lunes, 19 de marzo de 2012

Desvaído jirón de la memoria

"No quisiera que esta fragancia acabase, sin embargo sé que debe terminarse.  Así como la memoria del dolor nunca es tan vívida como la herida en sí misma, así también nuestras memorias de esta fragancia nos fallan, dejándonos sólo una insustancial, desvaída copia de esta sensación maravillosa.  Debemos atesorar este momento, esta fragancia, este regalo, aún durante el momento en el que lo olvidamos.  Tal belleza no puede existir por mucho tiempo en nuestro rebajado plano mortal, aunque nos engrandece haber sido testigos de su breve aparición."
Ryan North. Historias de dinosaurios

"los recuerdos se nos vuelven imágenes rígidas, frías, incapaces de conmovernos, y así se nos va muriendo la vida.(...)  Nos vamos inventando nuestro pasado sin saberlo. Así que no somos más que personajes de ficción."
Javier Lázaro Sanz. Los tiempos interesantes de la maldición china.

Oleo sobre lienzo. 1875-81
Museo de Arte de Delaware

El último año de la carrera inicia.  Se requiere que los estudiantes realicen turnos rotativos de 24 horas seguidos por 12 de descanso.  El hospital universitario dispone de cuartos en la buhardilla del edificio para quienes prefieran radicarse en el hospital durante este año.  Ya he traído mis cosas. Tengo un compañero de cuarto, pero sus horarios son opuestos a los míos y nos vemos muy poco.  El servicio de urgencias, a reventar, como es costumbre.  El largo día ha terminado por fin.  Una voz a mis espaldas: 
-Por favor...
Una mujer de mediana edad, ojos llorosos, cabello revuelto.  
-Yo soy la hija de la Señora N.  Usted la atendió esta mañana.  
Recuerdo.  Una anciana gruesa, de cabello blanco. Tenue olor a rosas.  Infarto fulminante. Parada cardiorrespiratoria.  Trabajamos con ella por una hora.  Nada que hacer. 
-Necesito que por favor me acompañe a verla
Estará ahora en la morgue.  La morgue del hospital es simplemente un pequeño patio interior donde los cuerpos se dejan en la camilla en la cual murieron hasta que venga por ellos la funeraria, o los peritos forenses, según sea el caso.
-Es importante.  No creo que esté muerta de verdad.
Nos dirigimos a la morgue. El portero abre con estrépito la oxidada puerta corrediza.  La anciana parece dormir.
-Tóquela usted.
Está tibia aún.  El rigor mortis debería estar bien establecido ya.  Sin embargo sus extremidades permanecen flexibles.  Hemos regresado a urgencias.  Se ha instalado el monitor cardiaco.  No registra ninguna actividad eléctrica del corazón.   El oxímetro de pulso tampoco registra ninguna lectura.  Las pupilas permanecen dilatadas y fijas, sin ninguna respuesta a la luz.  El jefe de urgencias ha venido. Me ha reconvenido por traerla de vuelta. La mujer está muerta, ha dicho.  El certificado de defunción está firmado ya.  Los equipos se necesitan para los vivos. El cadáver debe entregarse a la funeraria a la brevedad.  Ha espantado a los curiosos que llenaban la sala de reanimación. Todo el mundo a trabajar a sus puestos. No hay nada que ver aquí.

Aunque estoy fatigado, no puedo dormir.  La anomalía de la anciana muerta ronda mi mente, insistente.  En este punto, el tanatopráctico ya habrá hecho su trabajo, supongo. En la oscuridad de la vacía sala de estar al fondo del largo pasillo, alumbrada únicamente por el resplandor del pequeño televisor,  me recuesto en el viejo sillón de tapicería rota, y trato de llevar mi mente en cualquier otra dirección.  Recuerdo entonces al vigilante nocturno.  No he vuelto a pasar por allí.  He tenido miedo de encontrarlo, aunque lo desearía.  ¿Que podría decirle? ¿Y si quisiese de nuevo? Alguien podría vernos. Un auto podría pasar. Los vecinos podrían llamar a la policía.  Trato de evocar el olor de su cuerpo.  Recuerdo la sensación embriagante. Recuerdo un poco. Ansia y almizcle. Se escapa. La naturaleza de su esencia se escapa.  Verifico con desencanto que la forma humana no puede recordar el hecho en sí que tratamos de evocar.  Sólo puede evocar la última vez que lo recordamos, y la siguiente vez solo recordamos el recuerdo de ese recuerdo, y así, ad nauseam, nuestros recuerdos se diluyen hasta quedar solo un leve regusto de lo que fué una sensación poderosa. Con los ojos cerrados persigo los vestigios de la memoria.
Recuerdo de policromía asimétrica. Carboncillo y acrílico sobre cartón. 2010 

