miércoles, 28 de marzo de 2012

Per signum crucis de inimicis suis

"La recién parida tenía un miedo terrible a la sangre, pero la sangre bailaba lentamente, con un uso teñido de cinabrio, bajo sus balcones. No era posible la existencia de los paños blancos, ni era posible el agua dulce en los valles. Se hacía intolerable la presencia de la luna y se deseaba el toro abierto, el toro desgarrado con el hacha y las grandes moscas gozadoras"
La degollación del Bautista.  Federico García Lorca. 1921
La muerte de Marat.  Jacques-Louis David. 1793
Oleo sobre lienzo. Museos reales de Bellas Artes de Bélgica. 


Los largos turnos en el servicio de urgencias generales han terminado.  Ahora, por tres semanas he de ser el asistente del forense, que tiene una pequeña oficina en el sótano del viejo hospital.   El Jefe de la oficina local de Medicina Legal es un señor mayor, pequeñito, que acostumbra salir a fumar al jardín, mientras hago el inventario del día. Hematomas. Contusiones.  Heridas suturadas.  Extremidades inmovilizadas en yeso. Demás miserias humanas.  En la sala de espera, una multitud compuesta de las esposas golpeadas de la localidad, los niños maltratados en proceso de ser arrebatados a sus padres, las escasas víctimas de violaciones que se animan a denunciar y los sobrevivientes de los accidentes y de las riñas de la última semana.  Todo ha de ser medido con la cinta métrica.  Las incapacidades se determinan según la tabla vigente.  Los informes salen poco a poco de la vieja máquina de escribir.  Los pequeños brazos metálicos se traban de cuando en cuando. El gran carrete, con el cilindro de goma que comprime el papel se desplaza con el movimiento de su palanca plateada y una campanilla suena. Han de ser enviados a la autoridad competente.  Un expediente se abrirá por cada uno. Los procesos se prolongarán en los juzgados por años. Las partes desistirán.  Las mujeres, con el tiempo, habrán de volver con sus maridos, porque no conocen nada mejor.  Los niños habrán de regresar con sus padres porque el instituto de asistencia social tiene fondos limitados y sólo los puede cuidar por breves temporadas.  Hoy tendrán que esperar.  El forense ha recibido una llamada con la primera luz de la mañana.  Gente importante. Un procedimiento que se debe agilizar.  Vamos a salir.  Tenemos una necropsia.
La sala de necropsias queda al otro lado de la ciudad. El automóvil del forense avanza en dirección contraria. 
-Vamos primero a ver la diligencia de levantamiento del cadáver.  Ya he hecho los arreglos con la policía judicial.  No tenemos participación en esa parte, pero es necesario que ud. vea como es, para que se familiarice con el procedimiento.
Camionetas de la policía aparcadas junto a los setos floridos de la entrada. Alto edificio. Puertas de cristal. Recepción con mostrador de madera de teca. Oprimo el botón del ascensor.  El portero uniformado habla con la policía. Su voz lejana, entrecortada. 


-Un muchacho, sí. Muy joven.  No lo había visto antes.  Las tres y media, creo. Sí, solo él.  No, no entró nadie más.  Tal vez una hora u hora y media despúes. Solo... Salió solo. 


