cuando ella entró completamente desnuda.
Ellos habían bebido y comenzaron a escupirla.
Ella no entendía nada, recién salía del rio,
era una sirena que se había extraviado.
Los insultos corrían sobre su carne lisa,
la inmundicia cubrió sus pechos de oro.
Ella no sabía llorar,por eso no lloraba.
No sabía vestirse, por eso no se vestía.
La tatuaron con cigarrillos y con corchos quemados
y reían hasta caer al suelo de la taberna."
Fábula de la sirena y los borrachos. Pablo Neruda. Estravagario. 1958
El jardín de las delicias terrenales. Panel derecho (detalle) - Cerberus
Hieronymus Bosch. 1480-90

"-Ya no tenemos más sorpresas
-Siempre hemos estado aquí
-Pero por favor, siéntete libre de explorar. Tenemos la eternidad para conocer tu carne"
Fotograma de Barbie Wilde como La Cenobita. Hellraiser II. 1988. Tony Randel.
Noche de torso yacente. Carboncillo y lápices blandos. 2008
Hay que regresar al día siguiente. De nuevo, en la parada de camiones, pedir un aventón. Pasan las horas. Nadie se detiene. Al caer la noche, un auto plateado. Hombre de mediana edad. Acuerda llevar sólo a uno. Se ha decidido que vaya yo, él podrá regresar a casa de su familia si nadie lo recoge más tarde. El automóvil huele a caucho y tapicería nueva. Charla trivial sobre el clima, sobre mi vida y sobre la suya. Sin avisar, se desabrocha los pantalones y me muestra su sexo. Ante mi expresión de desconcierto, me explica que debo chuparlo, porque es el valor de mi pasaje. El viaje no es gratis. No hay nada gratis en la vida. La única alternativa es quedar varado en medio de la noche en la cumbre helada de la cordillera. Largo ascenso por la ladera de la montaña, y largo descenso, con su masculinidad en el fondo de mi garganta y la palanca de cambios del auto encajada en mi costilla. Sin embargo, no llega al orgasmo. Nos acercamos a las luces de la ciudad. Me ha dicho que basta. Me he disculpado por no saber hacerlo bien. Le explico que sólo lo he hecho una vez antes. Dice que estuvo bien, pero que generalmente una mamada no es suficiente para él. Que en otra ocasión intentaremos otra cosa. Que por lo pronto me llevará a donde vivo. Le he dado las indicaciones, y me ha dejado en la puerta de la casa. Algunos días después, de nuevo su auto en la entrada, esperándome cuando regreso de las clases de la tarde. Dice que iremos a su casa, a divertirnos un poco. Le digo que prefiero no ir. Contesta que sabe que lugar és este. Que conoce al Cura y que si le cuenta lo que hice en su auto, me echará de allí sin duda. Entro a su auto. Un condominio campestre, por fuera del perímetro urbano. Una casa de madera imitación de chalet suizo. Ha dejado el auto en la entrada. Hemos entrado al garage. Cajas polvorientas. Estantes con herramientas. Una mesa. Un par de hombres fuman, sentados en un viejo sofá. Son unos amigos suyos, dice, no debo preocuparme. Beben ron directamente de la botella. Me ofrecen un trago. Lo rechazo. Me indican que es más conveniente para mis intereses que haga lo que se me ordena. Lo bebo y quema. Otro más. Debo desnudarme ahora. Quieren verme. Si coopero, terminaremos más rápido. Ha traído un corpiño de encaje. Con fuerza, apreta los lazos de la espalda. Es difícil respirar. Ríen animadamente. Sostiene mis brazos y alguien los ata con una cuerda, pasando el extremo libre por un gancho del techo del que me suspenden. Dolor agudo. De alguna parte han sacado una fusta de equitación. Un grito. Dicen que es mejor que calle. Que mientras haga más ruido me lastimarán más. Un golpe y otro, a intervalos irregulares. Me muerdo los labios para no gritar. Al cabo de algunos minutos, me bajan y depositan sobre la mesa boca abajo. Alguien ha tomado la botella de ron y me introduce su cuello. El reborde metálico suelto de su tapa me lacera. Algo caliente corre por mi pierna. ¿Sangre? Alguien se acerca por detrás y lo lame. Luego se incorpora y me penetra. Risas. Imprecaciones. Se retira. Me dan vuelta. Alguien más se acerca a penetrarme. Desprecio y lujuria en su expresión. Me escupe al rostro. Finalmente, el hombre del auto. Me penetra con fuerza por largos minutos. Algo le falta. Depronto, un cigarrillo que se apaga sobre mi pecho. No puedo evitar gritar. Un puñetazo directo a la nariz. Su orgasmo sobreviene con ruidosos espasmos. Me han dejado caer al suelo. Algo caliente. Alguien orina sobre mí. Me ha permitido usar la ducha y lavarme. Me ha llevado de nuevo a casa. Hemos pasado un buen rato contigo. Si no dices nada, no diremos nada tampoco.
"Voy a lo largo del vallado
y de nuevo siento esa sed:
Debo destruir,
pero sólo si no me pertenece.
Tomaré lo que es tuyo
y lo aniquilaré.
Aserrar, descuartizar,
sin preguntar, hacer pedazos,
y la máxima disciplina:
arrancar la cabecita de una muñeca.
Herir, desgarrar, desintegrar.
Destruir"
Zerstören. Rammstein.
Rosenrot. Universal Music. 2008