinturones y los cordones de los zapatos.

Un par de hileras de celdas de 2x2 separadas por un pasillo central.  Algunos indigentes duermen sobre el desnudo suelo de concreto.  Poco a poco las celdas se van llenando con nuevos ocupantes, de aspecto terrible y mirada dura.  Desde el escritorio de la entrada se escuchan los cargos.   Tráfico de estupefacientes. Hurto simple. Hurto a mano armada. Porte ilegal de armas.  Misericordiosamente, han dejado la celda que ocupo para mí solo. Los indigentes alivian sus intestinos en el piso de su celda, y la pestilencia es intolerable.  De pie ante la reja, espero el amanecer que tarda aún.  Un par de policías se acerca, sosteniendo a una travesti que no puede caminar. Cruje la cerradura. Cae pesadamente, como una pieza de equipaje.  De nuevo se cierra la puerta. 
-Una pelea a cuchillo. Está drogada a más no poder
-Que dijeron los del hospital?
-La remendaron y dijeron que estaba bien. Que podíamos traerla.
Respira difícilmente. Su piel marcada por las cicatrices de cien batallas.  De su nariz torcida en diferentes direcciones, mana un hilillo de sangre.  Respira a intervalos largos.  Una mancha oscura en su blusa delata una fuga del aceite inyectado para dar forma a sus senos artificiales. Duerme con un ojo entreabierto, el otro cerrado por la hinchazón de un corte sobre la ceja, suturado con pequeños nudos de hilos de seda.

Finalmente, el alba despunta inundando de claridad la entrada. Dicen que soy libre de irme.  Los demás irán a comparecer ante el juez para la formalización de los cargos.  Me devuelven mi boceto,  mis cordones y mis documentos.
-Hay alguien a quien llamar para que lo recoja?
-No. No hay nadie.
-Firme entonces el libro de salidas.

En la acera, un gozque amarillo, con una cinta roja desvaída atada alrededor del cuello, se calienta bajo las primeras luces de la mañana.  Al abrirse la reja principal, husmea el aire volviendo su hocico en dirección a la entrada.  Luego se recuesta de nuevo volviendo la panza hacia el sol, esperando.

"Taciturna me hundí en aquel bar,
donde un ángel me dijo al entrar:
Ven, elévate
como el humo azul,
no sufras más, amor.
Y, desgarrándome
algo en mi vida cambió"
Sobreviviré.  Mónica Naranjo.
Minage. 2000. Sony Music

 
"Las drogas se han vuelto convenientemente disponibles para todos los niños.
Fumo mi crack y golpeo a mi perra justo aquí, en Hollywood.
Tratan de construir una prisón
para que tu y yo vivamos en ella"
Prison Song.  System of a Down
Toxicity. 2001. American Recordings

8 comentarios:

  1. Ufff, vaya aventura la del protagonista de la historia, le pasó de todo, como si hubiera bajado a los infiernos. Cuando desaperece el sol parece dormirse un mundo para despertarse otro. Y la noche parece ser siempre el escenario perfecto para que actúe el lado más oscuro del ser humano. Quizás por eso hay algunos que la buscan y otros que la evitan... La narración provoca todo tipo de sensaciones, hasta me pareció sentir las náuseas, jeje. Me encanta la ilustración del "Cielo Nocturno", me recuerda al cuadro de Van Gogh de la Noche Estrellada. Besos y un fuerte abrazo.

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    1. Estimado Roberto: Creo que sí, somos sin duda un poco diferentes a nosotros mismos en el reino de la noche. Es un gran honor que encuentres parecido en esta humilde obra con esa maravillosa pieza de Van Gogh (que es una de mis favoritas de todos los tiempos). Un abrazo y gracias por tu visita

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  2. El relato está pero que muy interesante. Ya sabes lo que opino de tu forma de escribir ;)
    Se volverá a encontrar con el pintor?

    Una cosa, con todo el respeto te lo digo, la parte del hombre entre el bambú no me queda clara, cómo sabe el protagonista todo eso del hombre que salta, creo que ahí me perdí un poco.

    Un beso y "plis continue"

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    1. Estimado Argax: Me alegra mucho que el relato despierte tu interés. El pintor continuó cosechando éxitos en su carrera, pero sin embargo su camino jamás volvió a traerlo a un encuentro. El tema del hombre del puente es un poco sobre un soñar despierto, o más apropiadamente, una alucinación. Estas pueden llegar a ocurrir bajo diferentes circunstancias tales como: trauma físico, estrés psicológico, baja en los niveles de oxígeno en el cerebro, deprivación de sueño, efectos de alcohol u otras substancias, etc. Muchas gracias por tu visita y un abrazo.

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    2. De nuevo te vuelvo a hablar de tu forma de narrar. Los saltos para describir situaciones aisladas sirven perfectamente para hacernos una idea de la manera de sentir y actuar del protagonista. Eso es un punto muy bueno a su favor, un relato con coherencia.

      El tema de la alucinación, pues sí, intuyo que va por ahí el pasaje, es sólo que para ser una alucinación resulta sumamente bien descrita y bella.

      Un abrazo.

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    3. Estimado Argax: Muchísimas gracias por estas palabras tan elogiosas, de verdad estimulan a continuar con este ejercicio. Un abrazo

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  3. Blackmount, cuando se estudia a los grandes geniaos siempre se habla de etapas, de momentos existenciales de cada autor. Cada momento marca diferencias en su producción.
    Te comentamos todo esto porque cuando tu nombre inunde los anales de la historia de la literatura, esta obra será analizada, observada y apreciada con incesante interés.
    Mencionarte lo atrayente(cual canto de sirenas) resulta nimio, puesto que nos encanta. Un relato forjado desde una experiencia compartida, puesto que todos fuimos primerizos, y todos dijimos que hubiera pasado si hubieramos dicho algo.
    Un lenguaje entre el dulzor de que cuadra con cada palabra, y lo de que describe, un choque constante que como si se tratara de lo prohibido atrae y aterra al lector.
    Un saludo enorme GoBri!! Por cierto despues de un relato así comprenderás que no podemos pasar la oportunidad de decirte que tenemos otro proyecto colaborativo en mente(te lo comentaremos por email ^^)

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    1. Estimados Go y Bri: Me conmueven mucho sus palabras tan elogiosas e inmerecidas sobre este pequeño proyecto. Es verdad que a veces quedamos un poco enganchados con el pasado cuando pensamos en como hubiesen sido de diferentes las cosas si hubiesemos tomado decisiones diferentes, es un mal hábito que es un difícil de romper. En cuanto a la colaboración, con mucho gusto estaré dispuesto a parrticipar. Quedo al pendiente. Muchas gracias por la visita y Abrazos

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