viernes, 6 de abril de 2012

Nunc et in hora mortis

"No es el fin de nuestro cuerpo físico lo que debe preocuparnos.  Mas bién, nuestra preocupación debería ser vivir mientras estamos vivos. Liberar nuestro ser interior de la muerte espiritual que viene de vivir detrás de una fachada diseñada para conformarnos a las definiciones de otros acerca de lo que somos y quienes somos. 
Necesitamos enseñar a la siguiente generación que son responsables por sus propias vidas.  El don mas grade de la humanidad, el libre albedrío, es también su mayor maldición. Podemos elegir entre tomar decisiones nacidas en el amor o nacidas en el miedo" 
Sobre la muerte y los moribundos.  Elisabeth Kubler-Ross  1969
El beso de la muerte.  Jaume Barba - Joan Fontbernat. 1930
Escultura en mármol. Cementerio de Poblenou (Barcelona)

Amanece y la acera afuera de las rejas del viejo hospital se convierte en un mercadillo. En un par de horas empieza la hora de visitas y los visitantes toman su lugar en la larga fila. Una pequeña carreta de madera con frutas exhibidas en endebles pirámides.  Otra carreta en la que se despliegan dulces caseros ordenados en pilas. Alfandoques de maní.  Cuadritos rosados de palomitas de maíz caramelizadas. Masas de hilachas de coco conglomeradas por la melaza.  El olor de la panela llena el aire.  Y el anis. Y el gengibre.  Las abejas vuelan alrededor de la mujer de los dulces, como un halo móvil y dorado.  Una muchacha de color de cobre sostiene un fajo de periódicos bajo el brazo y  anuncia las noticias del día.  El viejo que vende café avanza trabajosamente con su carrito lleno de termos.  Un café, por favor. Negro.  Azúcar no, gracias.  El café es aguado y sabe a plástico,  al igual que el de la cafetería del hospital, pero es en cambio mucho más barato.  Enciendo un cigarrillo y el humo se eleva en espirales hacia el inusualmente azul cielo de la mañana.  No queda mucho tiempo. Pronto acabará mi receso y en mi bolsillo espera el listado de pacientes que tienen solicitada valoración  psiquiátrica. No es una lista corta.  Habría preferido haber seguido como asistente en la oficina del forense.  Al menos allí no era tan fuerte el olor a vómito  y sufimiento que impregna todos los rincones del hospital.  la programación de actividades exige por ahora que actúe como asistente del psiquiatra en turno. Entonces noto que una conversación se eleva entre el laberinto de cien voces.
-Nunca.
Una mujer mayor, vestida de negro. En su rostro se leen largas noches sin sueño.  Increpa a un hombre que se retuerce las manos con desesperación.
-Ni siquiera habría sabido que estaba enfermo si no la hubiera llamado para decirle que estaba aquí.
-La visita es sólo para la familia
-Yo fuí su única familia todos estos años que ustedes no quisieron saber nada de él
Los párpados hinchados y los ojos inyectados del hombre hablan de muchas lágrimas. 
-Pero es por su culpa que se muere...
El receso termina.  La ronda espera. Algunos esquizofrénicos en la sala de urgencias. Medicación suspendida. Trabas burocráticas. Demasiado pobres para comprar.  Ya no quiso tomarla. Escapó de la casa. No le dieron cita para control. No tiene familia. La familia no sabe que es lo que tomó. Lo trajo la policía.  Tenía orden de ingreso para el hospital mental pero no hay camas disponibles...