De pronto, el recuerdo del olor se define y regresa.  Pero no.  No es la misma esencia.  Esta tiene un diminuto dejo de miel y arena.  Entonces me doy cuenta.  Hay alguien más aquí.  En la penumbra distingo el reflejo del televisor en los cristales de sus gafas.  Ya lo he visto.  Alto y moreno. Vive en uno de los cuartos de la buhardilla, como yo.  Se llama V., según he escuchado en  conversaciones ajenas.  Ha llegado hace poco, con una docena de compañeros de su universidad,  desde una ciudad lejana a la orilla del mar.  Sentado en el suelo, junto al sillón, mira impasible en la pantalla el noticiero de la noche.
-Tengo un problema, y he escuchado que tu eres el indicado para ayudarme
-Haré lo que esté a mi alcance.  ¿Que clase de problema?
-Mi mujer. Estudiamos juntos. Ella vive conmigo en mi cuarto, pero ahora está pasando por sus problemas femeninos
-Y cómo puedo ayudarle?
Lentamente se pone de pié.  Calculo la vasta longitud de sus fémures.  Su mano contornea la nítida redondez del frontal de sus pantalones.
-Puedes ayudarme con esto.
Debería salir de aquí.  Debería sentirme ofendido. Debería protestar.  El olor se hace mas denso por momentos.  El olor me habla.  Me dice que obedezca.   Su sexo enorme se proyecta hacia el techo.  Es imposible tragar mas allá de la mitad de su longitud. 
-Aquí no. Puede entrar alguien. Vamos a tu cuarto.
Mi compañero de cuarto está trabajando en su turno.  Se sienta en mi cama y continúo en el punto en que lo había dejado.   Al cabo de algunos minutos me cuesta trabajo mantener la boca tan abierta. Resulta doloroso. 
-Ya esta bién.  Ahora en serio
-Quiere decir...
-La mamada estuvo bien, pero no puedo venirme así. Necesito que me dejes penetrarte
-No. No podría. Es...
-Ya sabes que quieres. No te resistas.
-Es demasiado...
Tiene razón. La resistencia es inútil.  Sabiamente, deshace mi ropa. En un breve instante estoy desnudo, como él.  Veo su rostro transformarse por el placer, sobre mi. Un poco de saliva. Dolor agudo, seguido por dolor excruciante.
-Tiemblas.  Me gusta como tiemblas mientras te clavo
Trato con todas las fuerzas de no quejarme.  Se da cuenta. 
-No te frenes. Me encanta cuando gritan. Siempre terminan por gritar. Ella grita montones.
Finalmente, las contracciones de su orgasmo llegan, en algun lugar por debajo de mi ombligo.  Se retira y respiro con alivio, dejandome caer, desmadejado como una marioneta con los hilos cortados. Escucho el sonido del agua corriendo del grifo en el lavabo.
-Nos veremos pronto. Regresaré mañana.
La oxidada bisagra de la puerta gime, el picaporte se cierra. El dolor cede poco a poco.  Entonces, el sueño.