  
Geodesia en rojo.  Acrílico y tinta china sobre cartón. 2010


La luz del botón del ascensor se apaga. La puerta metálica se abre. El interior, tapizado de espejos, me devuelve mi rostro desde todos los ángulos. Los espejos tienen algo de abominable.  Se abre la puerta en el décimo piso y el fuerte olor de la sangre llena la boca con el sabor de clavos de acero.  La puerta está abierta. El piso alfombrado apaga los pasos.  Jamás estuve en un cuarto alfombrado antes.  Cortinas de damasco con velo de tul.   Desde un pedestal preside la estancia un enorme ícono.  Talla en madera polícroma. Virgen del Rosario, de la Escuela Quiteña. Sala de estar, plagada de mesitas ratonas cubiertas de miniaturas y mantelitos de punto. La mas cercana a la puerta ha sido volteada.  Una constelación de figurillas de nefrita se despliega sobre la alfombra.  El cristal del gran espejo enmarcado en pan de oro esta roto.  Junto al espejo, un busto de Beethoven, descabezado en el suelo.  En el dormitorio, yace un hombre desnudo en medio de un charco de sangre, sobre las sábanas revueltas. Cuidadosamente afeitado. Cabello entrecano. Sus manos son hermosas y blancas. Sus manos están crispadas en un gesto mudo.  Nunca trabajó con sus manos.  Sus uñas rosadas nunca conocieron el contacto con la tierra. Su rostro está cruzado por dos cortes anchos y profundos. Su torso está constelado de heridas. Fisuras lineales. Un ángulo romo y un ángulo irregular, compatible con arma de hoja plana, de un solo filo y borde aserrado.  Falta la hemorragia en los bordes de algunas, compatible con apuñalamiento post-mortem.  Falta el arma.  Bajo sus córneas enturbiadas, se adivinan las dilatadas pupilas. Pocas heridas defensivas.  Dormía, tal vez.  Los velos del baldaquino están salpicados.  Algunas gavetas han sido sacadas de las cómodas y sus contenidos vertidos en el suelo.  Al pie de la cama, algo de ropa en desorden y documentos esparcidos.  Sobre la mesita de noche, unas gafas de leer encima de un libro abierto.  El personal levanta planos. Si pudiera escapar de este lugar... El personal toma fotografías. La diligencia avanza. El acta se redacta.  Es hora de partir ya hacia la sala de necropsias. Esperaremos allí el cadáver.  A la salida, el murmullo de la conseja de vecinas que llega desde el recodo del pasillo.
-Yo la conocí mucho, a su madre. Una mujer muy formal. Siquiera ya murió para no tener que ver ésto.
-O sea que es verdad que era..
-Pues claro. No vas a creer que un cuarentón que no se ha casado nunca...
-Y fué la muchacha de la limpieza la que lo encontró.  La ví tan afectada que tuve que decirle a la cocinera que le diera una infusión de hierbabuena. 
A la entrada de la sala de necropsias ya esperan los empleados de pompas fúnebres.  Hay que localizar y medir cuidadosamente todas las heridas.  El forense me explica la mejor manera de abrir el tórax por donde se unen los cartílagos con las costillas.  La mejor manera de revisar en orden los órganos abdominales y pélvicos.  Una nubecilla de polvo se levanta al aserrar el cráneo. Tipo de muerte: Violenta. Causa de muerte: Hemorragia masiva secundaria a sección del cayado aórtico.  Naturaleza de la lesión: Esencialmente mortal. Debemos regresar a la oficina.  El informe debe redactarse pronto, y hay muchos dictámenes atrasados hoy.  

Preludio, Asesinato y Finale para orquesta de cuerdas.  
De la banda sonora de Psicosis (Alfred Hitchcock)

6 comentarios:

  1. El texto me gusto pero las imágenes me alucinaron sobre toda la primera y el fragmento de García Lorca.

    Un abrazo y gracias por la visita.

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  2. Estimado Alvaro: Me alegra muchisimo que el presente contenido sea del agrado de un blogero de tanta trayectoria como tu. Ojala yo pudiese publicar tantos y tan buenos contenidos como lo haces en tu blog. Abrazos

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  3. Tremendo, me quedo fascinado con este relato, a pesar de su crudeza. Me ha traído al recuerdo el relato que publicaste en el blog de GoBri. El mundo de la medicina forense, donde se mezclan la ciencia y la burocracia, me imagino que debe exigir para los que la practican un esfuerzo sobrehumano, debe ser realmente muy duro. Mi abuelo paterno se suicidó en su casa allá por los años 60 del siglo pasado (se colgó de una soga), y en aquella época las autopsias se hacían "in situ". Mi padre, que en ese momento estaba en la casa, nunca pudo olvidar el resto de su vida el ruido del cráneo de su padre al ser abierto, y que escuchó claramente, aunque estaba en otra estancia. Una experiencia realmente impresionante. Me encanta también tu "Geodesia", y la música de Psicosis, a pesar de que la he escuchado muchas veces, siempre resulta inquietante, jeje. Muchos besos y un fuerte abrazo.

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    1. Muy querido Roberto: Me alegra sobremanera que encuentres bueno el relato. Aguda memoria la tuya. Es efectivamente, una imagen especular del relato que los amigos de GoBri tuvieron la gentileza de publicar aqui ( http://porfingobri.blogspot.com/2012/01/blog-post.html ) el cual fue contado desde puntos de vista opuestos, el de la víctima y el del asesino. Este corresponde al punto de vista del funcionario que asiste a atestiguar lo que queda en la escena del crimen. Terrible experiencia la de tu padre. Doy fe de que ese ruido es espeluznante y no me puedo imaginar lo que puede ser si proviene de un ser querido. Besos Y abrazos xoxo

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  4. Como siempre te digo, la distancia que tomas respecto a lo narrado le da al texto su esencia y lo hace crecer y ganar en atractivo.

    En este pasaje en particular, además, la meticulosa descripción del muerto me ha gustado particularmente.

    un saludo de un seguidor.

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    1. Estimado Argax: te agradezco mucho la buena opinión, y me alegra que hayas encontrado interés en el texto y en la descripción. Un abrazo

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