El Psiquiatra no va a venir. Sólo algunas órdenes por teléfono, recibidas desde el cubículo de la operadora del conmutador.  Sedación para los agresivos.  No se dejan sedar sin dar batalla, sin embargo.  Un colchón esgrimido por un par de enfermeras será suficiente para acorralarlos contra una esquina. Luego a inyectarlos a viva fuerza.  Cuidado con las uñas y los dientes.  Sólo queda pendiente un par de consultas en hospitalización de medicina interna, en el último piso.   Paciente Y.  28 años.  Pneumocistosis. Infección por el Virus de inmunodeficiencia humana estadío C.  (Enfermedades oportunistas asociadas).  Infección intestinal diseminada. Síndrome de desgaste.  No tiene seguridad social, ni oportunidades para conseguir los medicamentos necesarios.  La enfermera de piso lo vió tratando de abrir la ventana.
-Dice que quiere saltar para terminar con todo. 
-Y la familia?
-La madre está siempre ahí.  Aprovechó mientras iba a su casa por ropa limpia.
Al acercarme al cuarto, el monótono murmullo de las plegarias.
-Ruega Señora, por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte...
Seis camas en el cuarto, y una docena de mujeres alrededor de una de ellas
-Están rezando el rosario.  Habrá que esperar a que terminen. 
-Y de donde sale toda esta gente?
-La señora ha reclutado acompañantes de todos los enfermos del piso
El cuarto apesta a incienso y velas encendidas. 
-Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos...
Se retiran al fín.  El hombre, visiblemente caquéctico. Opacos ojos tristes.  La madre se presenta. La reconozco como la mujer de negro de la discusión en la entrada. 
-Es una valoración psiquiátrica.  Sería mucho mejor si nos dejara en privado por un momento.
En la oxidada mesilla de noche, un ícono de plástico de la Inmaculada con una lucecita interior, conectado al tomacorriente,  desprende un resplandor anaranjado.
-Le he dicho que no quiero morir bajo ese resplandor que no me deja dormir todas las noches.  Ella dice que le tengo rechazo a la imagen porque estoy endiablado.
-Me cuentan que ha tenido ganas de saltar por la ventana
-Ya no queda nada para mí en este mundo.  Sufro físicamente y estoy solo.
-Pero su madre está con usted.
-Todo el tiempo con sus rezos.  Estaría contento con que me abrazara y me dijera que me quiere. Y me dejara hablar de las cosas que temo.
-Y que es lo que más teme?
-Hay alguien importante para mí. Alguien que no ha venido. Tengo miedo de morir sin volver a verlo.
La madre espera en el pasillo.  De cerca se vé mas pálida y demacrada.
-Su hijo está pasando por un momento difícil.  En este momento, más que nunca necesita su apoyo.
-Ya por su cuerpo no puede hacerse nada.  Pero con la ayuda de Dios salvaremos su alma.
-Tal vez se animaría un poco si vieniera más gente a visitarlo. Tal vez sus amigos..
-Sus amigos son unos pecadores. Si vinieran aquí mandarían su alma al infierno.  No se arrepentiría.  Necesita arrepentirse para ir al cielo.
El psiquiatra por el teléfono ha ordenado una formulación de antidepresivo.  Un sedante para el problema de sueño en la noche.  Se hace la nota correspondiente en la historia clínica.