Golpes en la puerta.  Tres de la mañana.   Es un hombre moreno y bajito.  En la obscuridad del pasillo, se distingue apenas un rostro.  Párpados abultados, ancha boca que sonríe con lujuria.  Curiosa similitud con la expresión de un sapo. 
-V. me dice que tú me vas a ayudar con un problema que tengo....
"Flaco, ¿donde estas?
Estoy imaginándome otro lugar,
estoy buscando información,
estoy queriendo ser otro
(otro yo)
Mi necesidad
se va modificando con las demás,
así mi luna llega a vos,
así
yo llego a tu luna"
Giros. Fito Páez
Yo vengo a ofrecer mi corazón.  1985. EMI Music 


"Olvídate de las flores,
porque las flores
nunca durarán por siempre,
amor mío"
Flowers. Emilie Simon.
Emilie Simon 2003. Barclay/Universal

6 comentarios:

  1. Por Dios bendito, ¿esos problemas no se pueden arreglar más fácilmente usando las manos?. Hay gente muy caprichosa, jajaja. Este relato, por otra parte, me ha hecho reflexionar sobre el universo de los recuerdos. Es cierto que se suelen diluir con el tiempo, y que muchas veces almacenamos falsos recuerdos sin darnos cuenta, sobre todo los que tienen que ver con las rutinas diarias. Y la capacidad de los olores para despertar los recuerdos es tremenda. A mí me pasó una vez de estar perdido en mi ciudad buscando un edificio donde había estado unos años atrás para tramitar unos asuntos. Pero en esa calle los portales eran todos casi iguales, y no vi a nadie para preguntar. Encima estaba oscureciendo y todavía no estaba encendido el alumbrado público. Hasta que, de repente, me detuve delante de uno: el olor que venía del interior me trajo el recuerdo de que ya había estado allí. En ese olor había una mezcla de muchas cosas, y era como muy especial. Entré, subí las escaleras y encontré la oficina. Me conmovió también la historia de la mujer que quizás no estuviera muerta del todo. Tu ilustración del "Recuerdo" también me gusta, hace pensar... Y la obra de D.G. Rossetti también es estupenda. Yo he tenido el privilegio de ver en vivo algunas de sus obras y de verdad que tienen un magnetismo especial. Muchos besos, y me alegro de tu vuelta :-)

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  2. Querido Roberto: yo tambien me alegro de estar de vuelta. Tienes razón, es impactante cuando uno lo piensa, lo poco que puede uno confiar en su propio cerebro. Y es cierto, también que el olfato influye mas de lo que creemos en nosotros. De hecho hay un estudio relativamente reciente que muestra que cuando se asocia un olor particular al momento de la aplicación de insulina a un diabético, la exposición a ese olor en ocasiones subsiguientes puede producir descenso en el nivel de azúcar en sangre aunque no se aplique insulina. Muy curioso. Me alegro mucho que el relato te haya servido para hacer una reflexion sobre esos temas. Besos y abrazos

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  3. Como siempre, evocador. Me ha gustado especialmente la primera parte que te crea un desasosiego que hace posible lo que sucede en la segunda.

    Y los olores, siempre los olores.

    Un abrazo

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  4. Estimado Argax: Me alegro mucho que te haya gustado. El asunto de los olores tiende a volverse un poco monotemático, lo sé, pero la verdad es que me es imposible experimentar el mundo de otra manera. Abrazos

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  5. Sublime... observo una antítesis entre la muerte o mejor dicho la muerte no identificada esa muerte no clara, y por otro lado la vida a si sea por el dolor o por la pasión sexual pero en ambos casos reflejos de vida, prubeas de existencia...

    Blackmount un relato apabuyante. Sobretodo el aspecto desapegado de esas relaciones y como hay tanto ocultamiento, en parte cada problema puede ser como un muerto que permanece etéreo y sin llamar la atención, hasta que por medio de la solución de esos problemas vuelve a la vida.
    Un paralelismo interesante y una llamada de atención, un grito a la vida, un grito al deseo, y un grito silencioso a valorar nuestra existencia.
    Un saludo enorme GoBri!!!

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    1. Muy estimados Go y Bri: Muchísimas gracias por tan profundo y acertado análisis, en verdad la vida y la muerte nos acompañan constantemente como caras de una misma moneda, aun cuando no nos damos cuenta. Me alegra sobremanea que hayan encontrado interés en el relato. Abrazos

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