Monstruos en el sueño de la razón.
Acrílico sobre cartón. 2011
La nueva mañana trae de nuevo un cielo sin nubes.  Los vendedores poco a poco organizan sus ventas en la acera. Los primeros visitantes llegan como siempre a tomar su puesto en la fila.  Entonces aparece de nuevo el hombre.  Habla con el portero. Luego se sienta en el andén, con expresión desolada.
-Usted viene para ver a Y.
-Quien es usted?
-Uno de sus médicos.  El le ha mencionado. Es necesario que lo vea lo más pronto posible.
-No me dejan entrar porque dicen que no soy familia. Su madre no ha querido dejarme entrar con ella tampoco.
Baja la mirada y rueda una lágrima por su mejilla sin afeitar. 
-Esta tarde.  Seis en punto
-Pero no hay visitas en la tarde...
-A esa hora ella irá a la misa en la capilla.  Yo me encargaré.
El cielo se consume con el fuego rojo de la tarde.  El hombre espera.
-Este es un paciente que viene conmigo de consulta externa.  Lo llevo para un caso clínico.
La terraza del hospital muestra el panorama de la ciudad iluminada por el arrebol.
-Debe esperar aquí. No es bueno que aparezca en el cuarto.  Los otros enfermos podrían contarle a ella. Se daría cuenta de inmediato que era usted.  Habría quejas e investigaciones.  No salga al pasillo.  Las enfermeras podrían hacerlo salir. 
En el cuarto, el enfermo se adormece bajo el omnipresente resplandor del icono. 
-Vamos a ir a un examen. Por favor ayudeme a pasarlo a la silla de ruedas
-Que tipo de examen? Nadie me dijo de un examen. 
-Un examen de rutina. No se preocupe. No es nada doloroso. 
-Sería mejor que esperáramos a que venga mamá.
-Tenemos que ir ya o perderemos la cita.
La puerta de la terraza cruje. La silla de ruedas se atasca un poco contra el marco demasiado estrecho. 
-Para que hemos venido aquí?
 Los ojos apagados del enfermo se encienden.  Sus pupilas se dilatan y una sonrisa aparece.  El hombre le abraza y cubre su rostro de besos y lágrimas. 
-Hay poco tiempo.  La misa terminará en veinte minutos. 
Apoyo una silla contra la puerta y finjo leer una historia clínica mientras echo una mirada de cuando en cuando al pasillo por si viene alguien.  Sus voces suenan indistintas.  Como una catarata de palabras.  Por un barrote de la baranda un caracolillo baja en su lenta reptación, alargando sus pequeños tentáculos sensoriales.  El sol esplendoroso hace brillar la impecable espiral logarítmica de su caparazón.


"Soñó
una foto virtual
de su amor enlutado.
El está
condenado a morir
por amar demasiado. "
Blanca Mujer.  Robi Draco Rosa
Vagabundo. 1996. Sony Latin

6 comentarios:

  1. No puedo creer que sea la primera persona en comentar, ante semejante historia tan hermosa:

    "y si las vírgenes rezaran, tal vez los impuros tendrían tiempo para dormir tendidos sobre la playa que da la cara al sol".

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    1. Estimada Vicky: Que bueno que te gustó la historia. eso me alegra mucho. muy bella la frase, y mucha razón. el sol brilla igual para justos y pecadores

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  2. Qué bella historia, me gusta mucho cómo se resuelve al final. Es muy tierna, aunque con sabor agridulce. Me encanta también cómo describes los espacios, las atmósferas y los estados de ánimo de la gente. Y esa descripción del caparazón de un caracol sí que es de lujo, jajaja. Me hace reflexionar sobre cómo el ser humano se comporta ante situaciones límites: unos se refugian en la resignación y la fe (entendida siempre a su manera), y otros se aferran a la vida, a lo que más valor ha tenido en su vida, como un cisne en su último canto. Y normalmente lo que se considera más valioso es el amor. En este sentido, me ha gustado mucho también la reflexión de Elisabeth Kubler-Ross. Bueno, y tus "Monstruos en el sueño", con esos fuertes contrastes de líneas y colores sí que dan miedo de verdad, jeje. Muchos besos y un fuerte abrazo.

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    1. Estimado Roberto: Muchisimas gracias por tu buena opinión, y concuerdo mucho con tu reflexión. La cercanía de la muerte y en general las crisis suelen tener el efecto de acercar a la gente a lo que de veras les es importante. Abrazos

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  3. Como siempre, magnífico. Me gustó en especial la descripción del coro beato atormentando al enfermo y como tratas la pasividad de un sistema ante las necesidades de sus usuarios.

    Un abrazo.

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    1. Estimado Argax: muchas gracias, me alegra que te haya gustado. Lamentablemente en muchos países las peculiaridades del sistema impiden a las personas pasar su enfermedad o sus últimos momentos con sus parejas por la falta de reconocimiento legal sobre las mismas, como en este caso, y muchas veces las dejan en manos de familiares que les son adversos, aun con buena intención, y que les hacen más dificil este tránsito. Abrazos

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